La nueva exclusión social. La pobreza vuelve a superar el 30%
El alza de la inflación hace que tener trabajo ya no le asegure a una persona ingresos para no ser considerada pobre
Cuando a principios de 2007 Silvia Salas (38 años, divorciada) consiguió un contrato del gobierno porteño con un sueldo de $ 1128 por trabajar en un centro comunitario de Villa Lugano pensó que sus problemas económicos comenzaban a solucionarse. Si hasta pudo llevar a sus cuatro hijos, todos juntos, a Mc Donalds. "A ellos les encantaría volver a ir, pero ahora no podemos", cuenta Silvia. Y resume una realidad de la que el Indec todavía no se anotició: "La canasta familiar está por las nubes".
La inflación, especialmente en alimentos, está carcomiendo las bases de uno de los principales logros del gobierno kirchnerista: la disminución de la pobreza y la indigencia. Cada vez más economistas estiman que la población por debajo de la línea de la pobreza volvió a superar el 30%, pese a que el último dato oficial (primera mitad de 2007) se estancó en 23,4 por ciento.
La característica de esta "nueva pobreza" es que está afectando a personas que no están excluidas del mercado laboral. Trabajadores, formales e informales, ven que ya no les alcanza con tener un ingreso estable para escapar de ese fantasma. Muchas veces ni siquiera alcanza con dos o más ingresos para completar la canasta básica total (requisito para no ser pobre).
Esa canasta, para una familia tipo (dos adultos, dos menores) cuesta $ 982,38, según el Indec. Estimaciones privadas la ubican cerca de los $ 1300. En la brecha entre esos valores es que caen los pobres que el Gobierno ignora: 1,3 millones de personas, según los cálculos del economista Ernesto Kritz, de SEL Consultores, para quien la pobreza real (basada en una canasta sin manipular) llega al 30,4 por ciento.
"La nueva trampa laboral en la Argentina es que podés tener un trabajo y que no te alcance para vivir, porque la inflación empieza a ganarles la carrera a los ingresos -explica la directora del Centro de Economía Regional y Experimental (CERX), Victoria Giarrizzo, que ubica la tasa de pobreza real en el 31,5%-. Son los llamados trabajadores pobres; antes, si una persona tenía un trabajo eso más o menos le garantizaba poder salir de la pobreza. Ahora, la línea está alcanzando a la clase media baja e incluso a parte de la clase media".
Según Jorge Colina, investigador jefe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), "hay una franja bastante amplia de hogares que, sin ser pobres, tienen ingresos muy cercanos al costo de la canasta básica, por lo que pequeños aumentos en el costo de los alimentos provocan que esos hogares caigan debajo de la línea de la pobreza. Es muy posible que la pobreza haya vuelto a superar el 30 por ciento".
El economista indicó que la situación es más frágil entre los trabajadores en negro. Y lo pone en números: según el Indec, desde 2002, los salarios informales tuvieron un incremento del 90%, mientras que la inflación oficial fue del 107% (la real está varios puntos arriba) y la suba del salario formal rondó el 150 por ciento.
Chau, asado
Oscar Ramos es boliviano y desde hace cinco años vive en Buenos Aires. Trabaja como mozo en un restaurante de buen nivel, en Lomas del Mirador, y entre el sueldo en blanco y las propinas junta $ 1400 por mes. "Hoy, recibir cinco pesos de propina ya no es lo mismo. Antes te alcanzaba para un kilo de pollo", se queja. Estaba juntando plata para poner cerámica a los pisos de su casa. "Pero el costo subió y ahora nuestros ahorros no sirven", dice.
Su mujer, Nilda Moura, cuenta cómo hace dos años la costumbre del asado familiar (tiene cuatro hijos) se repetía fin de semana por medio "y ahora, con suerte, en ocasiones como el Día del Padre o de la Madre". Viven en un asentamiento irregular y ella tiene miedo porque los chicos están demasiado cerca de un ambiente en el que hay mucha droga; por eso quiere irse. "Alquilar nos costaría por lo menos 600 o 700 pesos", calcula. Hoy casi todo el sueldo se va en los costos de estudio y la ropa de los chicos. La comida la consigue en un comedor donde colabora.
Todos al comedor
La actividad de los comedores comunitarios es la muestra más palpable de cómo la pobreza dejó de bajar. "Cada día, dos o tres personas se quieren incorporar", dice Sandra Chaile, una de las responsables del comedor La Voluntad del Cielo, en Ciudad Oculta, donde tambíén colabora Paola Portillo. En octubre pasado atendían a 170 personas y hoy ya pasan las 230. "La gente que tenía trabajo antes no mandaba sus nenes al comedor."
En otro comedor de Villa Lugano, Los Angelitos, esta semana se sorprendieron con una mala noticia que hacía rato que no recibían. "Me llegaron tres hermanitas desnutridas", cuenta Sandra Acuña.
La situación no es mejor en Haedo. "En nuestro comedor tenemos entre un 30 y un 40 por ciento más de gente que el año pasado", calcula Amanda Ramírez, presidenta de la asociación civil A Todo Corazón. Ella misma sufre los efectos de la inflación no reconocida. "Me indigna muchísimo cuando dicen que no aumentó nada. Yo compraba todos los meses 100 kilos de carne y gastábamos entre 1000 y 1200 pesos. Hoy ya no podemos."
Nadie nota más el deterioro de sus ingresos que los beneficiarios de los planes Jefas y Jefes de Hogar. Clavados en $ 150 desde su inicio, tuvieron en términos reales una devaluación de más del 50%. Mirtha González, beneficiaria, completa su presupuesto familiar planchando ropa por $ 10 y con las changas de su marido, ayudante de albañil en una obra de viviendas encarada por las Madres de Plaza de Mayo.
María Elena Ojeda es la secretaria del Centro de Acción Comunitaria Ceferino Namuncurá. Trabajan con una parroquia de Parque Chacabuco y todos los miércoles reparten una bolsa con alimentos a una lista de familias que se acercan por necesidad. "Cada vez atendemos a más gente. Ha habido gente de clase media que se ha acercado, porque nadie puede creer que con 980 pesos alcance para salir de la pobreza", dice. Y cuenta el caso de un hombre que llegó a ser empleado jerárquico de un importante banco que se fue del país, pero que todavía no puede jubilarse. "Se está comiendo la indemnización", dice Ojeda. El hombre -era esperable- declinó la invitación a contar su historia para una nota sobre la nueva pobreza.
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