El paladar local no es muy "dulcero"

Si se dice "confecciones azucaradas" quizá cueste un poco descubrir de qué se trata. Pero si se cuenta que esta es la denominación general que se da a caramelos (masticables, duros, rellenos o sin relleno), chupetines, chicles, pastillas, confites y grageas, turrones y bombones sin cacao, la cosa toma otro color. Pues bien, de estos productos en su conjunto, se consumen en el país 1,6 kilos per cápita al año.

Según la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Copal), la Argentina está lejos de los grandes consumidores del mundo, que son Suecia, Finlandia y Dinamarca, con 10 kilos per cápita al año. También está a mitad de camino de lo que se come, por ejemplo, en España (3 kilos por habitante al año), y un poco más alejado de Alemania (5,7).

Según la Secretaría de Agroindustria de la Nación, el país cuenta con más de 120 compañías productoras de golosinas, en su mayoría pequeñas y medianas empresas (pymes). De acuerdo con la localización de las empresas elaboradoras, la producción de confecciones azucaradas se concentra fundamentalmente en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.

Asimismo, el 85% de las confecciones azucaradas es comercializado por quioscos y minimercados; 10%, por los comercios tradicionales, y 5%, por supermercados y autoservicios.

El país también exporta y cubre el 2% de las exportaciones mundiales de estos productos: según la Secretaría de Industria, en 2018 sus envíos al exterior fueron de 18.200 toneladas, por un valor de US$37 millones. Los principales destinos fueron Estados Unidos, Chile, Paraguay, Uruguay y Bolivia

En tanto, entre los principales exportadores mundiales se encuentran Alemania, Bélgica, Canadá, México y Estados Unidos, que captan 49% de la demanda mundial de estos productos.