La discriminación en el ámbito corporativo es un hecho
El caso de una persona que aplica para una gerencia media, en Brasil, y que explícitamente es dejado de lado por su color de piel
La brecha entre la estupidez y la sabiduría es ancha y profunda. Si es que “para muestra basta un botón”, hay una historia difundida por la cadena británica BBC que permite sospechar que hay otros millones de botones escondidos. El protagonista no quiere dar a conocer su verdadero nombre y tiene sus razones. Es un experto en tecnología de la información, con un posgrado realizado en los Estados Unidos. Excelente currículum.
Se presentó a una búsqueda para seguir desarrollando su carrera, en un cargo gerencial medio. Luego de sortear el primer paso de la selección con el coordinador de recursos humanos, quedaba por ser presentado al gerente que sería su superior. Fue acompañado hasta la oficina de dicho gerente y éste le preguntó al coordinador, a modo de reproche, frente a X: “¿Nunca percibiste que no contrato negros?”.
X tiene la piel oscura y por este motivo, según el gerente, estaba inhabilitado para ocupar el puesto. La historia se hace más interesante ya que se hizo conocida a través del presidente de la filial de Bayer en Brasil, Theo van der Loo. Hijo de holandeses, conoció el episodio que había sufrido X y decidió contarlo en su página de LinkedIn. Tuvo una enorme repercusión. Muchos contaban que habían pasado por experiencias parecidas, otros lo criticaron por defender la causa de los afrodescendientes.
Las razones por las que X quiere preservar su identidad son, tal vez, más sombrías: “Conozco el mapa mental del empresariado brasileño y cualquier tipo de agresividad puede terminar jugándote en contra. Puedes rápidamente ser visto como un victimario o como una persona problemática”. Un motivo contundente. Lo dejaría expuesto de tal manera que nunca más conseguiría un trabajo como el que está buscando desde hace siete meses. Ya había sufrido otras situaciones de discriminación.
Bisnieto de esclavos, fue el primero de la familia en ir a la universidad. A los 14 años se presentó a su primer empleo. Al verlo le dijeron que no había vacantes, recomendándole que le pidiera trabajo a sus “amigos” del estacionamiento, todos negros.
A los 20, su gerente le decía “Mono”. A los 30, descubrió un intercambio de correos electrónicos donde se preguntaban: “¿Dónde se vio un negro con pinta de blanco?”. Se referían a que vestía ropas de marca.
X describe: “Desgraciadamente, todavía tenemos ese cáncer en la sociedad brasileña que asocia a los negros con delincuentes, vagabundos y otros adjetivos peyorativos”. De esto se trata lo que la autora de la nota, Júlia Dias Carneiro, define como el “apartheid oculto”.
La brecha entre la estupidez y la sabiduría se hace más evidente cuando accedemos a la conclusión de X: “Fue una falta de respeto y la torpeza de parte de alguien que está en un nivel de liderazgo. El trato fue realmente deplorable. Pero su postura, en el fondo, no tiene nada que ver conmigo. Para mí, tener un prejuicio étnico o de género es una limitación intelectual. Denota que es una persona limitada”.
Quien no goza de movilidad de piernas u otro tipo de manifestación de daño orgánico visible, ha logrado ser reconocido por la sociedad como miembro de ella, facilitándole los medios para desplazarse. Un verdadero logro, sin duda. Pero quien porta limitaciones intelectuales -como, por ejemplo, el gerente de esta historia de discriminación- pasa inadvertido y hasta puede ser un encumbrado personaje que, por estar ubicado en esta posición, se lo respeta y escucha con diligencia.
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