El uno a uno sigue en duda
Unos trabajan a orillas del East River en Nueva York y otros cerca del río Potomac en Washington. Los primeros son economistas de Wall Street y los segundos, académicos y ex funcionarios de las universidades y los think tanks de la capital de los Estados Unidos.
No siempre coinciden en sus análisis, pero cuando se refieren al sinuoso futuro de la convertibilidad argentina, sus pronósticos convergen un poco más.
Las empresas extranjeras con inversiones en la Argentina siguieron con atención las declaraciones de estos gurúes en los últimos meses, a pesar de las permanentes expresiones de apoyo de la mayoría de los economistas y los políticos locales hacia la paridad uno a uno.
La intranquilidad de esas compañías sobre el futuro del tipo de cambio en la Argentina también aumentó el nivel de stress de sus asesores porteños. "Es impresionante cómo me llaman desde el exterior para preguntar qué va a pasar en la Argentina. No digo que se vaya a devaluar, pero las expectativas están en su peor momento", sintetizó Miguel Bein, del estudio Bein, Machinea y Asociados.
Hace unas tres semanas el banco de inversión Morgan Stanley Dean Witter planteó una hipótesis osada desde Nueva York: si las reservas internacionales de la Argentina bajaran a menos de 15 mil millones de dólares, habría que "reevaluar" el futuro de la convertibilidad.
Las reservas se dirigieron hasta ahora en una tendencia opuesta y los depósitos -a diferencia del tequila- no bajaron. Sin embargo, Ernest "Cheap" Brown, uno de los principales analistas de Morgan Stanley, confesó a La Nación que su credo de economista le impide pensar que "un sistema monetario pueda ser eterno". "Así como todo el resto de los objetos se rige por la ley de gravedad, en algún momento la convertibilidad debería caer", consideró.
Un minuto después, Brown intentó moderar su pronóstico. Pero en realidad no es fácil encontrar en los Estados Unidos a algún economista que confíe a ciegas en el uno a uno.
Un ex alto funcionario del Tesoro -que conoce muy bien a la Argentina- advirtió a La Nación que "o la economía ajusta por el lado de los salarios o del tipo de cambio, pero no podrá seguir mucho tiempo más sin hacer nada". Cuando se le recordó la propuesta de Ricardo López Murphy de bajar los salarios en la administración pública -si antes fracasaban otras medidas de ajuste-, el norteamericano esbozó una sonrisa y se limitó a elogiar las cualidades técnicas del economista en jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (Fiel).
Sin embargo, desde otra importante firma financiera de Wall Street el mensaje fue diferente: "Nadie va a tomar la decisión política de devaluar y, si el mercado intentara forzar una decisión de esa naturaleza, la respuesta del Gobierno sería dolarizar por la vía de un decreto".
"Para mejorar la competitividad, la receta adecuada sería bajar los costos con un gasto público congelado -mientras la economía crece- y sancionar una reforma laboral seria", aseguraron a La Nacion en esa casa de inversiones ubicada en el extremo sur de Manhattan.
En otra sintonía, Robin King, economista de la reconocida Universidad Johns Hopkins, se preguntó qué puede hacer la Argentina para crecer "con el peso en un nivel tan fuerte, una tasa de desempleo alta, falta de recursos fiscales y sin política monetaria". King consideró que "la convertibilidad está en un nivel aceptable, pero no sé por cuánto tiempo más podrá sostenerse. Así que las alternativas posibles son asumir los costos de una devaluación o girar hacia un sistema más rígido como la dolarización".
La joven especialista consideró que una de las claves para entender los problemas del peso argentino es el bajo nivel de productividad. "Mientras en los Estados Unidos la productividad no crecía, la Argentina no tenía tantos problemas en el valor de su moneda, pero en los últimos cuatro años este factor aumentó en forma increíble aquí mientras que en la Argentina se frenó", explicó King desde su departamento de la capital norteamericana. Steve Hanke, profesor en la misma casa de estudios, también cree que en los últimos cuatro años el Gobierno no concretó las reformas que necesitaba y por esa razón ahora la economía sufre una recesión más larga que la esperada.
"La preocupación no reside en la continuidad del plan de convertibilidad y, en todo caso, la alternativa adecuada era dolarizar, tal como lo anunció el presidente Menem en febrero último, pero esa oportunidad ya se perdió", sentenció el ex asesor de Domingo Cavallo.
Pero Robert Solomon, investigador del think tank Brooking Institution, no cree que la recuperación del crecimiento se relacione con el tipo de cambio.
El veterano especialista dijo a La Nacion que la clave es saber por qué las tasas de interés se mantienen en un nivel tan alto -e impiden un aumento en el nivel de actividad- "más allá de los riesgos de la convertibilidad".
Con su experiencia como ex asesor de la Reserva Federal a cuestas, Solomon se animó a afirmar que el gobierno argentino no debería esperar un salvavidas de su par norteamericano si la situación se agravase. "La única posibilidad sería utilizar los fondos del programa de estabilización del tipo de cambio, que tiene el Departamento del Tesoro y que se utilizaron en México en 1994, pero en esa oportunidad el gobierno de Clinton fue muy criticado y desde entonces el Congreso casi no le permite utilizarlos", sentenció.
De eso no se habla A fines del año último un economista relacionado con un candidato presidencial fue consultado por La Nacion en torno de los efectos de la sobrevaluación del peso sobre la competitividad argentina. Su respuesta fue categórica: "Ni se le ocurra hablar de ese tema". El silencio sepulcral sobre la buena salud de la paridad uno-uno y su influencia sobre el ritmo de las exportaciones argentinas se quebraron en enero último, a partir de la fuerte devaluación del real.
Desde entonces, las declaraciones de los economistas en la Argentina se repartieron entre el silencio de unos y la advertencia de otros: "Brasil es un país diferente, no hay que dejarse llevar por el canto de las sirenas. Además, todavía pueden sufrir un rebrote de la inflación". Sin embargo, ya no hubo posibilidades de volver a afirmar "de eso no se habla".
Luego de unos meses, otro candidato presidencial le preguntó a un economista de su partido: "Si se devaluara, cuándo podrían observarse los beneficios" de tal medida. "Y, tal vez en cinco años", respondió el analista con timidez. "Para ese entonces, no voy a existir más como figura política", concluyó con resignación el candidato.
La Argentina está dolarizada: la mayoría de los depósitos del sistema bancario se hallan en esa moneda, al igual que una buena parte de las deudas de las empresas, el Gobierno y la gente. Por lo tanto, la Argentina no puede devaluar sin enfrentar el riesgo de un tremendo aumento de sus compromisos de pago. "Si hay devaluación, la economía se quiebra", resumió Daniel Artana, de Fiel. Pero aunque la lógica económica parece impecable, algunos mantienen sus dudas, sobre todo en el exterior. "Es verdad que la devaluación provocaría una ruptura en el sistema financiero, pero por otro lado se hace difícil pensar en una reactivación con este esquema monetario", disparó el economista brasileño Edimar Bacha desde el banco de inversión BBA en Nueva York. Bacha, uno de los arquitectos del plan real, aseguró a La Nacion en los últimos cuatro meses la tasa para cubrir el riesgo de una eventual devaluación del peso en el mercado de futuros en Nueva York saltó del 2,5 al 12,5 por ciento.
Miedo en la otra orilla
Repercusiones
Según fuentes consultadas por La Nación , el Ministerio de Economía uruguayo realizó un trabajo en el que analiza qué pasaría en la economía de ese país tras una hipotética devaluación del peso argentino. Esto demuestra la inquietud que generan del otro lado del Río de la Plata la recesión y la situación fiscal de la Argentina.
Fueron aún más lejos otros analistas como el ex presidente del Banco Central del vecino país Juan Carlos Protasi, quien sugirió públicamente que Uruguay debería anticiparse a las turbulencias retocando la banda cambiaria entre el peso uruguayo y el dólar.
No son pocos allí los que suscriben la visión de Wall Street en el sentido en que la Argentina y Uruguay son los únicos países sudamericanos que mantienen inalteradas sus políticas cambiarias, en contraposición con Colombia, Brasil, Venezuela, Perú, Ecuador, Chile y Paraguay, que, durante el primer semestre de este año ajustaron la paridad de sus monedas frente al dólar en un intento por mejorar la competitividad.