CV renovado. Los fracasos ya no se ocultan
La clave está en encontrar en experiencias fallidas una oportunidad para evaluar datos valiosos y seguir adelante
Tratemos de imaginar el mejor currículum posible. Apuesto a que están pensando en sus logros alcanzados, premios y reconocimientos obtenidos. También en su impacto en los resultados de su empresa o en proyectos exitosos y jerarquías ganadas con la experiencia. Ahora, piensen otra vez. ¿Y si el mejor CV fuera el que enumera todos nuestros fracasos?
Este es el ejercicio que Tina Seelig, profesora de Innovación de la Universidad de Stanford, le propone a sus estudiantes. Autora del libro Lo que me hubiera gustado saber a los 20, asegura que muchos aprendizajes, desde los más básicos, pueden venir de los errores. Este ejercicio que propone invita a identificar los fracasos en el plano personal, profesional y académico. Luego de hacerlo, hay que describir qué se aprendió de cada una de esas situaciones. ¿El resultado? Ver las experiencias a través de la lente del fracaso obligó a sus alumnos a aceptar sus errores y verlos como una gran fuente de datos sobre lo que funciona y lo que no y cómo podrían usar estos aprendizajes en el futuro.
Intenté el ejercicio y no me resultó fácil, pero sí rápidamente vi cuánto aprendí de las situaciones “menos felices”. Por ejemplo, haber aceptado un trabajo como editora de un sitio online de un tema del que no entendía (y tampoco tenía la curiosidad para aprender), otro en el que acepté un rol que me asignaron porque pensaba que no hacerlo me dejaría sin otras posibilidades, aunque padecía mucho mi trabajo cotidiano. En otra ocasión, no haber sido clara con mi postura sobre un tema, aportó malestar en la relación con algún colega. Sí, de todas ellas (y tantas más) aprendí y puedo ver con claridad cómo eso modifica mis opciones presentes y a futuro.
Los caminos de la mayoría de nosotros están plagados de pequeños y (a veces) grandes fracasos. La clave está en encontrar en estas experiencias una oportunidad para evaluar datos valiosos y seguir adelante. Abordar nuevos desafíos requiere la voluntad de asumir algunos riesgos y una cierta probabilidad de fracaso. Sin embargo, la toma de riesgos no es binaria. Cada uno de nosotros se siente cómodo tomando algunos tipos de riesgos y otros no. Seelig identifica seis tipos de riesgos: físicos, sociales, emocionales, financieros, intelectuales y éticos. Por ejemplo, algunos se animan a saltar de un avión en paracaídas, pero no a dar un discurso en público. Algunos se animan a emprender luego de una vida corporativa, otros deciden llevar poco dinero si es que van a visitar un casino. Los riesgos son necesarios y muchas veces rinden sus frutos. La experta así lo resume: “Cuando las personas más exitosas tocan fondo, este está revestido con caucho en lugar de concreto. Se hunden un poco, pero luego se recuperan y aprovechan la energía del impacto para impulsarlos hacia otra oportunidad”.