La rebelión de los empresarios
Ayn Rand, la autora rusa nacionalizada estadounidense, publicó en 1957 "La rebelión de Atlas", un libro que supera las mil páginas y que lleva al lector a una trama de misterio mientras sienta las bases de una línea de pensamiento que marcó, y lo sigue haciendo, a distintas generaciones.
Spoiler alert. La médula de la novela es la rebelión de los empresarios que, hartos de ser castigados por un estado totalitario y populista, comienzan a retirarse a un tranquilo valle donde no pueden ser trazados y, sobre todo, donde nadie les quita lo que se ganaron con su trabajo, siendo los mejores, compitiendo por ganar mercados. Se trata de un grito rebelde o sagrado, como diría nuestro himno nacional, que supone una última acción de libre albedrío. Prefieren retirarse antes que ser avasallados en sus derechos y libertades.
Esta acción no es gratuita para un estado devorador de lo ajeno. Cuando lo ajeno deja de existir, no hay nada para devorar…¿y entonces? La debacle. La inutilidad no produce. En la novela, a pesar de que el Estado intenta hacerse cargo de las empresas, terminan destruidas por el mal manejo y la corrupción.
El retroceso del empleo privado registrado es alarmante en la Argentina. Según datos oficiales, los asalariados privados registrados eran, en julio de 2012, 6.033.000 y los empleados públicos, 2.648.000. En julio de este año, los empleados de empresas privadas llegaron solo a 5.777.000 y los de empresas públicas, 3.205.000. Y no es por la pandemia, en marzo quienes trabajaban en empresas privadas eran 5.981.000 personas. Un dato más, solo para contener en la Argentina a todos los que ingresan al mercado laboral, en una población que crece, hay que crear por lo menos 200.000 puestos de trabajo por año. Pero aquí, mientras que aumenta el empleo público, decrece el privado, y entonces, ¿quién paga? La pobreza.
Mientras, la cantidad de empleadores disminuye sin pausa. Según el Boletín de la Seguridad Social, de AFIP, en julio de este año había 523.706 empleadores. Son 22.000 menos que en julio de 2019 y más de 35.000 menos que en julio de 2018.
Uruguay parece ser el valle que encontraron los empresarios locales para irse, a lo que llaman "el exilio voluntario". Los argentinos prefieren plantar bandera en el país vecino que les ofrece cada vez mejores condiciones en vez de amenazarlos con quitarles todo. Uruguay los recibe con los brazos abiertos con estímulos para que se arraiguen ellos, sus familias y sus inversiones. Los tratan bien.
Huyen de una relación tóxica de este lado del charco, donde hay un presidente que los acusa de haber hecho fortuna "porque la heredaron o porque evadieron impuestos". Ninguna de las dos alternativas le cuadra, por ejemplo, a Marcos Galperin, que creó Mercado Libre de la nada y que fue uno de los primeros en instalarse del otro lado del Río de la Plata a fines de 2019. Y así, silenciosamente, varios jugadores de primer nivel en el mundo de las empresas más importantes de la Argentina se tomaron el buque (literal).
Por otro lado, las compañías con capitales extranjeros simplemente se van, dejando algún mensaje teñido de diplomacia. Los empleados pasan a sumarse a los más de 3.5 millones de desempleados (a esto hay que sumar subocupados y trabajadores sin descuento jubilatorio) y a los 337.000 empleos perdidos en julio, según datos oficiales, solo en el sector asalariado privado registrado, en su comparación interanual.
Pero, supongamos que se puede vivir sin ellas, las grandes, no se puede vivir sin las 570.000 pymes, que proporcionan entre el 70 y el 80% de empleo de la Argentina. "Este país es inviable", le dijo a LA NACION el ex dueño de un clásico restaurante que cerró hace un mes. Sus razones superaron por mucho las vicisitudes de la pandemia, porque ya venía tecleando desde hacía varios años. ¿Por qué? Las mesas estaban siempre llenas, la atención impecable. Los lomitos, conocidos por ser de lo mejor. El horario de atención, desde la mañana temprano hasta bien entrada la madrugada. Buena atención, buena comida, buena locación, un horario extendido. ¿Éxito asegurado? No.
El Estado voraz reflejado por Ayn Rand le quitó todo, pero lo peor es que le quitó las ganas de seguir peleándola. Costos laborales donde por cada $100 de salario, los empleados reciben $70 y el empleador debe pagar $160 o $170. Impuestos varios e inagotables. La espada de Damocles de los juicios laborales. En el ranking del Banco Mundial Doing Business (haciendo negocios), la Argentina está en el puesto número 126 de un total de 190 por su facilidad (o mejor dicho dificultad) para hacer negocios.
Es cruda, y se vive en carne argentina, la visión de Ayn Rand, una línea de pensamiento que también plasma en otra novela imperdible llamada "El Manantial", donde esta vez es un joven arquitecto, innovador y talentoso, el que lucha contra un sistema mediocre y avasallante. ¿Cuántos jóvenes se quieren ir o ya se fueron de este país porque no ven un futuro aquí? Para conservarlos, habrá que hacer las cosas de manera diferente, de una vez por todas.
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