Rechazos a la oferta por la deuda, emisiones en pesos y precios del petróleo derrumbados, temas en la agenda del mercado
El resultado de la oferta para la reestructuración de la deuda centraliza la mirada de los inversores; la clave es ver qué probabilidad hay de que se caiga en un nuevo default; en tanto, en el mundo hay conmoción por el derrumbe del precio del petróleo y también expectativas por lo que decida la Fed en Estados Unidos
Fue una semana intensa, pero ya a esta altura, uno debe estar más que acostumbrado a eso. Los balances y los datos macroeconómicos siguen estando en el centro de atención de los inversores extranjeros, que buscan medir de forma concreta el impacto de la pandemia. Mientras que, a nivel local, no hay dudas de que los análisis sobre la oferta de deuda y su valor centralizan las miradas. No es extraño. La Argentina está ante un nuevo default o ante el camino de una normalización de su deuda.
La oferta de reestructuración para los bonos en dólares de ley extranjera está sobre la mesa. Y por ahora parece inamovible. De hecho, habrá que esperar a ver cómo viene el nivel de aceptación para poder asegurar qué tan firme o no es la posición del Gobierno. Esto, en un contexto en el cual "endulzar" quizás un poco la oferta, para buscar acercar las posiciones, encierre más una decisión política que económico-financiera.
La primera semana tras la oferta no trajo muchas buenas noticias: hay fondos que ya rechazaron la propuesta, mientras que analistas de mercado se juntan con asesores legales para tratar de analizar la "letra chica" . Por alguna razón, lo irritante para los grandes inversores es la estrategia develada por Martín Guzmán. La reacción del mercado no fue positiva. La semana cerró con caídas promedio de 8% a 12% a lo largo de la curva de dólares, y paridades cada vez más cómodas por debajo de 30%. Si se mira el canje propuesto, hay consenso de que el grupo más favorecido es el de los bonos más cortos (2021, 2022 y 2023). Ni hablar de que todo esto se dio en el marco en donde la Argentina no pagó el vencimiento de US$503 millones y habilitó así la cuenta regresiva de 30 días para evitar o no un default.
Si hay algo en lo financiero que el Gobierno manejó de forma exitosa fue la estrategia para los vencimientos en pesos. Si bien trastabilló a principios de febrero, la realidad es que ha logrado renovar a través de licitaciones semanales gran parte de los bonos y, en consecuencia, alivió la presión sobre la emisión. Entre diferentes bonos y letras, considerando los canjes, el Gobierno emitió hasta ahora $1.110.000 millones.
Primero la estrategia fue la de las Lebad, para ir con el paso de los meses hacia emisiones de Letras a descuento y bonos indexados por CER, que permitieron ir extendiendo gradualmente los plazos de vencimientos. También hubo alguna emisión dólar linked, pero no fueron las que explicaron la mayor parte de las nuevas colocaciones. El siguiente gran desafío va a llegar recién en junio con la amortización del Bopomo 2020 (TJ20). Su vencimiento de capital e intereses alcanzaría los $146.600 millones. Igual, está claro que en ese momento la posibilidad de una renovación alta dependerá no solo de lo ingenioso que pueda haber resultado el Gobierno con su oferta de canje "voluntaria", sino también de cómo haya sido el resultado en la reestructuración deuda externa.
La semana que pasó fue histórica para el mercado de petróleo, que cotizó por primera vez con valores negativos. Más allá de la caída notable de demanda, hay dos factores que se conjugaron para empeorar la situación. Entre ellos, la dinámica del WTI, donde los contratos de futuros (que vencen el 21 de cada mes) de este instrumento se liquidan con la entrega física del bien, en momentos en que la escasez de almacenamiento es cada vez mayor y los inversores "especuladores" no buscaban quedarse con un barril en sus casas.
Para entender la magnitud, hoy la capacidad de Cushing -una de las mayores instalaciones de almacenamiento del mundo- ya supera el 80%, con un suba promedio semanal en abril de 5.6bdp que, de mantenerse, lograría en dos o tres semanas alcanzar la capacidad máxima. El gobierno de Donald Trump busca desacelerar este proceso y, por ahora, parece haber convencido al mercado. La curva de futuros del petróleo pareciera normalizarse -los precios de julio ya se ubican por encima de los US$20 por barril y para diciembre se acercan a los US$30-. No obstante, de continuar dentro de este marco, no se puede descartar que este shock se repita el mes próximo.
La actividad económica está en punto muerto y mientras la única vacuna sea el aislamiento, la recuperación será más lenta. Si bien en China, el "caso modelo", estaría demostrando que hay futuro (la actividad en marzo repuntó fuertemente), el presente no deja de ser muy incierto.
La Unión Europea y los Estados Unidos informaron caídas históricas en el Índice de Gerentes de Compras (PMI), cifras peores que en la crisis financiera del 2008, y así el driver de las cotizaciones -ya por fuera de la curva de contagio, la cantidad de muertos o la ocupación de las camas de terapia intensiva- comenzó a ser el impacto en la actividad. Proyección que se va ajustando a medida que se ajusta el tiempo de la cuarentena. Hoy, quizá lo más simple y rápido de monitorear son las peticiones semanales del seguro de desempleo. Con los números de esta semana se han superado con creces los 22.442 millones de empleos recuperados desde la Gran Recesión. Lo cual significa que la idea de que la tasa de desempleo escale al 20% podría no ser tan errada. La Fed no podrá obviar esto en su reunión de política monetaria el martes próximo, donde tampoco podrá dejar de monitorear las presiones inflacionarias.
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