El arte de caer
Las caídas, tanto en la vida laboral como personal, son inevitables y es la resiliencia la herramienta que mejor nos prepara para ellas
Tengo 16 años, voy sentada en el manubrio de la bici de mi novio del secundario mientras él maneja a la salida del colegio. La mochila cae de mi hombro y me desbalancea, levanto una pierna y el zapato del uniforme se mete en los rayos de la rueda delantera. En dos segundos me doy cuenta: estamos a punto de que la bici gire 180 grados y nos estrellemos contra el asfalto. Cubro mi cara del lado derecho con la mano abierta antes de dar contra el piso e intento que la pierna quede lejos de la estructura pesada del cuadro. La caída es inevitable, intento caer lo mejor posible y levantarme antes de que lleguen las cargadas de todo el curso.
La sabiduría japonesa nombra a esto como Ukemi, un concepto y táctica de las artes marciales que enseña a caer con el menor impacto y levantarse con la mayor fortaleza. La caída de la bici me la recuerda aún hoy una cicatriz que me quedó en la pierna, pero recuerdo aún mucho más las que vinieron después. Sin bici. ¿Se puede aprender a caer? Las caídas, tanto en la vida laboral como personal, son inevitables y es la resiliencia la herramienta que mejor nos prepara para ellas.
Adela Saenz Cavia es especialista en resiliencia y educación emocional y cuenta las herramientas para desarrollar la resiliencia con la que podemos levantarnos cada vez mejor. La confianza en nosotros mismos es la primera. “Es una característica clave que podemos promover. La confianza en uno mismo, paradójicamente se relaciona con una cierta cantidad de frustración y caídas”. También impacta la corporalidad y actitud positiva. Nuestra actitud corporal ante la adversidad es clave para nuestro bienestar emocional. La apertura corporal es decodificada por el cerebro como bienestar. “Ante la caída, ¿qué actitud tomamos? Nuestro lenguaje corporal cambia nuestra actitud. Lo veo en cada taller que hago en mí trabajo. Pararse derecho, cabeza al frente, mirada en alto cambia la neuroquímica cerebral”, cuenta.
Finalmente Sáenz Cavia destaca que la resiliencia es personal pero también es con otros. Entonces ante cada “tropezón” o desvío de eso que queremos alcanzar, mirar quién está a nuestro alrededor. La resiliencia tiene un componente individual, que se conjuga con el componente social-comunitario. “Y lo sabemos todos los que hemos atravesado dificultades: lo que nos rescata es la relación con los otros. Como dice Cyrulnik: como en una labor de punto, la resiliencia de teje en el vínculo. Y en relación a saber caer: qué mejor que caer con red, ¿no? Con alguien que te sostenga y te contenga” cierra.
Al final se trata de eso: de usar la energía de la caída para rebotar para adelante, del latín resilio: saltar para adelante, rebotar. O parafraseando la conversación de Buzz a Woody en Toy Story: “No estoy volando, estoy cayendo con estilo”.
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