Negocios. Fabrican en el país, venden en Gran Bretaña y crecieron por el Polo
La crisis argentina de 2001 fue el detonante para que Marcus Smith y su familia decidieran empezar a buscar otros horizontes. De madre argentina y padre inglés –se conocieron en el Hospital Británico de Buenos Aires-, Smith trabajaba en el mundo de las finanzas. "Se cayó todo y pensé que podía aprovechar que conocía a fabricantes de sombreros y cintos tradicionales para ganar algo de dinero en Inglaterra". Así nació Estribos, una "talabertería móvil" que hace poco sumó su página de comercio online.
La fuerza la logró con presencia en eventos deportivos, de coleccionistas y fiestas. Llega a vender 160 sombreros en una jornada y unos 30.000 cintos en un año. Compran a artesanos argentinos y fabrican cintos en la provincia de Buenos Aires.
En los dos primeros años la familia Smith –Marcus, su esposa y sus tres hijos- vivió una parte del año en la Argentina y unos meses en una carpa y una camioneta en la que iban de un evento a otro. "Fue la forma de investigar el mercado británico; llevamos productos para probar, nos interiorizamos de las reuniones típicas de carreras de caballos y polo. Después vendimos la casa en Buenos Aires y nos establecimos en Londres; vimos que el esquema funcionaba", cuenta Smith a LA NACION. "No hemos ganado una fortuna, pero nos apasiona lo que hacemos", completa.
Participan de entre 130 y 150 eventos al año y aseguran que "Estribos" ya es una marca reconocida que tiene como clave vender productos originales, artesanales y de calidad. Smith explica que hay "mucha competencia" porque la oferta es internacional; hay otras propuestas de argentinos también.
Participan de entre 130 y 150 eventos al año; venden hasta 160 sombreros en uno y 30.000 cintos al año.
Ellos invitan a artesanos locales a sumarse a su stand en la temporada alta (el verano inglés) y la pandemia del coronavirus los obligó a mejorar su website. "Durante años no hicimos prácticamente nada, pero ahora desde el 20 de marzo no tenemos ventas más que por esa vía. Lo sorprendente es que los pedidos desde Estados Unidos ya representan el 35% del total".
Tienen proveedores argentinos de sombreros (Lagomarsino), de alpargatas, de boinas y de cintos (compran a una fábrica de Santa Fe y los exclusivos los fabrican en Buenos Aires con un artesano de larga experiencia con el que se asociaron hace varios años). "Los partidos de polo y las carreras hípicas son grandes aliadas; a los ingleses les gusta la tradición del sombrero, completan su presencia con él –describe Smith-. Cuando arrancamos, por ejemplo, los cintos bordados no eran muy conocidos, ahora les llaman el ‘cinto de polo’ y tiene una demanda importante".
Ofrecen diseños personalizados que "andan muy bien, con buena demanda porque en este tipo de productos no es nada frecuente el hacer a medida". Lo más costoso que vendieron es una fusta con punta de plata en US$7000, realizada por el taller Draghi de San Antonio de Areco; sus plateros y sogueros estuvieron el año pasado trabajando con Estribos e iban a repetir ahora, pero se cortó por la pandemia.
También presentaron mates que son "obras de arte" de hasta US$3000. Los sombreros cuestan entre US$40 y US$150; los cintos entre US$50 y US$100 y hay ponchos exclusivos de hasta US$500. La final de la Copa de Oro de polo en Cowdray Park, que reúne hasta 30.000 personas, y el Goodwood Revival (feria de coleccionistas de autos) son dos de los eventos claves del año.
Los sombreros cuestan entre US$40 y US$150; los cintos entre US$50 y US$100.
"Hay piezas únicas, como guantes y cintos de carpincho azul que no se ven en ningún otro lugar del mundo; hay quienes aprecian la cultura, la historia y la calidad y también están a los que los mueve solo el precio", define Smith e insiste en que privilegian la venta directa al cliente (sólo proveen a dos negocios). Con el tiempo fueron expandiéndose con presencias en Irlanda, Bélgica y Francia. Las carteras, hasta ahora, es el producto que no funcionó pero están decididos a insistir.
Otro proyecto que probaron, anduvo, pero cortaron por el tiempo que requiere es el de una cerveza hecha en base a dulce de leche. "Estudié en Estados Unidos y en la Argentina había comprado el local para poner una cervecería cuando se cayó todo –repasa Smith-. Acá vendimos ‘Bolu’ pero lleva un tiempo que ahora no podemos dedicar; tenemos la iniciativa en carpeta".
Smith lamenta la burocracia y los "altos" costos para importar productos desde la Argentina: "Es infernal; hay una caja en aduana hace dos años y medio. Todo es una traba; se desalienta a productores artesanales por el laberinto de trámites que hay que sortear. Pensamos en traer botas de cuero pero esos problemas mataron el negocio; otro tema es conseguir siempre insumos para fabricar de la misma calidad. No es nada simple".