Un problema adicional a la crisis. Los bancos rusos son el espejo de los muertos vivos
De hecho, son todos insolventes, pero siguen operando a costa del Estado
MOSCU (The Economist).- Les presento a los zombies en la película de terror de las finanzas rusas. Criaturas bastardas, malevolentes, mutiladas y sangrantes -pero que se arrastran con determinación fuera de sus tumbas, empecinadas en continuar causando daño-. Cuando Rusia devaluó el 17 de agosto, los espíritus que se mueven detrás de los bancos rusos, habiendo apostado fuertemente -y en forma equivocada- al mercado de la deuda de corto plazo en rublos, al parecer decidieron endosarle sus pasivos al Estado, apoderarse de los bienes que quedaran, entregar los cadáveres a la funeraria y encaminarse a climas menos perturbados. Pero la realidad demostró ser más complicada.
Prácticamente todos los bancos rusos son insolventes, no importa cómo se los mida. Pero sólo un puñado cerró realmente. La mayoría continúa pagando pequeñas sumas de dinero a los depositantes y aduciendo que razones de fuerza mayor -la decisión del gobierno ruso de no cubrir los servicios de los bonos que llenan sus cofres- los absuelve de pasivos por no pagar sus deudas mayores.
Todos parecen decididos a continuar operando. Dos bancos que fueron puestos bajo la administración del Estado, por ejemplo, respondieron con juicios (astutamente iniciados en las provincias rusas, donde suele ser más fácil persuadir a los jueces).
Saqueos
En el camino hubo algunos saqueos espectaculares. Ciertas transferencias bancarias, una vez pagadas, misteriosamente nunca llegaron a destino. Resulta casi imposible extraer depósitos en dólares. Y los bancos han sido ayudados por extraordinarias manipulaciones del tipo de cambio del rublo. Después de caer más de dos tercios en las primeras tres semanas transcurridas desde mediados de agosto, de 6 a 22 rublos el dólar, subió vertiginosamente a 7,5 el 15 del actual -sólo para estrellarse en 13,5 al día siguiente.
La explicación está en los aproximadamente US$ 2000 millones en circulación en contratos a plazo no endosables, sacados por los inversores de la deuda de corto plazo en rublos con el fin de limitar su riesgo monetario, y pagaderos el 15 del actual. Aunque ni un rublo cambia de mano (de ahí la calificación de "no endosables"), el valor de estos contratos depende del tipo de cambio.
Los bancos rusos hubieran enfrentado enormes pérdidas a un cambio de 22 rublos el dólar. Pero no sufrieron prácticamente ninguna al tipo de cambio más favorable que tan misteriosa, pero convenientemente se alcanzó el martes de esta semana.
El rublo, con sus escasas operaciones de compraventa, es fácil de manipular. A partir de mediados de agosto, el colapso de las importaciones a Rusia redujo considerablemente la normal demanda de dólares, y la mayoría de los rusos que querían cambiar sus ahorros en rublos a otras monedas ya lo hicieron. Mientras tanto, los requisitos de la vida cotidiana llevaron a una constante demanda de rublos en efectivo en las casas de cambio.
En tales condiciones, los grandes bancos, probablemente ayudados por el Banco Central, pudieron agotar la oferta de moneda ocasionando un pico artificial en el tipo de cambio. A quienes consideraron que valía la pena cumplir con sus contratos a plazo (o al menos negociar con sus contrapartes), esto les habría ahorrado algunos miles de millones de dólares.
¿Por qué los banqueros rusos están tan empecinados en continuar en el negocio? Lamentablemente, la respuesta no permite abrigar optimismo sobre el futuro del país, una vez que haya pasado la crisis; más bien lo que los mueve es la jugosa perspectiva de obtener arreglos más oscuros aún.
En primer término, el nuevo liderazgo del Banco Central parece menos capaz todavía de manejar el sector bancario que sus antecesores. Segundo, el nuevo gobierno quiere emitir plata. Esto crea una oportunidad lucrativa, que los banqueros rusos recuerdan con nostalgia de comienzos de los años 90.
En un país donde una transferencia bancaria lleva aproximadamente una semana para llegar a destino, los bancos lucran enormemente con la inflación. Mientras el gobierno planea usar un puñado de grandes bancos para transferir el dinero recién emitido a la industria, las oportunidades que se presenten a los amigos de lo ajeno serán casi ilimitadas.