Insumos en vez de basura, meta de la economía global
Emprendedores y ambientalistas generan proyectos para reutilizar lo que, de otra manera, iría a la basura; la tasa de reciclaje es baja
Las oficinas de Miniwiz en el centro de Taipei tienen todo lo que identifica una startup vibrante. El gran espacio abierto en el piso 14 de un bloque de oficinas sobre la capital de Taiwán está lleno de jóvenes. Un área común incluye una consola de video juegos, una mesa de ping pong y un aro de básquet. Pero un indicio de que no es un emprendimiento más de comercio electrónico lo dan unas bolsas prolijamente ordenadas llenas de botellas de plástico usadas, CD y colillas de cigarrillos. En vez de promover la venta de productos virtuales nuevos, Miniwiz genera valor al dar nuevos usos a lo que podría ser basura. Hay sillas en la sala de conferencias que comenzaron su vida como botellas de plástico, envolturas de alimentos, latas de aluminio y suelas de zapato. Las paredes traslúcidas que la separan de los boxes de ejecutivos deben su similitud con el ámbar a plástico reciclado mezclado con tallos de trigo. El café se sirve en vasos hechos de pantallas de iPhone rotas.
Arthur Huang, fundador y CEO de 40 años de la compañía, que tiene un master de arquitectura de Harvard, intentó establecerse en Nueva York a mediados de la década del 2000. Ese esfuerzo fracasó cuando descubrió que pocos estadounidenses compartían su obsesión por limitar el desperdicio del mundo. En contraste, muchos compatriotas taiwaneses si la compartían. Y aún lo hacen. La isla recupera el 52% de la basura de los hogares y el comercio, y el 77% del desecho industrial, lo que rivaliza con las tasas alcanzadas en Corea del Sur, Alemania y otras naciones (EE.UU. recicla 26% y 44% en cada caso). Su industria de reciclado produce ingresos anuales de más de US$2000 millones. Lee Ying-yuan, ministro de MedioAmbiente, alardea de que 16 de los 32 equipos que compitieron en el Mundial de fútbol de Rusia llevaban camisetas hechas en Taiwán con fibras derivadas de plástico reciclado.
Por más de dos siglos desde el comienzo de la Revolución Industrial, las economías occidentales se han construido en base a la premisa de "tomar, hacer, desechar". Pero el desperdicio que esto creaba en el siglo XX en Europa y Estados Unidos era nada comparado con la basura producida ahora por economías emergentes como China. Según un informe del Banco Mundial, en 2016 el mundo generó 2000 millones de toneladas de desechos sólidos municipales (basura de hogares y comercial), comparado con 1800 millones de toneladas de tres años antes.
Esa cifra no incluye lo producido por la industria. Los desechos sólidos fabriles contienen más materiales valiosos como chatarra y desde hace mucho son mejor manejados por algunas firmas. Y luego está el mayor problema de manejo de los desperdicios: las 30.000 toneladas de dióxido de carbono que van a la atmósfera cada año.
Al volverse más rica, la gente consume y descarta más. Las economías avanzadas tienen el 16% de la población mundial pero producen 34% de su basura. El mundo en desarrollo rápidamente se pone a la par. El total global anual se aproximará a las 3400 millones de toneladas al año.
Un informe del Banco Mundial sostiene que la generación de desperdicios crece demasiado rápido y tiene que desengancharse del crecimiento económico y la mejora del nivel de vida. Eso requerirá que la gente tire menos y reutilice más, para hacer más "circulares" a las economías. Esto solo puede suceder si la gente "identifica la economía circular con ganar dinero" sostiene Tom Szaky de Terracycle, que desarrolla tecnologías para usar materiales difíciles de reciclar. "Tomar, hacer, desechar" ahora debe pasar a ser "reducir, reutilizar, reciclar", dice.
El deshecho global puede no representar un desafío tan apocalíptico como el cambio climático, pero puede ser más fácil de solucionar. Tanto más porque reducir los deshechos elimina un problema y crea un beneficio tangible, en la forma de materiales reciclados que pueden ser reutilizados.
Eso no significa que será fácil pasar a una economía más circular. Actualmente el 37% de los desechos sólidos van a rellenos de tierras en todo el mundo, el 33% a basureros al aire libre, 11% a incineradores. Parte va a pilas de abono. Dos tercios de las latas de aluminio y solo el 10% de los envases de plástico se reciclan. En total solo 13% de los desechos sólidos municipales se reciclan globalmente. Demasiado poco.
La urgencia del problema no está en disputa. En julio la Corte Suprema de la India alertó que Delhi, está enterrada bajo "montañas de basura". Algunos ríos en Indonesia están tan cubiertos con desperdicios que ocultan por completo las aguas. Si se descarga en los mares, la basura puede volver causando gran daño en la tierra. En agosto el mar de Arabia lanzó 12.000 toneladas de escombros y basura sobre las costas de Mumbai.
La buena noticia es que en todo el mundo, los políticos y el público parecen cada vez más alertas a los costos económicos, ecológicos y humanos del desperdicio. Muchos gobiernos en el mundo en desarrollo están entendiendo que gastar menos -o nada- en el manejo de los desperdicios significa pagar más por cosas como servicios sanitarios.
Políticos en Europa y de ciudades de Estados Unidos están estableciendo metas ambiciosas de reciclado y de tratamiento de la basura. Tecnólogos y emprendedores como Huang o Szaky imaginan modos ingeniosos y lucrativos para una economía circular. Las multinacionales juegan hoy con la idea de modelos de negocios con pocos recursos, basados en contratos de servicio en vez de venta de productos. Y muchos consumidores adoptan estilos de vida más magros.
Pero los presupuestos municipales están ajustados y los funcionarios aún no han encontrado cómo impulsar grandes inversiones en reciclado, lo que se ve desalentado por la baja periódica del costo de los productos primarios, con los que compiten los recicladores. Son problemas reales pero no insuperables.
En la década de 1990 el crecimiento económico, el alza de los niveles de vida y del consumo superaron la capacidad de Taiwán de manejar sus desechos. En fecha tan cercana como 1993 casi un tercio de la basura de Taipei no se recogía formalmente y no se reciclaba casi nada. Para 1996 dos tercios de los rellenos de tierras llegaban al límite de su capacidad. Frente a crecientes protestas se construyeron 24 plantas incineradoras. Y se incentivó a producir menos basura. Bajo un esquema de "responsabilidad extendida de los productores", los fabricantes comenzaron a contribuir al costo de eliminar sus productos. El esquema se mantiene hasta hoy.
Pasado medio siglo desde que los ambientalistas comenzaran a implorar a los consumidores que redujeran, reutilizaran y reciclaran, ahora se escucha exhortaciones similares haciendo eco desde San Francisco hasta Shangai. Y el mundo ahogado en basura comenzó a escuchar.
Traducción Gabriel Zadunaisky
Jan Piotrowski
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