La caída del PBI dejó a la Argentina, con un triste récord mundial
Los datos de la caída del PBI en el primer trimestre de 2002 son, aunque esperados, desmoralizantes. Comparando la evolución del PBI tras las devaluaciones de México, Tailandia, Indonesia, Corea, Rusia, Ecuador, Brasil, Turquía y la Argentina, en todos ellos cayó el ingreso en el trimestre posterior a la devaluación, pero en ninguno tanto como en la Argentina.
¿Por qué la Argentina cae más que los demás? Porque en la Argentina no sólo hubo una devaluación. Lo nuestro fue un cóctel explosivo.
Veníamos de una situación marcada por una larga recesión de casi cuatro años, fenómeno único entre estos países, que acumulaba numerosas quiebras en el sector productivo. Los otros tuvieron crecimiento hasta ser interrumpido por la devaluación.
En comparación también teníamos un altísimo desempleo. El sector público venía desplazando al sector privado de las menguantes líneas de crédito. Y el panorama se ensombreció a medida que se acentuaba la crisis social y política.
En este escenario donde ya no había forma de revertir el curso negativo de las expectativas, se sumó la fuerte devaluación de enero (sólo menor que la de Rusia), acoplándose la declaración abierta de default por parte del gobierno con sus acreedores y los serios problemas en el sistema bancario acentuados por la pesificación asimétrica. Un menú sin precedente.
En este contexto, sólo podía esperarse la desaparición total del crédito tanto comercial como financiero con su consecuente efecto dinamitador sobre la economía.
Pero la causalidad fundamental es que la devaluación y la caída del producto fueron casi directamente proporcionales al grado de default de las economías bajo análisis. Brasil, México, Corea, Tailandia y Turquía continuaron cumpliendo con sus pagos. En cambio, las crisis más caóticas se dieron en los países que realizaron default: Rusia, Indonesia y Ecuador.
La Argentina superó a estos tres, ya que fue la que más abierta y ampliamente desconoció sus cuantiosas obligaciones es natural que la crisis aquí tome proporciones más profundas. Es decir que aun en un escenario de estabilización deberá esperar un tiempo para retomar una senda de crecimiento sostenido.
De las cuatro fuentes de demanda -consumo, inversión, gasto público y exportación- sólo la última tiene una mínima posibilidad de estimular el crecimiento.
La inversión productiva ha quedado fuertemente postergada tras la extrema debilidad con que quedó el marco jurídico, especialmente en lo que concierne a los derechos de propiedad y la estabilidad de las leyes.
Para simplemente detener la caída del consumo y la inversión es indispensable frenar la fuga de capitales mediante medidas que restablezcan la confianza en el peso y en los bancos.
La inversión podría reactivarse si la Argentina pudiera convertirse en una plataforma exportadora. Pero sobre las exportaciones pesan las retenciones y también la inestabilidad de la economía, que debe rotar a una estructura productiva distinta sin contar con financiamiento. Tampoco acompaña la debilidad del Mercosur, tras el recrudecimiento de la crisis en Brasil y ahora también en Uruguay.
Inflación del 100%
En términos de inflación, no nos ha ido tan mal como a otros. Todavía. A tres meses de devaluación se acumulaba 10% de inflación. Rusia, Turquía y Ecuador nos superaron, pero todos ellos venían con una inercia inflacionaria mayor a la nuestra.
Las proyecciones para el año rondan el ciento por ciento, a pesar de la recesión. Con una cifra así -optimista, ya que descarta la hiperinflación- estaríamos sólo por debajo de Rusia. Un panorama poco alentador.
Siempre se puede volver a un sendero de crecimiento estable. Todos los demás países lo han logrado. Pero debieron atacar los problemas y los desequilibrios. Los que lo hicieron sólo superficialmente, hoy están de nuevo con problemas, tal como lo muestra la renovada crisis en Brasil, a pesar de que su devaluación fue una de las menos traumáticas.