Existen dos estados de ánimo: hay laburo o no hay laburo
Gran reflexión de Roberto Moldavsky, más que un humorista, para mí, un gran observador del comportamiento social. Creo que hoy nuestra Argentina atraviesa un desalentador clima social, donde el principal problema no es el presente, sino las pocas expectativas que tenemos muchos argentinos sobre nuestro futuro.
La mayoría de nosotros necesita saber, creer y mostrarles a nuestros hijos que podemos valernos por nosotros mismos. No se trata de cobrar un ATP o un IFE, sino simplemente de sentir que uno es necesario para la sociedad. Esa es la principal diferencia entre cobrar un plan social, recibir una dádiva, una herencia, una indemnización, o tener un trabajo que permita generar recursos y, sobre todo, autoestima.
Es que un individuo tiene stock (ahorros) y flujos (ingresos, trabajo, negocios). Si pierde algo de los ahorros llorará una semana, un mes, un año, pero si mantiene el flujo (sueldo, ingresos, negocios) con el tiempo serán una anécdota las pérdidas ocasionales. Pero si pierde el flujo (trabajo), aunque tenga ahorros el paso del tiempo le jugará en contra. Sin proyecto uno se siente vacío, solo se vive pensando: ¿en cuánto tiempo gastaré lo que me queda? Es deprimente vivir pensando eso.
Más importante que el dinero que tiene una persona es qué capacidad, qué intención o qué posibilidades tiene para el buen manejo de ese dinero. Si es capaz o no de generar nuevos ingresos.
Como país, creo que estamos cometiendo el gran error de castigar al que produce y genera trabajo, para aumentar gastos ineficientes. Tenemos el mayor gasto público de nuestra historia, con el mayor nivel de pobreza. Estamos viviendo una clara redistribución del ingreso, sacándole al que produce para dárselo al burócrata que dice repartirla.
“Más importante que el dinero que tiene una persona es qué capacidad, qué intención o qué posibilidades tiene de generar ingresos”
Es por eso que me cuesta entender cómo no comprenden que, si para cobrarle más impuestos se obliga a un productor a “vender su vaca lechera”, se cobra una sola vez ese tributo, pero luego ese productor pierde la capacidad de producir y, con ello, de ganar dinero, con lo cual terminará pagando menos impuestos a las ganancias y menos IVA por la caída del consumo. Resultado obvio: el fisco recaudará menos, desalentando al productor, a sus empleados y a sus familias.
Tener recursos naturales no significa tener riqueza. La riqueza es el valor agregado por un trabajador o el capital de un empresario que, en su tarea habitual, crea o fabrica algo que la gente desea. Un docente genera riqueza porque cada día nos transmite su conocimiento. Un mecánico genera riqueza al arreglarnos el auto. El taxista, al llevarnos al trabajo. Un ingeniero, al construir una sólida infraestructura. Un médico, al curar a nuestros hijos. Cuanto más valorada sea la tarea de un trabajador o un empresario, más riqueza creará. Y el fisco terminará recaudando más.
El valor de los productos no solo se genera por el costo de producirlos, sino por el valor agregado para el comprador. Una vacuna es barata más allá de su precio si evita muertes, y si evita confinamientos que generan más pobreza.
Vamos al grano. ¿La Argentina tiene un problema de flujos o de stocks? Piense en Vaca Muerta, en nuestra posibilidad de generar energías limpias, en las empresas tecnológicas (podríamos exportar tanto como la soja), en nuestra capacidad de generar arte, cine, medicina, diseño, turismo, etcétera. Eso es solo stock si no se crean las condiciones necesarias para generar inversiones genuinas que conviertan esos recursos en riqueza.
Ya sé, usted me va decir que el riesgo político nos hace inviables. Pero déjeme decirle que riesgo político existe en todos los países; supongo que un inglés no está cómodo con el Brexit, ni los franceses con el movimiento de los chalecos amarillos, ni los brasileños con un presidente al menos inusual. Menos aún Perú, Hungría, Turquía, China, Colombia, Chile, Rusia, etcétera.
Pero piense usted ahora, ¿por qué todos estos países no tienen un riesgo país alto, no tienen inflación, su moneda no se devalúa y logran conseguir crédito barato?
“Creo que la baja expectativa sobre el futuro se basa en que los dirigentes gritan mucho. Sin contenido, solo eslóganes y frases hechas”
Simplemente, porque en el fondo estamos cotizando seguridad jurídica. Mire el accionar de nuestra justicia. ¿Usted siente que tiene custodiados sus derechos, su propiedad privada? ¿Alguien puede usurpar su tierra o su casa? ¿Un empleado puede vaciar una compañía? ¿Un municipio puede expropiar vía cobro de impuestos desmedidos el capital de trabajo de un ciudadano? ¿Pueden decir: “¡Invertí que bajo las retenciones!” y cuando llega el momento de cosechar, decir: “Perdón, ahora sí te cobro”? ¿Pueden castigarlo a usted por sorpresa, como pasó con los monotributistas? Si la respuesta es sí a todo, entenderá por qué los inversores piden una tasa de descuento muy alta para invertir en la Argentina. Eso se llama riesgo país o, mejor dicho, país riesgoso. Por eso dejamos de ser un país emergente para ser un país fronterizo, por no respetar las reglas de convivencia internas ni externas.
Creo, además, que la baja expectativa sobre el futuro se basa en que los dirigentes gritan mucho, demasiado. Sin contenido, solo eslóganes sacados de un manual de frases hechas. De chico me enseñaron que el que levanta la voz solo busca callar al que tiene razón. Y vuelvo al viejo recurso de utilizar un cuento, quizás conocido, pero muy gráfico:
“Caminaba con mi padre, cuando se detuvo en una curva y, tras un pequeño silencio, me preguntó:
–¿Oyes algo más que el cantar de los pájaros?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después, le respondí:
–Sí, es el ruido de una carreta.
–Eso es. Es una carreta vacía.
Pregunté a mi padre:
–¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la hemos visto?
–Es muy fácil darse cuenta: cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo una conversación, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y tratando con prepotencia a los demás, noto que solo hace ruido, porque no tiene contenido”.
Termina el cuento con esta afirmación: “Si mucho presumís es que poco valor transmitís.”
Pero las cosas pueden cambiar. Ojalá esta pandemia nos sirva para entender lo que no queremos repetir. Creo que fue Woody Allen quien decía que una persona que ve la vida a los 50 años igual que a los 20 ha desperdiciado 30 años. Siento que nuestros dirigentes siguen enroscados en debates adolescentes.
Creo que ellos deberían estar preocupados por la velocidad de cambio de las sociedades gracias a lo interconectados que estamos.
Para terminar con más ganas de futuro y demostrar que todo puede cambiar, quiero contarles que muchas profecías decían que el mundo se iba a acabar en 2012. Sin embargo, podemos decir que si estamos leyendo esta nota es que vivimos casi 10 años de yapa, y podemos motivarnos con la capacidad de transformación: WhatsApp nació hace algo más de diez años, y hoy es esencial hasta para trabajar y generar flujos de venta. No existía el iPad ni los teléfonos inteligentes. No existía música en streaming; Spotify se lanzó en Suecia y 10 años después la plataforma cuenta con más de 155 millones de usuarios en el mundo que pagan 3 dólares cada uno, con lo cual factura por año casi lo que vale nuestra YPF. Claro ejemplo de que la riqueza ya no es solo tener recursos naturales.
No podíamos hace unos años conectarnos a internet a través de la televisión o ver Netflix y, menos aún, tener educación virtual.
Los asistentes personales inteligentes como Siri, Alexa o Cortana hace diez años no existían, eran inimaginables, no había manera de hablarle a los dispositivos y mucho menos que estos entendieran y pudieran ejecutar una acción o responder. El Bitcoin se convirtió en la criptomoneda con mayor valoración en el mundo, se lanzó en el año 2009 junto con la tecnología Blockchain, que hace posible la descentralización de la información.
Airbnb y Uber surgieron en los últimos diez años y ambas aplicaciones revolucionaron la economía colaborativa. Ahora podemos hacer pagos con el teléfono celular, desde diferentes billeteras virtuales.
En definitiva, la tecnología nos pone al alcance un mundo más placentero, pero también nos muestra, en una imagen, qué lejos estamos de lograrlo, y eso genera mucha frustración y una gran presión para acelerar los cambios.
Amigos, la intención de esta nota es pensar que la velocidad del cambio no se detiene. Ver que otras sociedades logran avanzar nos genera a muchos la motivación de que nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Nuestros abuelos lo lograron. No sea cosa que los que se queden afuera de este cambio sean los que solo se resistan a él y se la pasan gritando consignas vacías. Solo hacen ruido como una carreta vacía.
Otras noticias de Nota de Opinion
Más leídas de Economía
Cotización. Dólar hoy, dólar blue hoy: a cuánto cotizó este domingo 10 de diciembre
Anticipo. Fuerte ajuste fiscal, dólar a $650 y paciencia con la deuda del BCRA, las primeras medidas de Caputo
Dólar cripto. A cuánto cotiza tras la asunción y el discurso de Milei
Del Rodrigazo a hoy. Cómo calcula Milei el 15.000% de inflación y qué dicen los economistas