Estudios económicos
Ieral
La recaudación, por detrás del gasto fiscal
La muerte del fiscal Alberto Nisman, así como el tiempo y las circunstancias en que se produjo, significa un duro trance institucional para la Argentina. Dilucidar claramente lo ocurrido resulta imperativo para la credibilidad de la Justicia y la política, pero esclarecer el hecho también resulta importante para la economía del país, ya que afecta la inversión a corto y largo plazo y nos ubica en un peldaño claramente inferior en materia de elegibilidad para los negocios internacionales. Esta situación se suma a un contexto en que el país tenía ya en los últimos años claros inconvenientes en su relación con el mundo, en materia comercial y financiera. El inexistente acceso al financiamiento internacional, junto a los problemas de competitividad estructural y cambiaria, condujo nuevamente al país al viejo problema de la escasez de reservas y la restricción externa, a pesar de haber transcurrido una de las décadas más benévolas para los términos del intercambio externo. La fragilidad macro de la Argentina se refleja claramente al revisar la contabilidad del Banco Central. Pero buena parte de los problemas actuales se deben, además, a una expansión fiscal y del consumo insostenible en el tiempo, que no fue posible de financiar en términos normales. Diversas decisiones de política respecto del gasto público hicieron que el gobierno nacional pase de un superávit primario de 2,5% del PBI en 2007 a un déficit de 2,7% en 2014. La política de subsidios económicos indiscriminados fue la principal responsable: ya representan más de 5% del PBI, cuando no llegaban a 1% en 2006. Así, cada año es menor la proporción del gasto primario que se financia con impuestos.