La marca de corpiños que emplea a mujeres en situación de vulnerabilidad o presas
¿Cómo decir mucho con pocas palabras? Eso se preguntaba María Eugenia Arabéhèty a la hora de poner en marcha su negocio de diseño de lencería para talles inclusivos. La idea parecía sencilla: producir prendas para todo tipo de cuerpos, sin distinción de talles, pero con la elegancia digna de la alta costura en ropa interior.
Incluir a mujeres que escapaban del modelo tradicional, pero ir mucho más allá con el proyecto. Sus productos deberían perseguir un bien social y ofrecer trabajo a mujeres en situación de vulnerabilidad o privadas de su libertad. "Decir mucho hablando poco: palabras mayores", fue la respuesta que buscaba y la traducción del nombre elegido para su negocio: Elle Van Tok.
Arabéhèty nació en Buenos Aires y es diseñadora de indumentaria. Fue docente de Historia del Arte y Diseño en la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante 15 años. Vivió en Polonia y en Alemania, países que la atrajeron por el arte y la filosofía. Amante de los idiomas, aprendió alemán, japonés, polaco y hasta lenguaje de señas que estudió cuando una chica sorda la hospedó durante algún tiempo en un viaje por Austria. Mientras viajaba, nutría sus conocimientos en el campo del diseño y la indumentaria.
De regreso a la Argentina, pensó en juntar sus pasiones, al tiempo que podría resolver sus propios problemas con la ropa interior. "Tenía como tres talles más de busto que de espalda y la industria nacional no comercializaba esos productos, por eso la idea de fabricar lencería fue medio fortuita", recuerda, y sonríe sobre el origen de su emprendimiento.
"Es una problemática de la mayoría de las mujeres: el 70% tienen problemas con sus medidas y no consiguen usar ropa que les agrade, sino que tienen que usar lo que encuentran. Muchas consumen productos importados, de origen chino o lo que consiguen en la calle. Es difícil encontrar talles en la industria nacional", asegura desde Bariloche, donde vive con sus dos hijos desde hace un par de años.
Así comenzó a dar vueltas en su cabeza la idea de crear su propio negocio. "Vi un nicho no cubierto y tampoco había muchas propuestas de diseño de marcas chicas. Siendo diseñadora sentía la necesidad de hacer algo propio", sostiene.
Entonces decidió poner en marcha su emprendimiento, aprovechando su experiencia y los estudios realizados. Pero antes debía capacitarse para emprender y realizó entre 2011 y 2012 talleres, seminarios y jornadas que tuvieran que ver con los negocios, ofrecidos por el Gobierno de la Ciudad y por la Nación. Al año siguiente, la idea estaba tomada: arrancar con su negocio más allá de las limitaciones económicas, con algunos pocos ahorros y a fuerza de la generosidad de quienes financiaron su esfuerzo inicial.
Vi un nicho no cubierto y tampoco había muchas propuestas de diseño de marcas chicas. Siendo diseñadora sentía la necesidad de hacer algo propio
"Comencé con lo poco que había podido juntar y algo que pedí prestado", recuerda. Logró reunir $11.000 para invertir en tela (aproximadamente 50 kilos) y comenzar con la primera producción. Era 2013, y para 2014 comenzó a comercializar sus productos para ayudar con la problemática que ella misma padecía. "Veía las situaciones desafortunadas por las que pasábamos las mujeres y si bien es un emprendimiento chico, quería tener cierta influencia a nivel concientización, porque había cosas de las que no se estaba hablando", asegura.
Marca de triple impacto
Uno de los pilares fundamentales que fijó para su emprendimiento fue la inclusión. La marca trabaja con grupos de mujeres que estuvieron o permanecen en cárceles. Es por ello que, a través de la cooperativa "Yo no fui", les ofrecen oportunidades laborales. "Están en situación laboral extrema por ser mujeres pobres y con antecedentes penales. Tomo a la gente con la que trabajo como aliados, no como proveedores, porque tenemos valores similares y fines comunes", explica orgullosa.
"La idea es forjar una comunidad entre todas. Somos 35 mujeres las que traccionamos este emprendimiento. Buscamos ayudar en lo que se pueda con la comunidad, sin establecer límites, abrazar con empatía y hacerlo a conciencia", asegura.
Elle Van Tok se define como una marca de triple impacto (social, económico y ambiental) que se encuentra en proceso de certificar como Empresa B –compañías que más allá del tamaño o la facturación tienen el compromiso de generar un cambio dentro de la sociedad-.
"Es un trayecto largo, pero es lo que sentimos que tiene sentido. Le daría un marco para que se haga más visible todo el trabajo que estamos haciendo. Trabajamos el aspecto social, auspiciamos el comercio justo y apuntamos al cuidado ambiental", afirma.
La marca tiene puntos de ventas en Bariloche y en Palermo (propios), y presencia en tiendas multimarcas en Nordelta, Abasto, Martínez y Venado Tuerto (provincia de Santa Fe). Desde su nacimiento sus ventas se incrementaron sin pausa. "Todos los años duplicamos los ingresos, con excepción del año pasado, cuando los triplicamos", destaca.
En 2018, superó el millón de pesos de facturación y el objetivo estimado para este año es triplicar las ventas y ampliar su presencia en el mercado, con puntos de venta a todas las provincias del país, además de continuar con la comercialización a través del canal online.
Otra de las metas ambiciosas para 2019 es darse a conocer al mundo. A través de un análisis con la Agencia Argentina de Inversiones ya tiene planes concretos para exportar sus productos a Uruguay, Japón, Alemania y Estados Unidos.
En cuanto a las distinciones obtenidas la marca fue finalista del premio "Emprendedor del año 2018", del Ministerio de Producción y Trabajo, que también la distinguió con el "Sello de buen diseño argentino" entre 2016 y 2018. Además recibió el reconocimiento internacional de la ONG Endangered Bodies (2017 y 2018).
Somos 35 mujeres las que traccionamos este emprendimiento. Buscamos ayudar en lo que se pueda con la comunidad
Pero más allá de los números, lo más importante que destaca Arabéhèty es el impacto social de su emprendimiento. "Hay una relación con las clientas más allá de la transacción, hay algunas que vienen cada dos o tres meses y se stockean, se va generando un vínculo en el que me escriben contentas y me cuentan cosas personales. Otras vienen a tomar mate con nosotras", cuenta.
A un par de años del inicio del emprendimiento, Arabéhèty encontró en el camino a quienes se convertirían en sus socias, Francesca Gnecchi y Brenda D’Ercole, con quienes comparten filosofía y valores y llevan adelante el diseño, las ventas y la publicidad de sus productos. "No buscamos solo una mera cuestión comercial, sino ayudar a cambiar un sistema y modificar la mentalidad de la sociedad colocando nuestro grano de arena", explica.
La marca realiza campañas de comunicación con mujeres de todo el país que en su mayoría no son modelos ni están vinculadas al mundo de la moda, pero que logran de esa forma ser parte del proyecto. "Que sientan que pueden integrarse y sentirse sensuales es muy fuerte para muchas mujeres a las que tratamos de dar inclusión", cierra Arabéhèty. No se trata solamente de mostrar cuerpos o alineamientos con la moda, Elle Van Tok apuesta por historias de mujeres reales que se muestran tal cual son.
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