Enfermos por el trabajo
Ayudada por el entorno, la actividad excesiva puede convertirse en una peligrosa adicción
De casa al trabajo y del trabajo a... seguir trabajando. Esa es la filosofía de vida de quienes padecen una de las enfermedades características de fin y principio de milenio. Es que la adicción al trabajo, si bien se instala y vive en el interior del sujeto, se alimenta con increíble voracidad del contexto social.
Por eso, en una situación laboral delicada, aquellos que son propensos a padecer este trastorno corren serio peligro de caer en esta trampa mortal. “La adicción al trabajo funciona igual que las demás. Es decir, viene a llenar un hueco emocional que tiene la persona. Si a esto le sumamos un entorno que alienta a que el sujeto trabaje 12 o 14 horas por día, entonces el cóctel puede ser explosivo”, advierte Jorge Hambra, psicólogo y presidente de la consultora Joh Psicotecnia.
El problema de padecer este trastorno es que, a simple vista, no existe el problema. “Socialmente está bien visto. Si a una persona le suena el celular en la playa, la gente piensa que debe ser alguien importante. La sanción social no existe, no hay un contexto que lo condene, lo cual refuerza la conducta adictiva”, expresa Hambra.
Daniel Bogiaizián, psicólogo clínico y director del área psicológica de la Asociación Ayuda, entidad especializada en el tratamiento de trastornos de ansiedad y pánico, agrega: “Lamentablemente, muchas de estas personas son exitosas. Y también hay cierto aprovechamiento de las empresas porque les conviene tener estos perfiles altamente efectivos”.
Según el especialista, varias de ellos desarrollan trastornos de ansiedad generalizada: “Experimentan dificultades para relacionarse con los demás, se aíslan y pierden capacidad de goce -describe-. Además, tienen pensamientos de tipo catastrófico, creen que van a quedarse en la calle o van a sufrir un accidente”.
Otra de las posibles consecuencias de ser un adicto al trabajo es sufrir un cuadro agudo de estrés. Daniel López Rossetti, médico cardiólogo y presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Stress, explica: “En realidad, es difícil determinar si el cuadro de estrés deriva de su adicción al trabajo o viceversa, ya que alguien estresado experimenta cambios en su conducta que, llevados al extremo, pueden generar una adicción de este tipo”.
El entorno de incertidumbre económica y laboral refuerza estas conductas adictivas. Pero mientras que en países como la Argentina la gente se mata trabajando para no perder su empleo, en las naciones desarrolladas el estímulo es distinto.
“En los Estados Unidos, sobre todo, hay muchos workaholics porque se premia fuertemente el éxito laboral y económico -explica Hambra-. Pero aunque los contextos sean distintos, la gente que padece este trastorno tiene un nivel de insatisfacción personal muy grande, independientemente de donde haya nacido”, aclara.
Una muerte silenciosa
No todos los que trabajan en exceso son adictos. Según Rossetti, hay menos de lo imaginado. “Una persona con estrés crónico trabaja más porque debe compensar la falta de eficiencia que le provocan las jaquecas o los dolores lumbares. Pero eso no significa que sea un adicto”, expresa.
El presidente de Joh Psicotecnia establece una buena diferenciación: “El adicto siente placer, satisfacción. En cambio, el que trabaja en exceso motivado por la situación del país padece angustia. No quiere vivir en el apremio, pero reconoce que no tiene otra opción”.
Pese a los padecimientos, son pocos los que consultan por problemas de este tipo. “Piensan que ser así es normal, que es parte de su personalidad. Por eso hasta que no están muy mal no consultan. Y cuando lo hacen, el disparador es siempre otro”, comenta Bogiaizián.
Es que, al igual que la depresión, este tipo de trastorno es invisible, y la persona que lo padece aprende a convivir con él. Se va cobrando víctimas de manera silenciosa. “Es como el cuento de Julio Cortázar, Carta a una señorita en París, donde el personaje principal está al cuidado de una casa que no es suya y empieza a vomitar conejos -ejemplifica Hambra-. Vomita cientos de ellos, hasta que esos conejos destruyen la casa y el personaje se termina tirando por el balcón.
“Cortázar, en su relato, dice que la gente sólo va a ver el cuerpo tirado en la acera, pero no a los conejos. Esos animalitos son invisibles, representan la depresión del personaje. Con los adictos al trabajo paso lo mismo. Nadie consulta por eso, porque nadie se muere por trabajar en exceso. O tal vez sí”, concluye.
Características
- Son personalidades de tipo A: competitivas, autosuficientes, exigentes, perfeccionistas y muy eficientes.
- Les cuesta delegar responsabilidades en sus pares o subordinados.
- Son desconfiados por naturaleza: nadie mejor que ellos para resolver una situación conflictiva. Por eso, tienden al aislamiento y no aceptan otras ideas.
- No tienen capacidad de goce. Cuando están en una situación recreativa sienten culpa. Las vacaciones son una verdadera pesadilla.
- Suelen tener pensamientos de tipo catastrófico. Creen que algo malo pasará.
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