Recortes. El trabajo, la familia y las verdades a medias
Ella: -¿Cómo te hiciste eso?
El: -No es nada. Cosas del trabajo.
Ella: -¿Por qué nunca me dices qué haces?
El: -Porque no quiero perderte
Escena de El muelle , film de Olivier Marchal, 2004
Ella es la esposa de un policía bastante poco ortodoxo y con frecuencia descubre heridas sobre el cuerpo de su pareja. Los sucesos que dan origen a las marcas no tienen nada que ver con la infidelidad matrimonial, sino con acciones supuestamente condenables por la mujer, la cual pertenece a un marco ético muy diferente al de su marido. El sabe que si contara en detalle su realidad laboral la perdería.
La situación invita a ubicar la lupa sobre esa interfaz pocas veces atendida que es la conexión entre el trabajo y las relaciones familiares. Dicho de otro modo, qué historias se despliegan a partir de la clásica pregunta de un miembro de la pareja al otro al final del día: ¿"Cómo te fue hoy?"
Es sabido que los relatos nunca podrán retratar con exactitud un suceso cualquiera porque están filtrados por la subjetividad y el propio lenguaje. Estas distorsiones son materia de discusión en los ámbitos periodísticos. Incluso se debate sobre la objetividad de la fotografía -un medio considerado neutro por su proceso mecánico-, ya que siempre interviene un sujeto como mediador entre la realidad y el receptor del mensaje o la imagen.
Así, cualquier trabajador puede presentarse como héroe o desdichado frente a su pareja, dependiendo del efecto que quiere obtener. Si pretende sostener una imagen triunfadora remarcará las acciones en las que su intervención fue decisiva y aplaudida. Si, por el contrario, precisa la adhesión de sus seres queridos, remarcará los desvaríos e injusticias de su jefe o sus subordinados. En cualquier caso aspirará a llevar agua para su molino, sin intenciones aviesas en la mayoría de los casos.
Por otra parte, cuenta con una parcialidad preexistente. Los parientes siempre tenderán a manifestarse a su favor. Aunque sea un pusilánime, gozará de un amplio crédito establecido por los afectos. Entre la imagen laboral y la familiar siempre habrá, si no un abismo, por lo menos una brecha reguladora. Debido a la carencia de este resquicio es que surgen conflictos cuando ambos miembros de la pareja comparten el lugar de trabajo. La brecha reguladora no es un pecado, no es una mentira, sino un recurso para preservar la relación y también -por qué no-, la autoestima.