El poder de las corporaciones ataca de nuevo
La imagen y sus circunstancias pertenecen ya al universo de lo irreal. Era abril de 2016 y, en Olivos, sonriente y recién asumido, Macri recibía por primera vez a un grupo numeroso de empresarios. Los invitados formaban fila para saludarlo y, al acercarse, Paolo Rocca le recordó un reclamo de aquel momento: la recesión, agravada por la competencia china, que consideraba dumping en la construcción de un gasoducto en Córdoba, lo estaba obligando a suspender empleados en Campana. El Presidente le contestó con una broma mientras señalaba a Alejandro Bulgheroni y se acordaba del otro de los hermanos de Bridas. "Paolo, de todo lo que me pidas vas a conseguir un 50 por ciento: acá el único que logra el 100 por ciento es Bulgheroni, porque Carlos me rompe las pelotas las 24 horas del día".
El comentario, todo un homenaje al tesón del petrolero, que murió cinco meses después, recuerda la Argentina que inicialmente pensó Macri: un país sustentado en sus instituciones y ajeno a la influencia de corporaciones. Eran tiempos en los que Cambiemos evitaba las fotos con empresarios que remitieran a la imagen que de ellos tenía uno de ellos, el ingeniero de Socma: la de una nación propensa a la prebenda.
Ese proyecto fracasó o quedará postergado. Macri empezó a intuirlo más tarde que otros en su espacio, en la primera mitad de este año, cuando decidió incorporar a Miguel Pichetto a la fórmula y abandonó, así, su modelo de coalición ayuna de peronismo. Pero no solo no le alcanzó para torcer la historia el 11 de agosto, sino que es probable que los contratiempos le hayan agregado una nueva corporación que, sea quien fuere el ganador en octubre, dejará como herencia: las organizaciones sociales, convertidas en actores tanto o más relevantes que la CGT, con las que habrá que negociar en adelante el destino de la Argentina. La cara institucional del crecimiento de la pobreza.
Macri no suele referirse públicamente a ellos. Pero, por comentarios que desliza en confianza, es probable que piense parecido a Patricia Bullrich. El miércoles, durante una exposición ante una colectividad en Palermo, la ministra hizo un mea culpa sobre la relación con este universo. "Tenemos los movimientos sociales, que nos vienen rompiendo desde el primer día de gobierno. Yo el primer día de gobierno dije: 'Protocolo contra esta gente', porque no nos pueden seguir manejando todo el país. ¿No? Y sin embargo, lamentablemente, para ser un poquito políticamente correctos, les dejamos demasiado poder, y hoy venimos sufriendo las consecuencias", dijo, y propuso cambiar la actitud en un eventual próximo mandato. ¿Lo habrá?
"Espero un milagro", dijo Macri esta semana cuando alguien le preguntó si creía en esa posibilidad. Incluso si lograra revertir el resultado de las primarias, la crisis lo obligaría a atender a estos dirigentes. También a Alberto Fernández, al que le será difícil excluirlos, por ejemplo, del acuerdo social con que pretende iniciar la pelea contra la inflación.
La irrupción de los movimientos populares: Rerum novarum de nuestro tiempo, se llama el libro que presentó esta semana en la sede de la CGT Juan Grabois, con prólogo del Papa. Oscar Ojea, presidente de la Conferencia Episcopal, viene transmitiéndoles a empresarios la idea de que estos sectores deberán formar parte de cualquier entendimiento. La propuesta tiene ya un dilema interno: ¿habrá que incluir a los evangélicos, otro sector de relevancia creciente? La pregunta es de fondo y parte en realidad de una grieta más antigua que la Argentina, que empezó en el siglo XVI con la reforma luterana y de la que ya se ocupó Max Weber: la doctrina católica pregona socorrer a todos, incluidos los irrecuperables del sistema, y las corrientes evangélicas no lo rechazan, pero ponen el acento en el progreso personal. El asunto puede no estar en la cabeza de Fernández o de Cristina Kirchner, pero inquieta a los obispos. No hay que olvidar que Bergoglio pertenece a la Compañía de Jesús, congregación que encabezó lo que se llamó la Contrarreforma, una reacción a las ideas protestantes de entonces que terminó en 1545 en el Concilio de Trento. ¿Qué los diferencia?, le preguntó este diario a un pastor evangélico. "Básicamente, la interpretación de la Biblia: si uno lee el Eclesiastés, no queda ninguna duda de la obligación de trabajar y mejorar", contestó.
No está claro el grado de atención que puede llegar a prestarle al tema Fernández. Sí, en cambio, la magnitud de fieles que estos credos aglutinan y la relación que tienen con dirigentes del PJ o de La Cámpora. No solo con la candidata a vicegobernadora Verónica Magario, que creó en mayo en La Matanza la Subsecretaría de Culto, en la que designó a Gabriel Ciulla, pastor de la iglesia Camino de Vida, de Laferrère, sino con otros referentes que han pasado por templos, como Juan Cabandié o Fernanda Vallejos, y hasta con simpatizantes del espacio, como Artemio López, que se acercó respetuosamente después de que su mujer tuvo una fuerte experiencia mística.
Es cierto que parece prematuro hablar del acuerdo antes del 27 de octubre. Pero, si gana, el Frente de Todos deberá armarlo con sectores de culturas y hasta intereses opuestos. Hay, por ejemplo, sindicalistas aeronáuticos ilusionados con un video de mediados de año en el que Fernández saluda a la Asociación Argentina de Aeronavegantes. "Todo va a recomponerse con Aerolíneas y con todos los cielos abiertos de la Argentina, que van a ser para Aerolíneas", dice.
La pelea que estos gremios mantienen contra las low cost explica el cambio de paradigma y condiciona lo que fue, con la gestión energética, uno de los escasos logros económicos de Macri. Al cabo de 2019, gracias a la política aerocomercial, la cantidad de pasajeros transportados habrá aumentado en cuatro años de 22 millones a 32 millones, una cifra nunca alcanzada en la historia, y equiparará aquí por primera vez desde 1999 el volumen de tráfico internacional con el de cabotaje. Fernández acaba de afirmar que Guillermo Dietrich, ministro de Transporte, debería avergonzarse porque FlyBondi amenaza con "desguazar Aerolíneas Argentinas y el sistema de vuelos estatales". Es, calcado, el argumento de gremios que han decidido no celebrar las fuentes de trabajo creadas porque, dicen, el modelo no solo permite la proliferación de sindicatos nuevos por empresa, sino que, al promover la competencia por precios bajos, también conspira contra la salud de las compañías. Hay una sola razón por la que no utilizarían el mismo argumento con las tarifas de luz, gas o electricidad: no hay petroleras o eléctricas en las que hayan gravitado tanto como en Aerolíneas Argentinas.
Sindicalistas que desdeñan nuevos empleos para resguardar la rentabilidad de las empresas y hombres de negocios que piden auxilios estatales para defender trabajadores: la Argentina que viene. Un sistema pasa de liberal a corporativo cuando, debilitado el imperio de la ley, la suerte de su sociedad empieza a resolverse en conversaciones de las que no participa.