Primera persona: cómo convertir a un sentimiento argentino en un trabajo redituable en Nueva York
El creador de la milonga La Nacional empezó trabajando en otra que fue “furor” a mediados de los ‘90. En la Argentina no sabía “nada” de tangueros
Una novia texana lo impulsó a irse a vivir a Estados Unidos en 1989. Juan Vicente -quien estudiaba cine y trabaja “un poco de cualquier cosa” en Buenos Aires- se fue a Houston a visitarla y ya no volvió. En 1994 se mudaron a Nueva York y lo contactó un “amigo de un amigo” que quería abrir una milonga. Desde entonces sigue en el negocio, desde hace 22 años con La Nacional, en la 239 West y 14th Street.
Todos los jueves abre la milonga entre las 19 y las 2, van entre 100 y 150 personas, quienes pueden tomar clases -hay diferentes niveles- y, después, bailar a su aire. La Nacional funciona en el edificio, de unos dos siglos, de la Sociedad de Beneficios y Socorros Mutuos de España. Abajo hay un restaurante y, en el primer piso, tango.
En Buenos Aires hay otra con el mismo nombre, en la calle Adolfo Alsina, organizada por el cantante de tango Pablo Banchero.
La entrada de la sede de Nueva York cuesta US$20 e incluye la posibilidad de tomar clases; la consumición es aparte. La Nacional nació de la sociedad entre Vicente y Coco Arregui, ya fallecido. “El lugar era un depósito y lo reconvertimos; Coco quería el ambiente de una milonga de barrio, con un criterio tradicional, incluso en el estilo de baile”, repasa.
En Houston, Vicente trabajó limpiando las oficinas de Federal Express en el aeropuerto y en restaurantes. “Cuando llegamos a Nueva York me encantó, en un punto me resultó parecida a Buenos Aires -cuenta a LA NACION-. El conocido quería un argentino para su milonga. Yo no sabía de tango, mi generación no era de ese palo, pero me gustó y empecé a aprender”.
Aquel local fue la Belle Époque, estaba en Broadway y la 12. Vicente repasa que fue “muy famosa”, con música en vivo todos los viernes, con restaurante y bar. Había clases de figuras que llegaban desde la Argentina. “Fue ahí donde me enganché para siempre, iba todos los días. Aprendí”, dice. El cantante Kevin Johansen trabajó un tiempo en la puerta, cobrando los US$10 que salía la entrada.
Vicente enfatiza que aquellos años coincidieron con espectáculos como Tango Argentino y Forever Tango. “Era un furor; también eran tiempos en los que muchos argentinos viajaban. Había muchísimo movimiento”, completa.
En La Nacional -que reabrió cuando se terminó la cuarentena dura- el público mezcla “todo tipo de perfiles”. Van taxistas, médicos, gente de las finanzas, jóvenes y grandes. Antes de la pandemia también recibía “mucho turismo”. “El tango es popular y atrae a gente de todos lados, es un sello porteño más que argentino”, define Vicente.
Él da clases a los principiantes y contrata profesores para el nivel intermedio, igual que DJ de tango. “No es fácil, tienen que ser muy buenos porque la milonga depende de ellos -describe-. Los estadounidenses se dedicaron mucho y son excelentes, también hay varios rusos de primer nivel. Poner música es todo un arte, son muchas horas sin parar y las selecciones quedan a criterio de ellos”, concluye.