El nombre de un perro ovejero alemán derivó en la marca de una de las cervecerías más emblemáticas de Mendoza. Jerome se fundó a más de 2000 metros de altura, al pie de la Cordillera de Los Andes, en Potrerillos. Más de 20 años después, la cerveza mendocina traspasó los límites provinciales y hoy cuenta con cuatro bares en Buenos Aires, además de recibir a los turistas en su fábrica, en la capital nacional del vino.
Todo comenzó en 1984, cuando Eduardo Maccari, hombre de montaña, rescató a 6000 metros de altura, en colaboración con la Fuerza Aérea, a un turista checo que había subido al cerro El Plata. Como agradecimiento, las autoridades de Checoslovaquia —hoy República Checa y Eslovaquia— le entregaron un salvoconducto de camarada para poder viajar y moverse como un ciudadano más por el entonces país comunista.
Maccari viajó a Praga, donde vivió varios años y hasta trabajó para la embajada argentina allá. Como terminó siendo amigo del montañés que rescató, viajaba seguido a visitarlo a Pilsen, un pueblo a una hora de la capital, donde el padre de Franta (Francisco) Hasek le enseñó a fabricar cerveza.
Cuando regresó a Mendoza, Maccari construyó un complejo de cabañas en El Salto, un pueblito en Potrerillos, a 76 kilómetros de la capital, y al poco tiempo empezó a producir cerveza como hobbie. En 1997, comenzó a vender las botellas a los huéspedes, con la etiqueta de la imagen del perro. Tiempo después se hizo conocido como "el cervecero de la montaña" y, en 2002, ya le empezaron a pedir cerveza los restaurantes de la zona.
Lejos de generar rivalidad con el vino, sus mayores clientes eran sus amigos enólogos. Gracias a esta cercanía, y a que los importadores que viajaban a Mendoza a comprar los vinos probaban la cerveza, en sus primeros años, Jerome exportaba el 80% de su producción a Estados Unidos. California, Oregón, Washington, Colorado, Fontana y New Jersey eran algunas de las ciudades donde se vendía la cerveza mendocina.
"Lamentablemente, en 2011, con la muerte de mi papá, hubo que hacer todos los trámites de nuevo para exportar porque la empresa era unipersonal. Pero como la inflación nos comió el precio, no pudimos seguir adelante y quedamos fuera del mercado. Ahí empezamos a poner el foco en el consumo interno para comenzar a crecer de nuevo", cuenta Eduardo Maccari hijo, que en 2003 dejó Buenos Aires y su trabajo como arquitecto para acompañar a su padre con el emprendimiento.
En Potrerillos, donde aprovechan el agua natural de la montaña (insumo principal), fabrican 10 estilos distintos de cerveza, que incluyen además de las clásicas rubia, roja y negra, la Stout, Porter e IPA, entre otras. "También tenemos cervezas de guarda en barrica de roble, desde 2005, y cada año le agregamos nueva producción, al mismo tiempo que sacamos de a porciones. Es una barrica que nunca se agota, parecido al sistema que se utiliza para producir Jerez", explica.
El desembarco de Gustavo Santaolalla
El compositor musical y dos veces ganador del Oscar Gustavo Santaolalla también participó durante un tiempo de la producción de cerveza de Jerome. "El encuentro fue casual y se dio después de una visita de él con su familia a la fábrica. Se enamoró de nuestra cerveza y comenzó una etapa de investigación de estilos hasta que logramos lo que queríamos", cuenta Maccari.
Así nació en 2010 la marca Grosa, que está dentro del programa de cervezas de guarda estilo lambic, de origen belga, y que se unió a la serie de "Cervezas andinas de guarda". Actualmente la producción está frenada "hasta nuevo aviso" y la marca Grosa quedó a manos del compositor.
La apertura de bares también empezó en la ciudad de Mendoza, pero el local no prosperó. En el ínterin, la cervecería comenzó a expandirse en Buenos Aires y en 2014, se constituyó el desembarco en la esquina de Malabia y Cabrera, en Palermo. Desde entonces, abrieron una franquicia por año.
"Buscamos que los locales sean casas antiguas e hicimos la decoración con el más grande coleccionista cervecero de Sudamérica, Lalo López Almendro, que había sido importador de cervezas belgas", cuenta Maccari.
Los próximos planes de la empresa es "parar un poco la pelota con la apertura de franquicias y hacer inversiones en la fábrica, para estabilizar la calidad de producto y poder cumplir con cantidad", dice, y señala que el complejo de cabañas ya no existe: "La fábrica nos saturó de tiempo; ahora nos dedicamos a atender el chiringuito".
El libro del escritor inglés Jerome K. Jerome "Tres hombres en una barca" es el verdadero responsable de que el ovejero alemán tome el nombre Jerome. "El libro me gustó tanto que le puse el nombre del escritor. Cuando se murió el perro, trasladamos el nombre a la marca de la cerveza, que tiene como logo la imagen de un ovejero", contó el mendocino.
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