Hora de cambiar.La reconversión de la industria del cuidado infantil en EE.UU.
La pandemia del coronavirus está golpeando de modo especialmente duro a las guarderías y otros negocios dedicados al segmento de los niños
Entre el cierre de las escuelas y las órdenes de aislarse para frenar la extensión del covid 19, los padres de todo Estados Unidos ahora están en cuarentena con sus hijos. Para los que pueden trabajar desde el hogar, esto significa barajar una variedad de roles sumados a sus empleos de tiempo completo.
Bajo circunstancias normales podrían encargar este trabajo a proveedores de cuidados para los niños. Y para muchos padres con trabajos esenciales que no tienen el lujo de poder trabajar desde la casa, desde médicos hasta empleados de supermercados ese ha sido el caso. Pero a partir del autoaislamiento, muchos padres han sacado a sus hijos de las guarderías y despedido a las mujeres que cuidaban a sus chicos. Y los trabajadores dedicados al cuidado de los niños están sintiendo los efectos.
"Lamentablemente vemos muchas familias que tienen que reducir las horas de sus niñeras o simplemente despedirlas", dice Katie Provinziano, fundadora y CEO de Westside Nannies, una agencia de niñeras con sede en Los Ángeles. "Cada día desde que comenzó esto ha habido niñeras que nos llamaron para decirnos que fueron despedidas. Incluso hace sólo 20 minutos una niñera que colocamos con una familia dijo que habían despedido a todo el personal de la casa. En gran parte ello se debe a que nuestros clientes mismos no están trabajando".
Ante este panorama, incontables guarderías quedaron al borde de tener que cerrar sus puertas. Estados como Massachusetts han dado órdenes de cerrar la mayoría de las guarderías con la única excepción de las que trabajan con hijos de trabajadores de las industrias consideradas como esenciales. Y no se sabe si los trabajadores afectados se recuperarán: en una encuesta reciente de la Asociación Nacional para la Educación de Niños, casi un tercio de las firmas del sector dijeron que no sobrevivirían a un cierre que excediera dos semanas sin la asistencia del público. "Esta gente tiene familias-dice Provinziano- tienen cuentas que pagar. Y a menudo viven al día".
Muchos de las personas que se dedican al cuidado de niños que siguen trabajando permiten que los médicos, las enfermeras y otros trabajadores de sectores esenciales puedan hacer sus tareas, aunque ello signifique ponerse en riesgo. "En términos de niñeras que trabajan para profesionales de la salud, estamos hablando con ellas y las consideramos trabajadoras de la primera línea de la batalla", dice Provinziano. "Se puede estar en una situación en la que ambos padres trabajan en lugares donde están expuestos diariamente. Realmente ponen sus vidas en riesgo y como resultado también afecta a su niñera".
A continuación, cinco testimonios de trabajadores del sector de los cuidados infantiles en todo Estados Unidos acerca de cómo ha impactado en sus vidas el brote de coronavirus y cómo navegan la nueva realidad.
"Si no trabajo, ese día no como".
Mónica Sánchez, de 45 años, trabaja para dos familias en San José, California. Cuando se dio la orden de aislarse le pidieron que se quedara en su casa. Sánchez que gana unos US$800 por semana y no tiene días de descanso ni licencia por enfermedad, le dijo a sus empleadores que no podría alimentarse si perdía de repente su fuente de ingresos. "La verdad es que hubiera sido realmente duro" dijo Sánchez a través de un traductor. "No hubiera podido sostenerme. Si hubiesen cortado mis horas me vería afectada emocionalmente y económicamente".
Y por tanto sus empleadores decidieran que continuarían pagándole a Sánchez al menos por el momento. "Si no trabajo un día ese día no como", dice. "Les hablé con toda honestidad. El acuerdo que hicimos es que me pagarán 40 horas. Pero cuando vuelva se los devolveré en horas trabajadas. Agregaré dos horas más a mi carga horaria todos los días pero eso será gratis porque me lo están pagando por adelantado".
Sánchez sabe que compensar el tiempo no será fácil cuando vuelva al trabajo. "Sé que voy a estar cansada más adelante, al trabajar estas horas extras", dice. "Pero estoy realmente contenta de que no me hayan echado", sostiene.
Sánchez conoce otras niñeras que han sido despedidas o no tienen más opción que viajar ida y vuelta a las casas de sus empleadores. Ella cree que las familias para las que trabaja están haciendo lo mejor que pueden dadas sus propias circunstancias.
"Siento que hicimos un acuerdo justo", dice de su principal empleador. "La madre trabaja por hora y el marido tiene su propio negocio y sé que tres clientes le cancelaron por lo que ellos también tienen dificultades financieras. Si la mamá no trabaja tampoco le pagan. Por lo que cuando vuelva para trabajar para ellos voy a ayudarlos trabajando dos horas extras mientras recuperan sus finanzas".
Si la cuarentena se extiende más allá de abril, Sánchez no sabe lo que eso significará para ella. "No sé si las familias para las que trabajo tendrían la capacidad financiera de seguir sosteniéndome porque también les afectaría", dice. "No quiero que esto continúe porque todos estamos afectados. Realmente quiero ayuda del gobierno para todos".
"Si me quedo aquí no creo que pueda encontrar otro trabajo".
Para muchas niñeras que siguen trabajando en los tiempos del coronavirus, ser empleada significa atender a los hijos de trabajadores esenciales muchos de los cuales corren mayor riesgo de contraer covid 19. Hace dos semanas la familia que emplea a Melissa Lozano, una niñera en Los Altos, California, se fue a Montana. Su plan inicial era volver en los primeros días de abril y en el ínterin seguirían pagándole a Lozano.
"Cuando hablamos nuevamente dijeron ?no sabemos si vamos a volver hasta agosto'" dice Lozano. "No dijeron nada acerca de continuación del pago sino me necesitan. Todo estaba en el aire".
Luego compraron una casa y le pidieron a Lozano que se mudará con ellos. Para proveedores de cuidados infantiles que tienen sus propias familias u otras obligaciones esto podría representar una opción imposible. Pero para Lozano que es soltera y no tiene hijos la decisión era clara. "Para mí no es difícil en el sentido de que tenga que dejar una familia", dice. "Soy muy flexible". Pero aunque tuviera una pareja, Lozano dice que probablemente tendría que tomar la difícil decisión de desarraigar su vida. "Si me quedo aquí no creo que pueda encontrar otro trabajo ahora", asegura.
"Mi trabajo hoy va más allá de un empleo"
Como niñera de una familia con dos trabajadores de salud esenciales -un farmacéutico y una médica de sala de emergencias que trabaja directamente con pacientes afectados por el covid 19- Amanda Murray, de 25 años, sabe que se está exponiendo a mayor riesgo.
"No estoy preocupada por mí sino por contagiar a alguien que tenga más problemas", dice. "Eso decididamente me pone nerviosa. Por lo que me he mantenido alejada de mi familia y realmente me he aislado. Cuando llego a casa toda mi ropa va directo al lavarropa y mis zapatos quedan afuera. Voy derecho a la ducha".
Murray por lo general complementa sus ingresos cuidando niños para otras familias, cosa que ya no puede hacer, dada su exposición potencial al coronavirus. Por lo que para compensar por el ingreso perdido da clases online por la noche. También están cambiando sus horas como niñera dado que su empleador se ve obligado a pasar cada vez más tiempo en el hospital, atendiendo pacientes con covid 19. Y la familia de su empleador tiene un plan respecto de cómo proceder si cualquiera de ellos contrae el virus. Murray se mudará en ese caso a su hogar temporariamente pasando a un arreglo de cama adentro.
Pese al riesgo Murray cree que está ofreciendo un servicio crítico, que su trabajo como niñera permite a otra persona ayudar a pacientes de coronavirus. "Incluso es un poco emocionante", dice de la experiencia. "Obviamente es duro para la madre porque advierte que tiene dos bebés que pone en riesgo pero el modo en que hemos podido conectarnos, es un vínculo que nunca se romperá. Esto va más allá de un empleo ahora. Ella necesita estar en el hospital para ayudar a la gente y yo soy el vehículo para ayudarla a hacer eso".
"Soy afortunada de que los padres sean conscientes de que yo necesito ganarme la vida".
Solo dos familias siguen llevando sus hijos al hogar de Shawnna Ryan, una educadora en Bozeman, Montana. Al igual que otros proveedores de cuidados infantiles, Ryan ha actualizado su rutina de limpieza y desinfección, aunque no tenga llena su casa. Para realizar una limpieza profunda antes y después de que los niños estén en su casa, Ryan le ha robado dos horas a su horario de trabajo diario. "Durante el día tomamos precauciones extras", dice. "Lavamos las manos en cuanto entran los chicos y les tomamos la temperatura".
Una cosa que da que pensar a Ryan es que su madre, que vive con ella, ayuda en la guardería. "Mi madre está en la categoría de personas en riesgo, por lo que eso decididamente me preocupa un poco", dice. "Nadie quiere tener esto. Suena horrible".
Pero para Ryan el impacto financiero de perder el trabajo de familias que retienen a sus chicos en casa ha sido mitigado por su generosidad. "Trabajo con una familias maravillosas", dice. "Todas pagaron el próximo mes completo y todas tomaron contacto conmigo y me dijeron ?realmente te apreciamos y no queremos que te veas afectada porque decidimos retener a los chicos en casa' por lo que me siento súper afortunada de que los padres son conscientes del hecho de que yo también necesito ganarme la vida".
Como educadora que pertenece a la red My Village de proveedores de atención en sus hogares, Ryan tendría un colchón financiero aún sin el apoyo de las familias. Con la ayuda de inversores, MyVillage recientemente armó un fondo de alivio: en caso de sospecharse un contagio de coronavirus, se le devolverá a los padres la mitad de la cuota de la guardería, mientras que a los proveedores de MyVillage se los compensa por el costo total de cerrar su guardería por completo.
Ryan sabe que tiene una red de seguridad de la que disfrutan pocas firmas del sector. "Me siento extremadamente agradecida", dice. "En los tiempos duros una ve a quién le importa realmente y quiénes son los que trabajan para que la comunidad pueda seguir adelante. Eso alegra el corazón".
"¿Todo nos preguntamos: podremos reabrir?"
En las últimas semanas Kirsten Lance ha tratado de mantener abiertas las puertas para los padres y los empleados por igual. Lance ópera tres guarderías en el condado de Thurston, estado de Washington -que incluye la capital del estado, Olympia- y supervisa 43 empleados y más de 200 niños. En Washington se considera la atención de los niños como un servicio esencial. Pero entre las dificultades para conseguir provisiones y la pérdida de ingresos en la medida que los padres sacan a los chicos de las guarderías, Lance dice que simplemente ya no está en condiciones de mantener abiertas las guarderías.
"Es realmente duro porque tenemos padres que son enfermeras y doctores y personal de respuesta temprana", dice Lance. "Pero nos estamos quedando sin materiales. Hoy tenemos mínimas reservas de guantes y artículos de limpieza. El otro día faltaban las galletitas". Con los costos fijos de sus negocios, Lance no puede pagar a todos sus empleadas si no tiene capacidad completa. Su guardería más grande tiene licencia para cuidar a casi 100 chicos. Pero cuando ahora sólo tiene 13 chicos, tres de los cuales son hijos de empleadas del lugar. Para el fin de la semana los tres centros se cerrarán sus puertas.
"Mis facturas no paran de crecer", dice. "Tengo tres edificios con alquileres de US$20.000. Tengo empleadas que siento que tengo que proteger. Siento que tengo que estar con ellas aquí en los centros. ¿Por qué no voy a estar trabajando si las hago trabajar a ellas? Las pongo en peligro y yo tengo problemas cardíacos por lo que me estoy poniendo en peligro a mí misma". El Estado ha ofrecido poco apoyo financiero, dice Lance, pese a que los cuidados infantiles son un servicio esencial. "Lo que realmente me afecta es que estas mujeres que están trabajando para mi tienen familias y sólo están recibiendo entre US$188 y US$247 por semana del seguro de desempleo". Para muchas de las empleadas de Lance lo que cobran por el desempleo en un mes equivale a menos de lo que cobrarían en una sola semana.
"Tengo empleadas que han sido testeadas", dice. "Tengo empleadas que están enfermas y no pueden trabajar, lo que nos pone a todos en peligro junto con los chicos. No puedo hacerlo. Estoy cansada y he estado esforzándome y siento que hay falta de apoyo. Hace años que vivimos esta situación, pero ahora todo empeoró para el sector de los cuidados".
Lance espera poder reabrir en pocas semanas, aunque eso signifique operar sólo un centro con menos personal. Aún así para Lance y sus pares el futuro es incierto.
"Al cerrar estoy tratando de proteger el negocio porque si sigo pagando los salarios no voy a poder cumplir después de dos meses", dice. "¿Todo nos preguntamos: podremos reabrir?".ß
Texto Pavithra Mohan | Foto Fast Company | Traducción Gabriel Zadunaisky
que los niños estén en su casa, Ryan le ha robado dos horas a su horario de trabajo diario. "Durante el día tomamos precauciones extras", dice. "Lavamos las manos en cuanto entran los chicos. Les tomamos la temperatura".
Una cosa que da que pensar a Ryan es que su madre, que vive con ella, ayuda en la guardería. "Mi madre está en la categoría de personas en riesgo, por lo que eso decididamente me preocupa un poco", dice. "Nadie quiere tener esto. Suena horrible".
Pero para Ryan el impacto financiero de perder el trabajo de familias que retienen a sus chicos en casa ha sido mitigado por su generosidad. "Trabajo con una familias maravillosas" dice. "Todas pagaron el próximo mes completo y todas tomaron contacto conmigo y me dijeron ?realmente te apreciamos y no queremos que te veas afectada porque decidimos retener a los chicos en casa' por lo que me siento súper afortunada de que los padres son conscientes del hecho de que yo también necesito ganarme la vida".
Como educadora que pertenece a la red My Village de proveedores de atención en sus hogares, Ryan tendría un colchón financiero aún sin el apoyo de las familias. Con la ayuda de inversores, MyVillage recientemente armó un fondo de alivio: en caso de sospecharse un contagio de coronavirus, se le devolverá a los padres la mitad del costo, mientras que a los proveedores de MyVillage se los compensa por el costo total de cerrar su guardería por completo.
Ryan sabe que tiene una red de seguridad de la que disfrutan pocos otros proveedores de cuidados. "Me siento extremadamente agradecida", dice. "En los tiempos duros una ve a quién le importa realmente. Una ve quién quiere hacer que la comunidad sigue adelante. Eso alegra el corazón".
"¿Todo nos preguntamos: podremos reabrir?"
En las últimas semanas Kirsten Lance ha tratado de mantener abiertas las puertas para los padres y los empleados por igual. Lance ópera tres guarderías en el condado de Thurston, estado de Washington -que incluye la capital del estado, Olympia- y supervisa 43 empleados y más de 200 niños. En Washington se considera la atención de los niños como un servicio esencial. Pero entre las dificultades para conseguir provisiones y perder ingresos en la medida que los padres sacan a los chicos de las guarderías, Lance dice que simplemente ya no es sostenible mantener abiertas las guarderías.
"Es realmente duro porque tenemos padres que son enfermeras y doctores y personal de respuesta temprana", dice Lance. "Pero nos estamos quedando sin cosas. Hay mínimas reservas de guantes y material de limpieza. El otro día faltaban las galletitas". Con los costos fijos de sus negocios, Lance no puede pagar a todos sus empleadas si no tiene capacidad completa. Su guardería más grande tiene licencia para cuidar a casi 100 chicos. Pero cuando ahora sólo tiene 13 chicos, tres de los cuales son hijos de empleadas del lugar. Para el fin de la semana los tres centros se cerrarán sus puertas.
"Mis facturas no paran de crecer", dice. "Tengo tres edificios con alquileres de US$20.000. Tengo empleadas que siento que tengo que proteger. Siento que tengo que estar con ellas aquí en los centros. ¿Por qué no voy a estar trabajando si las hago trabajar a ellas? Las pongo en peligro y yo tengo problemas cardíacos por lo que me estoy poniendo en peligro a mí misma". El Estado ha ofrecido poco apoyo financiero, dice Lance, pese a que los cuidados infantiles son un servicio esencial. "Lo que realmente, realmente me afecta es que estas mujeres que están trabajando para mi tienen familias y sólo están recibiendo entre US$188 y US$247 por semana del seguro de desempleo". Para muchas de las empleadas de Lance lo que cobran por el desempleo en un mes equivale a menos de lo que cobrarían en una sola semana.
"Tengo empleadas que han sido testeadas", dice. "Tengo empleadas que están enfermas y no pueden trabajar, lo que nos pone a todos en peligro junto con los chicos. No puedo hacerlo. Estoy cansada y he estado esforzándome y siento que hay falta de apoyo. Hace años que hay falta de apoyo en el sector de los cuidados infantiles, pero ha empeorado mucho".
Lance espera poder reabrir en pocas semanas, aunque eso signifique operar sólo un centro con menos personal. Aún así para Lance y sus pares el futuro es incierto. "Al cerrar estoy tratando de proteger el negocio porque si sigo pagando los salarios no voy a poder cumplir después de dos meses", dice. "¿Todo nos preguntamos: podremos reabrir?".
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