Las "empresas humanas", una liga que es posible
Un ámbito de negocios con una dinámica tal que favorezca el desarrollo personal y refuerce los vínculos familiares, es una meta deseable
Los grandes cambios sociales que estamos viviendo tienen menos tiempo que la edad de mi hija mayor. Son menos de 40 años de vértigo, de ansiedad, de presiones y de mercados que se han puesto al servicio del individuo y con o sin conciencia de lo que está haciendo, lo aísla de sus afectos y relaciones personales. En toda esta modernidad, la empresa se ha transformado en la comunidad donde solemos pasar más tiempo despiertos y donde más estamos forjando nuestro futuro. La economía se centra entonces en una serie de acciones basadas en las empresas, orientadas al individuo.
Al alejarse de la economía tradicional, que en su estricta definición es "el modo de organizar la casa", el mercado deja a la familia en un lugar secundario y los lazos entre las personas se debilitan. Todo se transforma en objetivos a cumplir, demandas de presupuestos y creación de valor a los inversores. Y no se llegan a medir los costos del largo plazo.
Pero, ¿son compatibles ambas cosas? ¿Se puede pensar en el mundo empresario con una dinámica que refuerce el desarrollo individual, la generación de riqueza con la consolidación de los lazos familiares?
La respuesta parece ser positiva, pero se necesitaría además la participación proactiva de otras dos patas adicionales para que esta mesa se sostenga: el Estado y las instituciones intermedias. Familia, empresa, Estado y organizaciones intermedias, coordinadas y haciendo que las acciones de los miembros y las comunidades se desarrollen orientadas al bien común.
Ajustar este mecanismo es lo difícil. Pero desde la empresa se puede dar un paso inicial buscando humanizar cada vez más su contenido, sin por ello diluir las exigencias necesarias para poder trabajar en un entorno competitivo. Es ahí donde el humanismo empresarial toma relevancia. Es el modo adecuado para dirigir las organizaciones creadas para el largo plazo. Garantiza la estabilidad del grupo y genera una identidad clara orientada a los valores básicos de las relaciones humanas (solidaridad, lealtad, honestidad, trabajo bien hecho, etcétera).
Rafael Alvira, profesor de la Universidad de Navarra, sostiene que es en la familia, modelo de humanismo, donde se viven las características más esenciales de la vida social: la economía, la educación y la intimidad. Es en esta comunidad donde se aprende a ser social, a entablar lazos de confianza y afectividad, a tener proyectos comunes, a desarrollar las capacidades para ser hombres de bien.
La función económica es el "cuerpo" de la familia. Todos los factores de desarrollo económico en la sociedad deben estar orientados por y para la familia, ya que allí se vive el principio económico más elemental que promueve el intercambio: la propiedad. Sin ella no hay economía posible pues no habría interés por cuidar lo propio y acrecentarlo. Esa unidad económica necesita que esos bienes propios sean proporcionados y compartidos entre los miembros de la familia. El compartir hace que se valore más aún la propiedad privada. Una persona que se siente propietaria y comparte, también se siente desprendida porque no son los bienes los que lo satisfacen sino el saber que le son útiles a los demás.
La educación es la segunda función básica de la familia. La familia es el ámbito natural para ese proceso, principalmente a partir del diálogo con los más jóvenes, que por sus cualidades tienen mayor capacidad de absorber hábitos y comportamientos. La actividad educativa se da constantemente y en todas las direcciones. No sólo los padres educan a los hijos, sino que también el aprendizaje se da en sentido inverso, los padres aprenden de los hijos y aprenden educando. Cada miembro, desde el lugar que le corresponde, aporta a la formación de los demás, muchas veces sin saberlo.
La familia debe también, como función básica, favorecer la intimidad. En un ambiente de intimidad, el hombre se siente más seguro y contenido. Sabe que al llegar a casa encontrará el clima necesario para compartir y buscar consejo de lo que necesite para afrontar mejor los avatares de la vida.
En la vida familiar las relaciones son, en general, a través de lazos afectivos. En una sociedad donde los tiempos son cada vez más exiguos y la variedad de tareas que uno desarrolla, cada vez más amplias y diferentes, es más difícil lograr relaciones profundas que saquen a la luz aspectos de nuestra interioridad. En cambio, en la familia esa dinámica se acrecienta a medida que la vida comunitaria se consolida a través de las relaciones afectivas. Es más sencillo interiorizar esa relación, porque uno se ve reflejado en el otro por el amor y la confianza.
Pensemos ahora en una empresa "fundada en el humanismo". Una empresa que ha logrado incorporar estos tres aspectos de la relación interpersonal entre colaboradores que interactúan permanentemente, sintiéndose parte fundamental del desarrollo de la empresa (propiedad privada), de ser un engranaje clave en la formación de sus empleados, pares y superiores (educación) y buscar lazos de confianza y convivencia (intimidad) con sus colegas que le permitan desarrollar una relación más sólida para construir una comunidad empresaria armónica y duradera en el tiempo.
Qué gran desafío el de los directivos, porque saben que la mejor manera de educar es con el ejemplo. Es innegable que nuestros colaboradores harán lo que hemos hecho y no lo que hemos dicho.
El autor es profesor del áreade Dirección Financiera del IAE Business School
Guillermo Fraile