En medio de un contexto no del todo favorable para la actividad en general, el productor y empresario teatral Carlos Rottemberg tiene un 2018 movido: en septiembre estrenó tres salas -en el teatro Multitabaris Comafi- y pronto será papá otra vez.
En una entrevista con José Del Rio, conductor del programa Comunidad de Negocios , que se emite por LN+ , el empresario repasó el presente del teatro y explicó por qué se quitó el prejuicio de ponerles a sus salas "apellido de casadas" de marcas que las patrocinan. "Si es para sumar a la actividad en la que yo me muevo, tenemos que celebrar reconvertinos", afirmó.
-¿Cómo está la actividad del teatro?
-Acompaña la época. La caída del consumo en las actividades comerciales es un dato público y el teatro no dejó nunca de ser suntuario: necesita tener, en la Argentina y en el mundo, un sobrante en la economía de clase media para poder consumirse. En ese sentido, los datos en baja de los últimos tiempos son elocuentes, más allá de que nosotros trabajamos con una materia prima donde casi es contraproducente contar la realidad públicamente. Lo habitual es contar: "Yo lleno, soy primero".
-Es la batalla de la taquilla...
-Claro, pero si uno se fija, recientemente no hay mucha prensa de actores, directores o autores que promocionen que "no hay más localidades".
-¿Cuánto necesita Rottemberg para que sea rentable una obra?
-Son dos partes que se unen. Una es la parte que el público ve arriba del escenario. Otra es la parte de la logística, lo que pasa debajo del escenario. Como en un cine: sería como quién hace la película y quién la exhibe. En el caso del teatro tiene un costo fijo mensual, por eso se hacen las "multis": multipantalla en el cine, multiteatro en las salas teatrales. En cambio, el de la compañía está ligado al costo del espectáculo que ocupe el escenario. Puede ser un Sugar, que mueve alrededor de 70 personas, o puede ser un unipersonal sin mayores costos y muy redituables.
-¿Hay mucho costo fijo detrás de las salas?
-Hay algunas cosas. Miraba el otro día las marquesinas. Nosotros jorobamos mucho con el aumento de la luz. A una marquesina le da lo mismo iluminar una obra o tres, como un boletero le da lo mismo vender para una obra o tres… hay muchas cosas que se plantean diferente [en los "multis"].
-¿Qué pasa con el olfato? En su carrera tuvo muchos éxitos y otras obras a las que no les fue tan bien...
-En la Argentina y en el mundo hay un cliché de decir que todos fueron grandes éxitos. La realidad es que en la mayoría de los casos erramos. El 70% de todo lo que se presenta en teatro, cine, libros… todo lo que tiene que ver con la elección que hace el publico, no funciona. Después de 43 años haciendo lo mismo, no aprendí de los fracasos, porque si hubiese aprendido no volvería a fracasar. El fracaso dura poco tiempo y tiene menos testigos, lo barremos bajo la alfombra y pasa. En la memoria emotiva nos quedan las obras que consume mucha gente, que tiene muchos testigos porque fueron exitosas y son las que solventan nuestros fracasos.
-¿Qué pasa hoy con las comedias musicales?
Desde el punto de vista comercial, la Argentina, que goza de tan buena salud en el teatro de texto, no fue nunca un país ni una ciudad [por Buenos Aires] de los musicales
-Hoy está Madrid con los musicales...
Madrid arrasó con los musicales, incluso Ciudad de México tiene mucha más preponderancia. Acá en la Argentina el público busca otra cosa del teatro. Hubo casos emblemáticos, como el Ópera, que quiso dedicarse exclusivamente al musical y terminó revirtiendo para otro lado. No hay una costumbre más allá de un éxito esporádico. Es muy costoso y además es éxito para el afuera pero no para los números internos de la productora.
-¿Cuál es su obra preferida, la que lo marcó?
-A mí como espectador, además de como empresario, me impactó mucho una versión de Made in Lanús, la que hicieron Luis Brandoni y Marta Bianchi en el 86. Pero, desde el punto de vista de la consigna, lo nuestro tiene más que ver con construir salas que producir obras. Con la inauguración del Multitabarís Comafi me inventé un cliché que dice "construir teatros es nuestra obra para que haya más obras de teatro". Me tomo el atrevimiento de ponerle apellido de casado al complejo y tuve que dejar de lado un prejuicio mío.
-¿En qué le suma un apellido de casado?
-Suma a la hora de que lo que no termina de alcanzar con la boletería necesitás suplirlo. Yo elegí una familia argentina, que son los Cerviño, que tienen un banco nacional y que demostraron que tenían un beneficio cultural con el teatro, ofreciéndoles eso a sus clientes. Nos hemos casado muy bien. También tuvo que ver con poder hacer las obras y me parece que, si es para sumar a la actividad en la que yo me muevo, tenemos que celebrar reconvertinos. En lo nuestro reconocemos la caída y, por otro lado, le buscamos la crisis a la japonesa tratando de trabajar más a ver si podemos zafar.
-Se viene la temporada de verano: compiten Buenos Aires, Mar del Plata y Córdoba. ¿Qué piensa que va a pasar con una posible mayor afluencia de turismo interno?
-El verano pasado cumplí 40 temporadas en Mar del Plata. Aprendí hace más de 20 que esta pregunta la respondo en Dolores cuando cargo nafta volviendo en marzo. Cada vez que hice un presagio me salió siempre al revés. Hay dos factores: uno tiene que ver con un dólar caro o barato, pero también está ver cuánta gente llega a la ciudad. Pretender plateas llenas nunca puede anteponerse a ver la ocupación de la ciudad. Otro factor que ya es extra social, político y económico tiene que ver con nuestra propia "mercadería" y es cuáles son los productos que presentamos. Siempre en épocas de crisis hubo algún éxito y siempre en épocas de bonanza hubo muchos fracasos. Me gusta decir que es los borderó, las planillas que indican la asistencia de espectadores y recaudación, hablan, porque reflejan un dato numérico, no artístico. Es un dato que no tiene ideología, no hace política: la matemática es una ciencia exacta.
-Es como cortar tickets…
-Es una radiografía. El teatro tiene más brillo que recaudación económica, pero es como un "boca de urna" para saber cómo está el bolsillo de la gente.