Las semillas de la discordia
LONDRES.- Desde que se empezó a trabajar con los híbridos en la década del veinte, los productores pasaron a comprar las semillas a firmas privadas, pagando mayores precios a cambio de una calidad pareja y altos rindes. Hasta el advenimiento de la biotecnología, el mercado mundial de semillas, con operaciones por unos US$ 20.000 millones anuales, estaba muy fragmentado. Pero en los últimos cuatro años se ha transformado debido a una serie de grandes fusiones y adquisiciones. Empresas dedicadas a la "ciencia de la vida", como Aventis y DuPont, fueron responsables de la mayoría de esas operaciones.
Su gran plan era utilizar las tecnologías que han transformado la industria farmacéutica y aplicarlas a la agricultura, creando nuevas variedades de plantas "transgenéticas", con características difíciles de lograr con los métodos convencionales. Estas firmas tienen grandes presupuestos para investigación y poseen una cantidad de patentes que prometen, pero hasta ahora no tenían acceso a las semillas a las que querían aplicar sus conocimientos ni a los productores que las plantarían. Por lo que comenzaron a comprar empresas distribuidoras de semillas en masa y a precios extravagantes.
Un gigante
El ejemplo más notorio fue el de Monsanto, que en pocos años realizó operaciones de compra y joint venture por US$ 8500 millones. Con eso logró una presencia dominante en mercados desarrollados tales como el de los Estados Unidos y estableció una cabecera de playa en mercados en ascenso tales como los de la India y Brasil.
Para 1998 parecía que esta estrategia daría frutos. Vastas zonas cerealeras del mundo adoptaban las nuevas variedades de semillas.
Pero ahora las empresas se están demandando unas a otras en litigios por patentes y licencias. A grupos tales como Greenpeace les preocupa que si los derechos de propiedad intelectual quedan en manos de las empresas, a los granjeros pobres que tratan de proteger se les hará más difícil y más caro el acceso a las tecnologías y los productos. Las grandes firmas de biotecnología enfrentan en Europa y Japón boicots de los consumidores a los alimentos modificados genéticamente. E incluso los consumidores de los Estados Unidos ahora empiezan a hacer preguntas.
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