Iniciativa privada, integración y reglas de juego claras, claves para un futuro mejor
Es el gran desafío que enfrentamos los argentinos: no será tarea fácil, pero tampoco es una meta inalcanzable
En la última escena de la trilogía Volver al Futuro, el Dr. Brown, ante un papel con letras que se desvanecen, explica el fenómeno afirmando que “tu futuro no ha sido escrito, ni el de ninguno, tu futuro es el que tú te formes”. Aunque parezca una obviedad, es algo para destacar: muchos plantean el porvenir como si fuera inamovible, cuando en verdad depende de decisiones que nosotros mismos tomamos en el presente. Esto no implica negar la existencia de tendencias ni desconocer la utilidad de los análisis prospectivos –particularmente valiosos en una coyuntura vertiginosa como la actual–, pero sí poner de relieve sus limitaciones y destacar nuestro rol como protagonistas.
Aunque no debemos bajar la guardia, poco a poco lo peor de la pandemia parece quedar atrás y, en este marco, el sector comercio y servicios y la economía argentina en general registran repuntes significativos. Son progresos bienvenidos, aunque deben evaluarse considerando la magnitud de la caída de 2020, que se sumó a un estancamiento de una década.
Más allá de esta recuperación, y si extendemos un poco el horizonte temporal, nos encontramos con un escenario que se parece al que teníamos en marzo de 2020, pero que, a la vez, es distinto. Se parece porque muchos de los problemas que teníamos hace dos años siguen bien presentes. Y es distinto porque buena parte de los males en materia económica y social –como la pobreza y la ausencia de dinamismo del mercado laboral– se potenciaron durante los difíciles meses de emergencia sanitaria y severas restricciones.
Pero no todo es sombrío. Cuando la polvareda de la crisis del Covid-19 empieza a asentarse, nos encontramos frente a oportunidades desaprovechadas por largo tiempo y que afortunadamente aún están disponibles. Recursos humanos destacados, cuantiosas riquezas naturales, vocación emprendedora, empresas y centros de investigación de vanguardia, entre otros elementos alentadores.
A la vez, en medio de tanto dolor por las pérdidas humanas y materiales, durante estos meses afloró nuestra capacidad de sobreponernos a la adversidad y lidiar con un contexto incierto y cambiante, a la par que descubrimos masivamente el potencial que se deriva de las nuevas tecnologías, que abren las puertas a posibilidades inimaginadas hasta no hace mucho tiempo. El teletrabajo, por ejemplo, representa una herramienta poderosa para lidiar con las asimetrías regionales y frenar el éxodo hacia las grandes ciudades, a la vez que permite la expansión de la exportación de servicios, con sus positivas consecuencias en materia de empleo, valor agregado y generación de divisas.
Tenemos, pues, elementos para imaginar futuros bien disímiles. El balance final dependerá de cuáles predominen: si seguimos entrampados en la “industria del juicio laboral”, la excesiva carga tributaria, las regulaciones vetustas, la expansión de la marginalidad, la infraestructura deteriorada y un largo etcétera, el comercio y los servicios, las actividades económicas en general y el conjunto de los ciudadanos ciertamente padeceremos nuestro porvenir. Si, por el contrario, logramos que primen la iniciativa privada, la inteligente integración con el mundo, reglas de juego claras, estables y justas, la economía del conocimiento y otro largo etcétera, viviremos años mucho más prometedores. No se tratará de un paraíso –mejor así; la historia muestra que cada vez que se pretendió instaurar un paraíso terrenal se acabó por edificar algo bastante parecido al infierno– pero sí será un país más vivible, en el que los hombres y mujeres que tenemos la fortuna de habitarlo contaremos con mayores posibilidades de desarrollar nuestro potencial y construirnos existencias más plenas, para nosotros y para los que nos rodean. No es poco.
Volviendo a la película, agrego que tras la explicación respecto a que el futuro no está escrito, el Dr. Brown hace una recomendación: “Así que háganse uno bueno”. Ese es el gran desafío que enfrentamos los argentinos: construir un mañana mejor. No será tarea fácil, pero tampoco es una meta inalcanzable. Si nos hacemos cargo de nuestros problemas, si pensamos soluciones consistentes y si logramos consensos básicos y obramos en consecuencia, estaremos construyendo esa Argentina próspera que tanto ansiamos y que, lamentablemente, nos resulta tan esquiva. Convoco a todos a emprender, sin más demora, esa ardua, pero a la vez estimulante, labor de hacer un futuro bueno para nosotros, para nuestros hijos y para las generaciones venideras.
El autor es presidente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC)