Recortes. El pasado laboral marca diferencias
"Prefiero ir preso -respondió-, antes que desprenderme de la obra de mi vida"
De Eduardo Berti, en La vida imposible, Editorial Emecé, 2002, Pág. 69.
La decisión de ir preso remata el brevísimo y excelente cuento de Eduardo Berti, Caso del cerrajero, que habremos de arruinar aquí relatando su trama con mucha menor calidad de escritura. La amenaza policial se origina al descubrir que el cerrajero ocultaba, en el sótano de su modesto local, todas las llaves que había reproducido durante treinta y cinco años. La orden del juez se justificaba como medida precautoria, ya que dichas llaves podían ser sustraídas por delincuentes.
Acabamos de cerrar un ciclo, estamos en los comienzos de un nuevo año, por lo que la presencia del tiempo se hace más nítida. De pronto se entiende con más claridad que la suma de días y meses se convierte en un nuevo número de la cuenta regresiva. Entre otras muchas cosas, hay trabajo acumulado, el mismo que el cerrajero se resiste a perder porque es la obra de su vida. Su caso es muy especial, él puede hacerlo. Otros quedan más desamparados ante la posibilidad de acumulación física de sus recuerdos.
Un operario de línea no podría llevarse una copia de las piezas que contribuyó a producir. Sin duda, iría preso de verdad. Los médicos, los docentes y muchos otros resumen sus obras en archivos inertes, donde la presencia y la evocación de relaciones emotivas quedan reducidas al mínimo.
También hay quienes se encuentran en situación algo más privilegiada, cuya huella queda registrada de un modo más firme. Entran en esta categoría los artistas plásticos, los escritores, los periodistas, los arquitectos, los ingenieros, etcétera. En el plano intermedio están los que sólo recogen pistas: un viejo memorando, un mail mezclado por el azar, ventas realizadas, proyectos, iniciativas y fracasos.
Esto significa que las diferencias laborales no sólo tienen vigencia en el presente y el futuro, sino que se configuran de distinta manera en el pasado. Es el CV íntimo, cuya importancia depende del porcentaje de nostalgia que se tienda a disfrutar. Es otra dimensión del trabajo humano, poco prestigiosa porque es individual y porque no sirve para nada. La colección de recuerdos no interviene sobre los índices de productividad, pero existe, qué duda cabe. Cada uno, si quiere, puede comprobarlo por sí mismo.