
Las emisiones de carbono del turismo crecen a gran velocidad
El sector no logra convertirse en “verde”, pese a los esfuerzos; sugieren a los gobiernos tomar medidas, como limitar el número de personas en los destinos
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Los turistas vienen recibiendo fuego de artillería pesada últimamente. Venecia empezó a cobrarles unos 5,3 dólares a los turistas que van por el día y no pernoctan en la ciudad, y limitó el tamaño de los contingentes de los tours grupales. Roma está evaluando cobrar 2 dólares por ver la Fontana de Trevi, y Nueva Zelanda subió la tarifa que pagan quienes visitan el país. Y el nuevo estudio publicado en la revista Nature Communications es otra palada de tierra para el turismo. Los investigadores liderados por Ya-Yen Sun, de la Universidad de Queensland, Australia, descubrieron que en el decenio que va de 2009 al inicio de la pandemia de Covid-19, en 2020, las emisiones de carbono generadas por el turismo crecieron un promedio del 3,5% anual, al doble de la velocidad que las emisiones en general.
En 2019, la industria del turismo en su conjunto liberó 5,2 gigatoneladas de dióxido de carbono: casi el 9% del total mundial. El mayor porcentaje lo aportan los aviones, con un 52% de las emisiones directas, mientras que los servicios, como la electricidad, encabezan las emisiones indirectas con un 34%.
En la década que cubre la investigación, la demanda del turismo creció a un constante ritmo del 3,8% anual. Otros sectores lograron desacoplar su crecimiento económico de sus emisiones de carbono, pero en 2019 la “intensidad de carbono” del sector turístico –vale decir, la cantidad de emisiones por cada dólar gastado– fue un 30% más alta que el promedio de la economía global, y cuadruplicó la intensidad de carbono de la industria de servicios en su conjunto. Y todo eso a pesar de los esfuerzos para mitigar el daño ambiental que causa el turismo.
“Hay iniciativas, inversiones y declaraciones por todos lados, pero de lo que no hay señal es de una desaceleración de las emisiones”, dice la doctora Sun, que lideró la investigación. En parte, ese fracaso se debe al lobby de presión de las aerolíneas. Los esquemas pensados para lograr que los aviones sean más “verdes” no parecen dar resultado: las compensaciones de carbono no solo son baratas, sino que las compañías aéreas directamente pueden evitarlas utilizando pequeñas cantidades de combustible sustentable. Además, la actividad propia del turista hace que genere más emisiones que cuando está en su casa: come afuera, va de compras y se da los gustos.
La doctora Sun también descubrió que el turismo y sus emisiones no están distribuidos de manera uniforme. Los 20 países con mayores emisiones de turismo per cápita representan el 75% de la huella de carbono global del turismo, y no es sorprendente que los países ricos tengan emisiones per cápita de turismo emisor mucho más altas. El aumento absoluto de las emisiones fue impulsado por los viajes internos en solo tres países: Estados Unidos, China y la India.
Además de endurecer la regulación del sector aeronáutico los gobiernos deben mejorar sus cálculos sobre las emisiones y establecer límites al número de turistas que permiten ingresar. Esta podría ser una medida impopular en lugares que necesitan atraer a viajeros, aunque la recepción que tuvieron las recientes medidas en destinos como Venecia sugieren lo contrario. Pero los gobiernos también pueden ayudar de otras maneras: la mejor forma de reducir la huella de carbono es acelerar la transición a fuentes de energía renovables.
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