Entre el aplauso y el escepticismo
Cada tanto Nuestra Voz, el grupo de WhatsApp creado por los empresarios para manifestar preferencias y aunar intereses, puede sustraerse del aire electoral. Pasa en los momentos en que, más allá del pavor que los hombres de negocios le tienen al regreso de lo que llaman populismo, categoría en la que incluyen a Cristina Kirchner, se explayan sobre problemas que exceden los comicios de octubre. Hace dos semanas, Martín Migoya, fundador de Globant y uno de los impulsores de esa comunidad virtual, les propuso por ejemplo a los integrantes del chat que empezaran a mostrar proyectos de inversión.No siempre están de acuerdo en todo. Algunos prefieren no pronunciarse sobre ciertos asuntos o, como definió ahí hace unos días Javier Goñi, CEO de Ledesma, "elegir las batallas". Es entendible. Una convocatoria tan amplia suele incluir múltiples intereses, frentes de conflicto divergentes o situaciones disímiles en medio de la crisis.
Por eso no prosperó del todo la propuesta de Migoya, fundamentada inicialmente en que varios tenían seguramente buenas noticias para comunicar, como planes de inversión y crecimiento que, planteó, sería interesante publicar para mostrarle a la sociedad el rol de los empresarios. Después de todo, es un poco el objetivo cultural del chat: terminar de una vez con la demonización del capital en la Argentina.
"¿Por qué no creamos un subgrupo?", preguntó Juan Pablo Laffitte, uno de los ejecutivos, y así lo hizo segundos después: lo llamó Inversiones y Empleo. Así funciona la mecánica de Nuestra Voz: una vez detectados los interesados, toda iniciativa pasa a tratarse aparte, para no incomodar al resto.
Pero la recesión golpea y el descontento se percibe. El primero en objetar la idea fue Hugo Sigman, de laboratorios Elea. "Muchas compañías no pueden invertir ni crear empleo porque su negocio está mal o porque no tienen capital y les es imposible acceder al crédito a tasas y con plazos cortos de financiación", empezó, y aclaró enseguida que no era la situación particular de su empresa, que había podido hacer un desembolso significativo en el sector farmacéutico, pero agregó que entendía perfectamente a pares que no estaban en las mismas condiciones. "No me siento distinto o mejor que los que la están pasando mal", insistió. Su mensaje recibió enseguida la aprobación de otros. "Coincido", intervino el banquero Jorge Brito (h.). "Excelente", reforzó Juan Nápoli, de Banco de Valores.
El contrapunto, que se dio siempre en buenos términos, explica el ánimo empresarial bastante mejor que los respaldos públicos que han proliferado últimamente, en general empujados porque la polarización se metió de lleno en el establishment económico, que ha resuelto respaldar a Macri solo ante la alternativa que representa la vuelta de Cristina Kirchner, pero que no olvida que la Argentina llegó a esta encrucijada como consecuencia de errores de gestión que, de no haber existido, ya habrían jubilado políticamente a la expresidenta. "Cristina arruinó todo -dijo anteayer a este diario el dueño de una corporación nacional-. Hace años que acá las elecciones son a todo o nada. Si ella no se hubiera metido en el armado de listas podríamos haber tenido una opción de peronismo razonable y dispuesto a incluir a otros sectores y a técnicos especialistas en cada área".
Ese diagnóstico le atribuye a Macri ensimismamiento y torpezas de los que podría no estar exento en un segundo mandato, pero que la campaña logra disimular. Es la ventaja que aprovecha José Torello, asesor del Presidente y principal encargado de recaudar fondos proselitistas. No la tiene fácil: hubo tiempos más generosos. Además de la recesión, gravitan los reparos por la causa de los cuadernos. En el macrismo admiten que la recolección viene más lenta que otras veces, pero celebran que la ley de financiación de partidos, aprobada en el Congreso y reglamentada este mes, haya salido con una restricción que perjudica más a los adversarios kirchneristas: los sindicatos no pueden hacer aportes en blanco.
En el Instituto Patria confirman el inconveniente. "Cero peso: no sabés el quilombo que hay", dicen a LA NACION, y agregan que, cuando faltan menos de tres semanas para las internas, no tienen siquiera impresas todas las boletas. Al gasto hay todavía que agregarle el flete. "Lo normal sería contar ya con dos o tres padrones, pero tenemos menos de uno. Son para el puerta a puerta. Ellos [por el Gobierno] ya empezaron".
Es cierto que los resguardos no solo son empresariales. Hay kirchneristas que, dada la situación por la que han pasado algunos compañeros el año pasado, preferirían mantenerse alejados de tareas de recaudación. Eso agiganta los desajustes y la desconfianza interna. En el macrismo ya sabían que sería una campaña difícil. "Austera y corta", la anticipó Marcos Peña en una reunión en la que mencionó el menor costo relativo que tienen las plataformas digitales respecto de las tradicionales. El búnker oficialista ha detectado de todos modos una mayor inclinación por contribuir con María Eugenia Vidal, a quien los aportantes creen con posibilidades de perder frente a Kicillof porque en la provincia de Buenos Aires no hay ballottage.
Los resultados de la contienda bonaerense son el enigma más grande. En Juntos por el Cambio dicen que la gobernadora está entre 4 y 5 puntos por debajo en intención de voto; en el Frente de Todos, que Kicillof encabeza solo por un punto y que eso podría incluirse dentro de los márgenes de error estadístico. ¿Exageran para evitar la fuga de votantes probables hacia otras fuerzas? Solo las próximas internas despejarán esa incógnita.
Los empresarios ven el espectáculo con escepticismo y cierta inquietud. Quisieran estar abocados a otras cuestiones. Algunos de ellos, por ejemplo, han empezado a trazar contrastes con Brasil. No solo por la reforma previsional, que ya tiene media sanción allá y que esperan que sirva de caso testigo para que la Argentina la emprenda y regrese a la senda de la viabilidad económica y la razonabilidad tributaria, sino porque le ven a Jair Bolsonaro una convicción de rumbo del que, hasta ahora, afirman, ha carecido Macri. "Acá damos muchas vueltas: ellos saben a dónde van", se quejó un propietario con inversiones en ambos países.
Brasil está en realidad un paso y medio adelante en las reformas. Antes de abocarse a la jubilatoria aprobó en tiempos de Michel Temer una laboral, la otra que reclaman aquí. Ambas serán los primeros dos desafíos de Macri si es reelegido. Superarlos o no determinará nada menos que el regreso de la inversión a la Argentina. Habrá entonces motivos de celebración bastante más genuinos que el alivio que por ahora propone el Gobierno: no volver atrás.
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