La hora de los conversos. Wall Street sale al rescate del medio ambiente
Los gigantes corporativos están volcando miles de millones de dólares al negocio de las energías alternativas y el desarrollo de soluciones innovadoras para combatir el cambio climático
“Los nerds inventarán el futuro”, declaró Vinod Khosla en 2010. El capitalista de riesgo no estaba hablando del tipo de nerd responsable por sitios de comercio electrónico, aplicaciones de juegos o plataformas de redes sociales. Más bien su discurso en el California Institute of Technology buscaba inspirar a ingenieros y científicos brillantes para que impulsarán la innovación relacionada con el clima. La burbuja de inversiones en “tecnología limpia” acababa de estallar por lo que parecía una opción poco atractiva para una carrera. Pero si los mejores talentos enfrentaban los difíciles desafíos de ingeniería, sostuvo, los éxitos comerciales y la creciente conciencia del público producirían un momento al estilo Netscape, en referencia al navegador de la red que había abierto el camino a la Internet de los consumidores a mediados de la década del ‘90. Predijo que “dentro de diez años el nivel de invención explotará”.
El inversor multimillonario, que ha dado respaldo a Impossible Foods (que produce proteínas alternativas de bajo contenido de carbono y está valuada en US$10.000 millones) y QuantumScape (que desarrolla baterías y el año pasado obtuvo US$680 millones vía una compañía de adquisiciones para propósitos especiales, lo que se conoce bajo la sigla “Spac” en inglés), acertó bastante en cuanto a los plazos. La agencia internacional de energía, un grupo intergubernamental, calcula que las patentes relacionadas con tecnologías básicas tales como las de las baterías, el hidrógeno, las redes inteligentes y la captura de carbono están superando de lejos a las que aparecen en otras tecnologías, incluyendo los combustibles fósiles.
El dinero ha seguido a la innovación. Bloombergnef, una firma de estudios, calcula que el año pasado los inversores volcaron más de US$500.000 millones a la “transición energética” (taquigrafía que refiere a la descarbonización de todo, desde la energía y el transporte hasta la industria y la producción agropecuaria), el doble que en 2010. Una parte de ello ha tomado la forma de venture capital que se derrama hacia muchos campos. PWC, una consultora, estima que entre 2013 y 2020 las inversiones en venture capital en tecnología climática crecieron a una tasa cinco veces mayor que lo que se vuelca a la financiación en general de startup a nivel global. En 2021 estas inversiones pueden aproximarse a US$60.000 millones tan sólo en Estados Unidos, comparado con US$36.000 millones el año pasado. ¿Este boom puede evitar el destino del anterior y dar nacimiento a una industria inmensa?
La respuesta es en síntesis que es bastante posible. El negocio de tecnología climática moderno se ve más adecuado y más sustentable financieramente que hace una década, cuando firmas de venture capital perdieron más de la mitad de los US$25.000 millones invertidos en startup de tecnología limpia entre 2006 y 2011. Abe Yokell de Congruent Ventures, una firma de inversiones, recuerda que en esos años oscuros “si uno entraba a una sala de directorio de una firma de capital de riesgo y decía que estaba trabajando en tecnología limpia los principales socios dejaban el cuarto”.
Ahora son todo oídos, alentados por historias de éxitos tales como el de Beyond Meat, una rival de Impossible Foods que le permitió ganar una buena suma a los primeros que lo respaldaron cuando hizo su lanzamiento inicial de acciones en 2019 con una valuación de US$1500 millones y ahora vale cerca de US$8000 millones, y especialmente Tesla, pionera de los autos eléctricos cuya capitalización de mercado se ha agigantado desde US$1700 millones cuando hizo su lanzamiento accionario en 2010 a alrededor de US$700.000 millones. El índice Global Clean Tech de S&P ha generado ganancias totales anualizadas de más del 40% en los últimos tres años, más que el doble del índice testigo S&P 500 de grandes firmas estadounidenses.
La tecnología climática ahora representa alrededor de un décimo de las nuevas inversiones de Sequoia Capital, un fondo legendario de Silicon Valley. Este mes Chris Sacca de Lowercase Capital, un inversor de alto vuelo en compañías de Internet conocido por sus tempranas apuestas a Uber, Instagram y Twitter, dijo que lanzaría fondos de venture capital de tecnología climática por valor de US$800 millones. Nancy Pfund del fondo DBL Partners informa que mientras en 2004 apenas logró reunir US$75 millones para un fondo de tecnología limpia, su nuevo vehículo de tecnología climática reunió US$600 millones con exceso de suscripciones.
Igualmente significativo es que se ha vuelto más diverso el grupo de gente que escucha a Yokell. Junto a firmas de capital de riesgo esto incluye estados, filántropos, Wall Street y grandes empresas. Y los recién venidos están invirtiendo de maneras nuevas.
Avanzada estatal
El 12 de agosto el departamento de energía (DOE) de Estados Unidos anunció una asociación por US$1500 millones con Breakthrough Energy Catalyst, parte de una red fundada por Bill Gates (que incluye Breakthrough Energy Ventures, un fondo de inversión con más de US$2000 millones que el multimillonario ha creado con algunos amigos, incluyendo Khosla) que apunta a acelerar el desarrollo de tecnologías noveles en materia de combustible de aviación, hidrógeno verde, captura directa de aire y almacenado de energía de largo plazo. Esto se suma a programas de créditos por más de US$20.000 millones que el DOE tiene disponibles para apuntalar la energía y el transporte limpios. Si las propuestas de Joe Biden en materia de infraestructura y clima obtienen aprobación final del Congreso puede haber más fondos en camino para despliegue y expansión de proyectos.
Los gobiernos europeos también están invirtiendo. La Comisión Europea, el brazo ejecutivo de la UE, se ha unido a Breakthrough Energy Catalyst en una iniciativa por US$1000 millones para construir proyectos de demostración a gran escala de tecnologías limpias. Gran Bretaña ha presentado planes para invertir 235 millones de dólares en tecnología relacionada con el clima. El clima es una cuestión sensible en China. Sin embargo, dice Peggy Liu de Juccce, una ONG de energía limpia, es el líder mundial en tecnología climática. Gran parte de su gasto oficial en tecnologías “inteligentes” para fábricas más eficientes, mejores baterías y motores tiene un tinte verde.
Los estados no son los únicos conversos a la inversión en el clima. Entes de caridad y firmas de inversión familiares están canalizando capital a firmas en sus primeras fases y ofreciendo capital paciente dispuesto a quedarse con “tecnologías difíciles” más tiempo que un típico de fondo. De acuerdo a un estimado oficinas familiares de los súper ricos son responsables por aproximadamente el 10% del total de los negocios de capital de riesgo de tecnología climática, comparado con quizás un 5% hace una década.
Elemental Excelerator, un grupo con sede en Hawai fundado por el colectivo Emerson, una firma con mentalidad filantrópica creada por Laurene Powell Jobs, la viuda del cofundador de Apple, Steve Jobs, busca financiar “proyectos transformadores que sean los primeros en su tipo”. Las inversiones en primeras fases de Elemental de US$43 millones han atraído financiación por US$3800 millones, dice Dawn Lippert, su CEO; 20 de las 117 firmas en su cartera han comenzado a cotizar en bolsa o encontraron compradores privados. Ampaire, que desarrolla aeronaves híbridas eléctricas, fue adquirida en febrero por US$100 millones. Stern, una firma de almacenado de energía, hizo su lanzamiento accionario por US$1300 millones en abril.
Wall Street quiere ver. A comienzos de este año JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, dijo que volcaría US$2,5 billones a inversiones sustentables a lo largo de diez años. De ese total, US$1 billón que incluye capital del propio banco y dinero obtenido con emisión de bonos y venta de acciones, apunta explícitamente a tecnologías limpias. “Hace cinco años no teníamos la capacidad de invertir en tales firmas o en sus patrocinadores de capital de riesgo”, dice Brian Lehman de JPMorgan. Ahora el banco tiene empleados dedicados como él que se concentran solamente en cuestiones relacionadas con el clima y verdes. Está haciendo pequeños préstamos a firmas aún sin ingresos del sector y se expandirá a financiación puente entre rondas de capital de riesgo y financiación de proyectos para iniciativas capital intensivas como granjas bajo techo y plantas de energía solar.
En las últimas semanas se ha visto el surgimiento de unos pocos fondos de capital privado (cp) inmensos con objetivos similares. En abril BlackRock, una de las mayores administradoras de fondos del mundo, se unió a Temasek, un fondo de riqueza soberana de Singapur, para crear un vehículo de descarbonización con US$1000 millones. Y tan sólo en julio firmas de capital privado comprometieron más de US$16.000 millones en tecnología climática. Tpg, un titán del capital privado texano, dijo que había reunido US$5400 millones para su fondo Rise Climate. Brookfield Asset Management de Canadá anunció su propio fondo centrado en el clima con US$7500 millones, encabezado por Mark Carney, un ex director del Banco de Inglaterra. General Atlantic, otro gigante el capital privado estadounidense, piensa reunir US$4000 millones para BeyondNetZero (bnz), un fondo centrado en el clima que estará dirigido por John Browne, exCEO de British Petroleum, una superempresa petrolera británica.
El último grupo de nuevos inversores en el clima incluye grandes compañías. Muchos gigantes corporativos están yendo más allá de los compromisos meramente declarativos en relación al medio ambiente y compromisos de “emisiones netas cero” de carbono invirtiendo directamente tecnología climática. Según Energy Monitor, un portal de la red especializado en tecnología limpia, entre 2017 y 2020 tales inversiones de riesgo corporativas superaron los US$58.000 millones en total.
Esto se ve en camino de crecer. Microsoft, el gigante del software fundado por Gates que el año pasado se comprometió a eliminar todos los gases de efecto invernadero que haya emitido -y más- para 2050, ha creado un fondo para tecnología climática con US$1000 millones. Su símil titán de tecnología de Seattle, Amazon, ha lanzado uno por valor de US$2000 millones, financiado completamente por su balance. Como tal, dice Matt Peterson de Amazon, las inversiones no tienen que cumplir ninguna meta interna de ganancias. “El foco está puesto en la descarbonización, que es una necesidad estratégica para Amazon” explica. El éxito se determinará de acuerdo a la medida en que las inversiones reducen la huella de carbono de Amazon. El fondo ha respaldado startups como CarbonCure, que inyecta carbono capturado en cemento, Redwood Material, una firma de reciclado de baterías creada por J.B. Straubel, exjefe de tecnología de Tesla, y Zero Avia, una firma de celdas de combustible de hidrógeno para aviación. Amazon también ha dado dinero a Elemental Excelerator.
Incluso defensores del carbón quieren participar del juego. Koch Industries, la mayor firma de capital privado de EE.UU. y una potencia de combustibles fósiles odiada por los ambientalistas, está colocando US$350 millones de lo que se conoce como “capital paciente de largo plazo” en la transformación de la energía. Sus primeras inversiones incluyen EvBox Group, que desarrolla infraestructura de carga para autos eléctricos, y Freyr, una firma noruega que quiere construir gigafábricas de baterías de autos en el Ártico.
El 10 de agosto Reliance, un conglomerado indio que abarca desde la energía hasta los teléfonos, encabezó una ronda de financiación por US$144 millones para Ambri, una startup de almacenado de energía fundada por Donald Sadoway, profesor del Massachusetts Institute of Technology. Reliance está en negociaciones con Ambri (que también cuenta con Khosla entre quienes la respaldan) para construir una gran fábrica de baterías en la India. Y el 17 de agosto Glencore, un gigante minero suizo con un gran negocio de carbón, dijo que había comprado una participación en Britishvolt, que está construyendo una gigafábrica en Northumberland por US$3600 millones.
Aprender de los errores
Las grandes empresas, las startups y las firmas de capital de riesgo que las respaldan también han aprendido de los errores del pasado así como de los recientes éxitos. Como resultado de ello su abordaje de la inversión en el clima se ha vuelto más sofisticado. Una lección es impulsar una gran industria que permita a la gente romper con su hábito de carbono sin sacrificar su estilo de vida, dice Pfund de DBL Partners. Tesla, de cuyo directorio formaba parte Pfund cuando era una compañía privada, es un ejemplo perfecto. Otro es Apeel Sciences, que usa lípidos de origen vegetal para limitar los deshechos de alimentos -que son responsables de más emisiones de gases de efecto invernadero que la fabricación de cemento notoriamente carbón intensiva-, extendiendo la vida útil de los productos. El 18 de agosto la compañía, que ha tenido el respaldo de DBL, inició una nueva ronda de financiación que elevó su valuación a más de US$2000 millones.
Otra novedad es la llegada del capital de fases tardías. Bnz respaldará compañías que tengan ingresos de entre US$50 y US$500 millones. Lord Browne insiste en que, gracias tanto a la política de promoción como a la conciencia del público por el calentamiento global, ya no hay que elegir entre enfrentar los gases de efecto de invernadero u obtener ganancias. Al contrario, dice, las firmas pueden reducir las emisiones obteniendo mayores ganancias. Está a la búsqueda de compañías que pudieran convertirse en la “Amazon de la electricidad” y no tiene dudas de que “algunas van a crecer hasta tener ese tamaño”.
La aparición del capital de riesgo en fase tardía y la participación de firmas de capital privado es un desarrollo saludable para el ecosistema de la tecnología climática, sostiene Shaun Maguire de Sequoia. El sector necesita financiación innovadora de deuda, por lo que el capital privado “puede ser bastante útil”, dice. Podría ayudar al 95% de los emprendedores que históricamente no han logrado continuidad de la financiación, acuerda Laura-Marie Töpfer de Extantia, un fondo de capital de riesgo climático.
Si hay abundante capital para fases tardías y crecimiento esto puede dar más confianza a firmas de capital de riesgo que invierten en fases más tempranas en startups que trabajan en tecnologías difíciles. Y los fuertes compromisos ambientales, sociales y de gobernancia de fondos de capital privado modificarán en forma dramática los incentivos para los fundadores. Para hacer una inversión atractiva, dice Töpfer, los fundadores y quienes los respalden deben asegurarse de que los compromisos ambientales “estén incorporados a la firmas desde el primer día”.
La última lección es la importancia de la colaboración. Mientras que en el pasado las firmas de capital de riesgo respaldaban startups con enfoques similares para la fabricación de paneles solares delgados, los nuevos inversores en tecnología climática están abiertos a trabajar juntos para compartir el riesgo y acelerar el desarrollo. Glencore proveerá a Britishvolt cobalto para sus baterías de auto. Reliance sería cliente de la nueva gigafábrica, no solo su patrocinador. Además de entregar US$1000 millones a Rivian, que produce vehículos eléctricos, Amazon también ha hecho un pedido de 100.000 camionetas para llegar a descarbonizar su flota de entregas de comercio electrónico. Ninguna firma de capital de riesgo tiene semejante poder de compra.
Brookfield quiere usar sus conocimientos de bajo contenido de carbono resultado de sus muchas inversiones en grandes proyectos de energía renovable, para ayudar a compañías grandes a alcanzar metas ambiciosas en materia de descarbonización. Connor Teskey de Brookfield dice que el tipo de socio que tiene en mente su firma es ArcelorMittal. En julio la siderúrgica gigante dio a conocer una estrategia para reducir sus emisiones globales de carbono en un 25% para 2030 a un costo de US$10.000 millones. “Un fondo de capital de riesgo tecnológico con solo US$100 millones no puede hacer esto” dice Teskey. Las firmas grandes quieren “un socio que pueda extenderles un cheque por US$1000 millones”.
Este nuevo espíritu de cooperación importa porque, en las palabras de Carmichael Roberts de Breakthrough Energy Ventures “en la tecnología climática todo es difícil”. Todo menos conseguir capital.