Guy Ryder: "Los sindicatos deben cuidar su independencia política"
El director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que la fragmentación de las entidades gremiales debilitan su acción, pero advierte que debe regir la libertad para asociarse
Su visita a la Argentina se dio en un momento muy particular. El lunes pasado, a la hora del atardecer, fue ubicado en primera fila para participar del acto en Casa de Gobierno, en el que la presidenta Cristina Kirchner anunció los cambios en el impuesto a las ganancias que pesa sobre los trabajadores, uno de tantos temas que provoca hoy una puja entre sindicatos y el Gobierno. En varias reuniones, escuchó luego la visión que, sobre la realidad laboral del país, le ofrecieron líderes gremiales de diferente alineación, dirigentes empresarios, y funcionarios del Gobierno.
Tras su actividad oficial, que incluyó un encuentro con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, el director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Guy Ryder, recibió a LA NACION y, entre otras definiciones, sostuvo que es "absolutamente necesario" que los sindicatos mantengan su independencia del poder político.
Consideró que, sobre ese punto, la situación argentina es "muy compleja" y advirtió que lo preocupante es "la segmentación" del movimiento de los trabajadores, porque hace que se pierda fuerza para la acción. Trajo como ejemplo al grupo sindical del que él mismo proviene y que fue la semilla del Partido Laborista en el Reino Unido. "Los sindicatos crearon el partido, pero siempre supieron guardar su independencia, más allá de sus afinidades", afirmó.
Máxima autoridad de la OIT desde octubre del año pasado, Ryder dijo notar preocupación, entre los actores sociales de nuestro país, por los altos índices de informalidad, pero no un plan de acción concreto para reducirla o eliminarla. Y esa lucha contra lo no registrado, dijo, es una de las prioridades que se propuso a nivel mundial para su gestión en el organismo, al que dice querer llevar a un lugar de mayor protagonismo e influencia. Otro tema que definió como central es la lucha contra el desempleo juvenil: según Ryder, un buen plan de acción para incorporar a los jóvenes al mundo laboral tiene un costo económico que es la mitad que el costo que tendría no hacer nada.
Ryder consideró que la independencia sindical no se contrapone a la necesaria libertad para la creación de organizaciones de trabajadores. Y dijo confiar en que la Argentina haga avances para contrarrestar las varias denuncias que tiene por falta de libertad para la asociación gremial. Caso contrario, el tema podría ser analizado en la reunión anual de la OIT, en junio próximo.
–¿Qué conclusiones se lleva de la realidad laboral del país?
–En una situación internacional de crisis, con el desempleo creciendo a nivel global, América latina en general y la Argentina en particular están saliendo relativamente bien de esto. No quiere decir que todo sea perfecto, pero tengo una impresión relativamente positiva de la coyuntura.
–Su visita coincidió con anuncios sobre el impuesto a las ganancias, ¿cuál es su visión con respecto a que el salario esté gravado y a la cuantía de esa carga fiscal?
–Es evidente que en una situación como la argentina, donde la negociación colectiva da resultados de 20 o 25% [de suba salarial], la revisión de los parámetros del impuesto es casi un reflejo automático, algo coherente con los resultados de esas negociaciones. En las reuniones que tuve con los dirigentes no vi sorpresa ni enfado por lo anunciado.
–El tema está en discusión por los efectos del alza de precios; ¿cómo afecta la inflación al mundo del trabajo?
–Es un problema en la medida en que impacta en el nivel de vida. Tengo entendido que por lo general aquí de la negociación colectiva resulta una compensación para los salarios. En ese caso el impacto es neutro. Pero hay que ver en el nivel macro si esto es sostenible en el largo plazo. Ése es otro debate, porque la cuestión de la confianza y las inversiones es algo importante.
–En la Argentina, la CGT, que antes estaba aliada al Gobierno, ahora está enfrentada. ¿Cuál cree usted que debe ser la relación adecuada entre sindicatos y poder político?
–Soy partidario de la independencia sindical. Es absolutamente necesaria y eso no quiere decir que no haya afinidades o alianzas, lo cual me parece totalmente legítimo. Yo vengo de un movimiento sindical que creó el Partido Laborista en el Reino Unido, pero esos sindicatos siempre han sabido guardar su independencia. El día en que un sindicato llegue a ser el instrumento de un partido político en el Gobierno, su función ya no es posible. Como usted ha dicho, la Argentina tiene una situación muy compleja en materia de esta relación.
–¿Le plantearon que hay una intromisión del Estado en temas de la vida sindical?
–Sí, se habló de esto en las reuniones. Algunos sectores del sindicalismo piensan que la división actual es resultado de la injerencia del Estado en la vida sindical y otros dicen que no, que es sólo una cuestión de los sindicatos. La fragmentación encierra cierto peligro. Creo que, como dicen, la unidad es la fuerza, aunque la libertad sindical implica el derecho de formar el sindicato que uno crea conveniente.
–¿Cómo se compatibiliza entonces esa necesidad de unidad con la libertad sindical? Nuestro país tiene varias denuncias ante la OIT por este tema.
–La unidad no se puede imponer, tiene que ser una elección de los trabajadores. En muchos países, como el caso de Alemania, existe una sola central muy poderosa pero a la vez hay libertad sindical. Los trabajadores tienen el derecho perfecto de formar otra central pero no lo hacen, por las ventajas que da la unidad. Es cierto que hay quejas presentadas ante la OIT sobre el caso argentino, que han sido examinadas en las instancias correspondientes, y hay que reconocer que no se ha avanzado mucho en la aplicación de las recomendaciones. Yo quiero y espero que se puedan aplicar correctamente los convenios de la OIT en esta materia de libertad, y esto va por todos los países miembros. Yo soy optimista, creo que hay disposición para buscar fórmulas adecuadas.
–En la conferencia anual de la OIT, en junio, ¿el país podría recibir alguna sanción?
–Una sanción no, pero sí podría ser un tema de debate a nivel internacional y de allí podrían surgir nuevas recomendaciones, por eso es mejor que se avance antes.
–El desempleo aquí, como en muchas partes, afecta mucho más a los jóvenes, y las mujeres jóvenes en particular, ¿cuáles son los consejos frente a eso?
–Las tasas de desempleo juvenil son dos o tres veces más altas que las generales. Hay casos como el de España, donde estamos hablando de 56% de la población de menos de 25 años sin empleo; en Grecia también la situación es grave. Y cuando los jóvenes encuentran una ocupación muchas veces es algo precario. Para las mujeres es peor aún. Ha llegado el momento en que los políticos dicen que es una situación humana, social y económicamente inaceptable. En Europa veo una reacción que da lugar a cierto optimismo, porque se discute la "garantía juvenil" que propone la Comisión Europea. Implica que un joven que no trabaja ni estudia tenga derecho o a un plan de formación o a un puesto de trabajo apoyado por el Estado. Hay quienes piensan que es muy bonito pero que va a costar una fortuna. Nosotros estimamos que el costo es la mitad de no hacer nada, es decir, si se tiene en cuenta lo que cuestan los planes sociales y la pérdida de producción de mantener a los jóvenes desempleados, el costo de las garantías juveniles es mucho más bajo.
–¿Y qué podrían hacer los países contra la informalidad, un problema importante aquí?
–La primera recomendación es que la formalización tiene que ser un reto, una responsabilidad compartida entre gobierno, empleadores y sindicatos. En las conversaciones que mantuve en la Argentina las tres partes coinciden en decir que todos tienen responsabilidad y se habla de un 35% de informalidad. El fenómeno es muy variado. Las políticas a aplicar pueden ser muy distintas según el país, pero cada uno debe hacer del tema una prioridad.
–Usted destacó que notó preocupación entre los dirigentes y funcionarios, ¿vio también algún plan de acción que parezca bien encaminado?
–No, me puedo equivocar, pero no veo un plan de acción. Sí la voluntad política y eso es muy importante. Es un fenómeno complicado.
–En el sector empresario muchas veces se dice que los planes sociales desincentivan la búsqueda de empleo, ¿coincide?, ¿qué hacer si es así?
–Es un argumento que uno escucha. Aunque depende de los sistemas, dudo mucho de que la ayuda social de la Argentina sea un desincentivo al trabajo. Escucho esos argumentos en Europa, donde uno lo podría considerar porque el estado de bienestar está más desarrollado. Hay que evitar políticas que generen dependencia de programas de protección social; se pueden combinar con políticas de activación, para que así la participación en el mercado de trabajo suba. En Europa hay un efecto desaliento: las personas piensan que no va a encontrar trabajo y se retiran. Desde el inicio de la crisis hay 28 millones más de parados en el mundo, pero hay otros 39 millones que se retiraron del mercado. Desde 2007 se generó un déficit de 67 millones de puestos.
–¿Qué prioridades o líneas de acción se propuso para su gestión al frente de la OIT?
–Hay temas internos, como la necesidad de mejorar la calidad del trabajo técnico, porque la influencia de la OIT depende en gran parte del análisis que haga sobre el mundo del trabajo. Si queremos tener el peso del FMI o del Banco Mundial, tenemos que hacer nuestro trabajo con la más alta calidad posible. La OIT está en la mesa del G-20 y quiero que su influencia sea más grande. Ahora que Rusia toma la presidencia del G-20 ha decidido convocar a una reunión conjunta de ministros de Trabajo y de Finanzas, porque las decisiones en las finanzas impactan en el empleo. Otro tema es lograr una mayor participación del empresariado en la OIT.
–Sobre la calidad de los datos, ¿tiene algún comentario sobre los que provienen del Indec?
–Sobre los índices de inflación estamos conscientes de que hay un debate y de que el FMI está involucrado. Yo no tengo comentarios sobre eso. Lo que es evidente es que nos faltan estadísticas fiables de los países en temas laborales, que sean comparables a nivel internacional. Y nos comprometemos a mejorar el trabajo en ese sentido.
Guy Ryder
Director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT)
- Nació en Liverpool, Reino Unido, en 1956. Estudió en las universidades de Cambridge y Liverpool
- En 1981 ingresó como asistente del Trades Union Congress, en Londres. Luego inició su rol internacional en el mundo sindical
- Entre septiembre de 2010 y de 2012 estuvo a cargo del departamento de Normas y Principios y Derechos Fundamentales del Trabajo de la OIT. En octubre asumió al frente del organismo
- La OIT es una agencia de las Naciones Unidas de carácter tripartito, porque está integrada por representantes de los gobiernos, los empleadores y los trabajadores. Elabora normas internacionales de trabajo y supervisa su cumplimiento