Hambre de alimentos y de estabilidad
Santiago, Chile.– Raras veces el Día Mundial de la Alimentación (celebrado anteayer) se rodeó de tanta incertidumbre.
Los mayores niveles de volatilidad de los precios de las materias primas agrícolas en las últimas décadas y la velocidad de las fluctuaciones amenazan a productores y consumidores en todo el mundo.
El índice de precios de los alimentos de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura, por sus siglas en inglés) muestra curvas acentuadas desde 2006, cuando un continuo aumento impulsó los precios a un récord a mediados de 2008.
Los precios bajaron notoriamente en el segundo semestre de ese año, pero, al año siguiente, reanudó un movimiento ascendente que se agudizó en 2010 hasta alcanzar un nuevo nivel histórico.
Es donde nos encontramos ahora.
Cuando los precios rebotan en direcciones opuestas con la misma fuerza en un corto tiempo, es muy difícil no cometer errores en el cálculo.
Ellos pueden tomar la forma tanto de un excedente de siembra, como de una inversión insuficiente.
En la cuerda floja
En este ambiente de incertidumbre global, el hambre también amenaza con invadir el hogar de millones de familias que viven en la cuerda floja, a veces por encima y a veces por debajo de la línea de pobreza.
Casi una de cada siete personas en el mundo pasa hambre en el siglo XXI. Casi el 80 por ciento de la humanidad vive con menos de diez dólares por día.
El último informe de la FAO sobre la situación de hambre en el mundo ( http://www.fao.org/publications/sofi/es / ) indica que la reanudación de las inversiones en la agricultura y la seguridad alimentaria en los países pobres y en desarrollo es un requisito para asegurar el bienestar de miles de millones de personas, en un entorno de altos precios internacionales de las materias primas y de persistente volatilidad.
El fomento de la agricultura familiar y la recuperación de alimentos tradicionales son estrategias que reducen la dependencia de los volátiles mercados de las commodities, generan ingresos y trabajo para la población y ofrecen una diversificación de la dieta saludable.
El complemento de este apoyo a la producción es el fortalecimiento de las redes de seguridad social, una forma de ayuda inmediata a las familias vulnerables que pueden estimular los mercados locales.
Donde hay hambre en el campo, hay comunidades rurales agobiadas económicamente, como la vegetación seca de un campo sin agua.
Lluvia en tierra seca
Políticas de transferencias de ingresos actúan como lluvia en esta tierra seca, permitiendo que vuelva a florecer.
Sembrar, cosechar y consumir es lo que hace girar la rueda de la economía de millones de pequeñas comunidades en el planeta.
Llevado a una escala más amplia –y acompañada de crédito, asistencia técnica y mercados garantizados–, ese foco no sólo responde a la urgencia del hambre, sino también puede ser uno de los motores para superar la crisis e impulsar el desarrollo de los países.
No podemos percibir este esfuerzo como algo desconectado de la crisis, sino como un elemento que puede aglutinar a los gobiernos, la sociedad civil y la iniciativa privada, y entregar coherencia a la reordenación mundial social y productiva requerida por la crisis.
El autor es representante regional de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para América latina y el Caribe, y director general electo de la organización.
Jose Graziano Da Silva
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