La corrupción fue tema protagónico en un encuentro empresarial
En una de las sesiones, la mayoría de los hombres de negocios dijo no aceptarla, pero admitió su existencia y se produjo un acalorado debate
MAR DEL PLATA.– Algún día tenía que salir el tema. A la fuerza y por sorpresa. Por primera vez en años, un salón entero de hombres de negocios discutió, acaloradamente y en voz alta, sobre uno de los mayores tabúes: el pago de coimas a los gobiernos. Fue en la segunda jornada del Coloquio Anual del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (IDEA), que terminará hoy con una participación masiva de ejecutivos.
El asunto supone un hecho político en sí mismo. Salió casi de casualidad ayer por la tarde, durante la sesión interactiva, un panel que consiste en exponer preguntas públicas que los participantes van contestando de manera anónima, a través de dispositivos electrónicos remotos, y que abre después espacio al intercambio de opiniones en vivo. Y eso que IDEA se había cuidado de no incluir temas ríspidos, como la inflación, las restricciones cambiarias, las reservas del Banco Central, la energía y la relación con el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Pero la liebre saltó en el sitio impensado.
"¿Coincide con esta frase?", fue la pregunta propuesta en las pantallas, que exponían: "Hay que aceptar la corrupción como un dato y adecuarse a ella". La negativa de los asistentes fue en un principio demoledora. El 82% eligió la opción 5: "Muy en desacuerdo". ¿Era realmente así? El periodista Alfredo Leuco, que moderaba el debate con su colega María O’Donnell, se sobresaltó: "Qué raro porque, en voz baja, la mayoría de los empresarios se queja de la corrupción".
Y esa sola referencia desencadenó encendidas respuestas y, finalmente, un contrapunto entre los propios hombres de negocios.
La inclusión del caso en el coloquio era atendible. Lo explica un dato que Alberto Schuster, socio de KPMG y director de IDEA, apuntó después a LA NACION. Según el último ranking del Foro Económico Mundial, y a diferencia de lo que ocurre en otros países del continente, los empresarios argentinos mencionan la corrupción entre los tres principales problemas del país. ¿No había entonces corruptos en el Sheraton?
Varias voces se alzaron. "Nosotros tenemos una planta parada por falta de insumos -empezó uno, sin identificarse-. Hace poco nos visitó un funcionario menor que nos pidió una coima. Exigía un perfume francés para aprobar las importaciones. Y nuestro empleado no sólo se lo negó, sino que lo reportó al directorio, y por eso recibió un premio." Roberto Murchison (h.), presidente de Terminal Zárate, tomó el micrófono, molesto. "Yo voté la opción 5 y no tengo ninguna duda y tengo la conciencia tranquila", dijo.
Murmullo descuidado
Pero la discusión era acompañada por un murmullo en todo el recinto. Comentarios que objetaban la pregunta propuesta, gestos de incomodidad, alguna sonrisa sarcástica. Desde otra mesa le buscaron razones al resultado del sondeo: muchos de los presentes (el 60%, con exactitud) pertenecían a firmas multinacionales, y ese sector tiene, por lo general, prohibido este tipo de prácticas. El argumento, que soslayaba casos emblemáticos de la historia argentina, como IBM-Banco Nación, Siemens o Skanska, no terminaba de conformar. En parte, por lo que dio después a entender la respuesta más votada sobre la necesidad de fortalecer las instituciones en el país: un 66% pidió "vigorizar los sistemas de control en aras de una mayor transparencia para evitar la corrupción".
Schuster pidió entonces la palabra. "Es que una cosa es una coima y otra cosa es resistir a un Estado que es dirigista, intervencionista y aprieta. Y ésta es una encuesta que se hace acá: puede haber otros empresarios que no estén en este encuentro."
Pero la conclusión más controvertida llegó desde el centro del recinto. "¡Ése es el problema! -se entusiasmó un participante-. Yo no veo ninguna contradicción. Es lógico que todos estemos en contra de adecuarse a estas prácticas, pero no por eso las evitamos. Es el divorcio entre lo que pensamos y lo que hacemos."
El concepto fue interrumpido por un aplauso casi general. Fue increíble: el salón celebraba una autocrítica que no había sido capaz de incluir en una consulta anónima. Como cumpliendo aquella sentencia de Orwell en su 1984 : el mejor modo de guardar un secreto es ocultárselo a uno mismo.