Los contactos ya no son lo que eran antes (del coronavirus)
¡Sigamos en contacto! Qué objetivo más entusiasta. Qué apuesta a la continuidad de las amistades. Similar al local "que no se corte", parecía una frase imbatible, pero ahora el coronavirus la está horadando. En tiempos de pandemia, cada contacto es un contagio en potencia.
Es un cambio de tono muy marcado. Las redes sociales promovieron la noción de que cuanto más grande nuestra comunidad, mejor. Viral era la descripción del éxito de un contenido.
Punto de contacto, el espacio de oportunidad de una marca para disparar una venta. Nuevo contacto, sinónimo de potencial cliente, empleador, amigo. Todas esas metáforas pueden quedar en el olvido, o confinadas al mundo virtual. En el mundo físico, el vínculo con otros es un peligro: casamientos, ceremonias religiosas, baby showers. Son el gran blanco de las políticas de testeo y las aplicaciones que registran con quién estuvimos, para eventualmente aislarnos de ellos.
La app más notable es la que están desarrollando Apple y Google. Como señaló la directora de CIPPEC, Julia Pomares, en un artículo sobre el futuro de la política, estas empresas parecen las únicas que cooperan, en un mundo donde los gobiernos coordinaron muy pocas de sus decisiones relativas al Covid-19 y la cooperación internacional es cuestionada.
La iniciativa de Apple y Google prevé por primera vez que haya un cruce entre los sistemas operativos iOS y Android. Parece que en negocios se puede ser "amienemigo" o como dicen en inglés, frenemy. El mes pasado –para sumar anomalías– Microsoft anunció que se une a la Open Data Initiative para empezar a compartir datos en busca de soluciones a grandes problemas de la humanidad. La empresa del código privado por antonomasia propone compartir.
La app de Google y Apple parece inspirarse en una propuesta de un grupo de expertos europeos de las universidades de Oxford, UCL, Turín y Lausana, entre otras, que ya dieron su visto bueno para que las empresas la tomen mientras mantengan abierto el código.
La solución es simple y bella. Cada teléfono que tenga la app emitirá una clave al azar por bluetooth, una vez cada pocos minutos, y escuchará las claves de quienes estén cerca por un rato. Las claves se almacenarán en el sistema durante los 14 días de incubación del virus. Cuando una persona dé positivo, el centro de testeo puede –mediante la app– avisarle a todos los que hayan escuchado los mensajes azarosos del paciente, para que puedan aislarse y testearse. La gracia es que no se requiere saber la identidad ni la ubicación de ninguna de estas personas. Bastan las señales random que estuvieron intercambiando. La mejor explicación de todo el sistema la hizo el ilustrador y programador Nicky Case en la forma de un comic sobre la coneja Alicia, el gato Roberto y los celulares de ambos.
La nueva vida que sospecha del contacto –la consultora Board of Innovation la llamó economía low touch– nos exige nuevas formas de interactuar a distancia. Va a ser interesante, o pavoroso, ver qué ideas surgen para eso. Es posible que las pantallas touch sean eclipsadas por los servicios operables por voz, en un extraño guiño a Star Wars, cuyos personajes jamás escriben pero siempre le hablan a las computadoras.
Puede que en el futuro nos hablemos mucho menos cara a cara con otras personas, pero que empecemos a hablarle al cajero automático, el parquímetro, la caja del estacionamiento.
Nike anunció que incorporará en sus locales la posibilidad de pagar sin interactuar con un humano, algo que ya ofrecen todas las apps de delivery con sus opciones "contactless".
La empresa de bienes raíces Cushman & Wakefield presentó un nuevo servicio de oficinas con distanciamiento social. Tienen caminos marcados en el piso para señalar la circulación de las personas, ascensores operados por voz, y unas especies de mantelitos descartables para poner en el escritorio cuando llegues, debajo de tu notebook ya desinfectada.
Puede que se altere también nuestra forma de guardar datos sobre las personas con que interactuamos. Cuando se dio el primer caso de coronavirus en Alemania, el brote se contuvo rápidamente porque había sido un contagio entre empleados de una empresa y los empleadores tenían sus agendas. Rápidamente pudieron establecer quién había estado con quién. Una victoria contra el virus, una derrota para la privacidad. También una gran responsabilidad para quienes almacenan y usan estos datos, que deberían poder establecer, cada vez, si son fiables.
En febrero el actor Kevin Bacon presentó su primer podcast, una comedia cuyo título en inglés (The last degree of Kevin Bacon) juega con la famosa idea de que todos estamos a solo seis grados de separación de cualquier otra persona del mundo (y por lo tanto, de Kevin Bacon). Mientras esperamos la vacuna, tal vez estemos más lejos.
* La autora es directora de Sociopúblico