Subastas récord. Los nuevos ricos revolucionan el mercado del arte
El 1% más poderoso del mundo sale reforzado de la pandemia y dispara los precios de un negocio cada vez más concentrado
Una subasta es una función de teatro. Una tramoya. Todo resulta posible. Hasta que las frías estrellas caigan del cielo. Imaginen la escena. Nueva York. En las sesiones de la noche, las grandes casas de puja -sobre todo Christie’s y Sotheby’s- presentan sus mejores obras. Esas solo al alcance de menos del 1% de la población del mundo. Suelen estar llenas (ahora, siguiendo los tiempos, guiadas por más subastadoras) y el público aclama, enfervorecido, cuando un precio atraviesa la estratosfera. No aplauden la calidad del trabajo: solo el dinero. Es como si en tiempos de Maria Callas, los espectadores ovacionaran su caché e ignoraran su extraordinaria interpretación del aria “Vissi d’Arte” (Viví de arte) de Tosca.
Este es el mercado del arte del siglo XXI. Una representación donde Sotheby’s vendió US$7300 millones durante 2021, la cifra más alta en sus 277 años de historia. Con estos números, su propietario, el multimillonario franco-israelita Patrick Drahi, estaría estudiando -acorde con Bloomberg- volver a sacar la compañía a Bolsa. ¿Quizá necesite liquidez? La revista Forbes le estima un patrimonio de US$7600 millones. Su gran rival, Christie’s, también llenó la platea de estrellas. Ingresó US$7100 millones. El mejor resultado en cinco años. Imposible sin los US$1700 millones que levantó en ventas privadas. Un 12% más que en 2020 y el 108% superior a 2019.
Mozart, de fondo, compone una obertura al capital del siglo XXI. El libreto es de Piketty. Otra casa, Phillips, también batió su récord al rematar US$1200 millones en bienes de lujo, un 32% más que durante 2019. Jamás había superado los US$1000 millones. Y Bonhams celebró 343 sesiones. “Un aumento impresionante respecto a las 310 de 2020″, comenta Patrick Masson, director general de la casa de subastas en el Reino Unido y Europa. Porque ese año nunca existió. El mercado del arte lo ha borrado de su memoria, como una goma de nata sobre un carboncillo. Pronto se han olvidado de los desplomes de las ventas de Sotheby’s (16%, hasta unos US$5000 millones) y Christie’s (25%, unos US$4400 millones) durante 2020. ¿La famosa resiliencia? No. La vergonzosa inequidad. “Los coleccionistas de elevado poder adquisitivo están gastando más que nunca y esto se debe, en parte, a que los efectos de la acumulación de la riqueza en los dos últimos años han sido muy diferente al de otras crisis”, analiza Clare McAndrew, economista especializada en arte. “Una de las secuelas del crash financiero de 2009 fue la caída del 30% en el número de multimillonarios y su patrimonio descendió el 45%. Pero en 2020, los millonarios aumentaron un 7% y la riqueza el 32%”. Le bastaron únicamente 365 días. Solo Christie’s, Sotheby’s y Phillips vendieron el año pasado US$15.600 millones en arte. “Todos bailamos al son de los oligarcas”, lamenta el coleccionista Paco Cantos.
Revalorización
La creación de Miguel Ángel pinta la versión extrema de la desigualdad del planeta. ¿Cómo leerán estas frases los miles de familias que aguardan recibir el Ingreso Mínimo Vital en España? ¿Qué pinta el arte en la realidad? ¿Es la alabanza sin fin al Becerro de Oro? Yahvé dijo a Moisés: “No os hagáis dioses de plata ni de oro para ponerlos junto a mí”. Es el Éxodo. El brillo esmeralda del dólar. José María Cano, antiguo componente del grupo musical Mecano, coleccionista y pintor, vendió, según la consultora Artnet, en noviembre pasado en Christie’s un basquiat (The Guilt of Gold Teeth, 1982) por US$40 millones en 1998 desembolsó solo US$387.500 para llevarse la pintura. La culpa de los dientes de oro es un óleo de grandes dimensiones de un artista que colocó obra por valor de US$303,5 millones en el primer semestre de 2021. Solo lo supera Picasso.
“Nunca he visto el mercado del arte tan fuerte. Las casas de subasta venden todo a precios mucho más altos de los estimados, especialmente arte figurativo africano y de su diáspora [creadores que viven en Londres, Nueva York, Berlín, Brasil]”, reflexiona por teléfono Jorge Pérez, uno de los latinos más ricos del mundo, megacoleccionista y mecenas.
Sin embargo, el dinero persigue el arte, o viceversa. Y tiene su particular geopolítica. La nueva geografía huye del calor de las arenas de los Emiratos Árabes o Arabia Saudí y se instala en la turbulencia política de Hong Kong. Phillips, por ejemplo, está buscando un nuevo espacio. La casa de subastas vendió el año pasado US$270 millones en la excolonia inglesa y Asia es la región que más prospera. Aquí cerca, París quiere derrotar a Londres aprovechado la zozobra financiera, fiscal y legal que ha provocado el Brexit. Y el mercado crece superponiendo capas de veladura de negocio. La imprimación básica son los artistas negros y las mujeres extraviadas por la historia. “La mayoría de los precios elevados se dan en los mercados secundarios que, por su naturaleza, son impredecibles. Sin embargo, el impacto en las ventas en la galería primaria resulta considerable y provoca que algunos aprovechen [produciendo en exceso] esa tendencia al alza”, analiza, por correo electrónico, Kerry James Marshall, 66 años, el pintor vivo afroamericano más caro (se pagó US$21,1 millones por su tela Past Times en 2018) del mundo.
Son nombres que cualquier coleccionista recuerda de memoria, al igual que una batalla perdida. Amoako Boafo (1984), Toyin Ojih Odutola (1985), Adam Pendleton (1984), Jordan Casteel (1989), Kudzanai-Violet Hwami (1993), Aboudia (1983). Son los artistas de las “excusas”. “Hay lista de espera de más de un año”; “van primero los museos y las fundaciones públicas”; “los clientes de la galería tienen prioridad”. Y todas las añagazas que emplean algunos galeristas en su teatro con los coleccionistas. Aunque sean creadores de seis cifras. Porque la liquidez llueve para bastantes privilegiados como lágrimas de san Lorenzo y sobran los compradores. “El mercado es un ser vivo y reacciona a las tendencias de cada momento”, defiende Alexandra Kindermann, directora de Comunicación de Christie’s Europa.
De ese frío cosmos también caen atraídas por la fuerza de la gravedad del capital las estrellas femeninas. Sobre todo mujeres mayores: Irma Blank (87 años), Martha Jungwirth (81), Ida Applebroog (92) o Carmen Herrera, la artista cubana, de 106 años, que supera el millón de dólares en el mercado primario. ¿Demasiada presión? “No existe, a menos que se considere presión el éxito que busca todo el mundo. Cuando ganas el premio gordo, como le ha tocado a un puñado de mujeres artistas, súbete a la ola y disfruta. Muchas no subirán nunca”, aconseja Stefan Simchowitz, galerista y “polemista” -palabra con la que se define- afincado en Los Ángeles. Las mujeres lideraron las ventas de Phillips en Nueva York, en su sesión de la noche de noviembre pasado de arte del siglo XX y contemporáneo. Se remataron obras por un total de 139,2 millones de dólares, el 96% de los lotes. El mejor resultado que ha conseguido la casa durante su historia en una única venta.
El pensamiento es igual que mover grandes baúles secretos y resulta difícil averiguar qué piensan los coleccionistas de lo que está pasando en el mercado. El 35% de la generación del milenio, acorde con Clare McAndrew, gastó más de un millón de dólares en arte el primer semestre de 2021. Quizá su Becerro es “ahora”. Esa palabra (Now) es la que llevaba escrita en su cigarrera el escritor Raymond Carver (1938-1988) cuando el cáncer le anunció su comienzo y su fin. Todo arte son fragmentos de tiempo. Entre finales de junio de 2020 y el mismo mes de 2021, en el segmento contemporáneo cambiaron de manos obras valoradas en US$2700 millones. Más de 100.000 piezas de unos 34.600 artistas. Números, según artprice.com, jamás vistos.
“El mercado del arte refleja unas diferencias sociales exorbitantes (pensábamos que el virus iba a reducir la grieta), pero ocurrió lo contrario, y esto lleva a que esté muy lejos de mostrar la calidad o la importancia que otras obras [alejadas de las modas] tendrán en un recorrido lineal de la historia artística”, avisa el coleccionista argentino Aníbal Jozami.
Cambio generacional
¿Quizá vemos un espejismo? Estos dos años de pandemia han acelerado las compras virtuales, la incorporación de nuevos mercados, un cambio generacional y tendencias inesperadas. “Hay más demanda de obra figurativa joven que no interesaba hasta hace poco. Hilary Pecis, Flora Yukhnovich, Jordan Casteel, Javier Calleja; y solo tienen treinta y pocos años”, desgrana el coleccionista Juan Bonet. Una veladura primeriza sobre una tela muy cara. Amy Sherald (1973) -la artista que pintó el retrato oficial de la ex primera dama Michelle Obama- vendió en diciembre en Phillips The Bathers (2015) por US$4,26 millones. Superó 21 veces su estimación más alta (US$200.000). Vaya arranque.
Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura. Es el título de un libro de relatos del Nobel Kenzaburo Oé. No existe esa enfermedad. Porque los coleccionistas son los grandes creyentes. “Resulta muy positivo que el mundo del arte se expanda y diversifique”, observa por mail Patricia Phelps de Cisneros, una de las principales coleccionistas del planeta y mecenas. Solo al Reina Sofía le ha donado 85 obras de 45 artistas y tiene 31 piezas en depósito. Y añade: “Me alegra mucho ver más creadores de nuevos lugares participando en el sistema. A veces, el sector privado responde con mayor rapidez que las instituciones; y los coleccionistas, en este sentido, pueden ser fundamentales para reunir y apreciar obras que el sistema público aún no valora. Así sucedió con el arte de América Latina hace unos años, y ahora pasa, también, con otras producciones”. Sin la generosidad de Jorge Pérez (la foto de una donación suya, Amor a primera vista, de la argentina Marta Minujín, anuncia sobre las luces del paseo del Prado de Madrid la exposición) o de Patricia Phelps de Cisneros, por ejemplo, hubiera sido imposible la nueva reordenación del Museo Reina Sofía.
Efecto latino
“Hay hambre de arte, de (re) descubrir y de poseer”, resume la galerista parisiense Chantal Crousel. “Además, la reciente llegada del coleccionismo de América Latina le ha dado oxígeno al sistema español, y eso es bueno”, admite el comisario Gabriel Pérez-Barreiro. Pero arte y mercado a veces mantienen una relación compleja, al igual que una ecuación de Max Planck; y otras, en cambio, tan intuitiva como un beso entre amantes. “Aunque vendas no significa que te vaya bien, si no muestras pintura ni eres negro ni mujer lo tienes más difícil; esto hay que decirlo”, advierte Silvia Dauder, directora de la galería barcelonesa ProjecteSD.
Pero con virus o sin él, con nuevas variantes o sin ellas, con ventas a través de la web, o con los NFT (tokens no fungibles) zarandeando el statu quo, el mercado del arte exhala fatiga. Tras décadas de liderazgo, Malthus y Copérnico claudican. Adiós a la infinita proliferación de ferias. Adiós a ser el centro de las ventas. “Las ferias de arte seguirán existiendo como eventos sociales, de intercambio, de comunicación social entre coleccionistas, de entretenimiento. Hubs para ver y ser visto. Para encontrarse con nuevos protagonistas que, constantemente, están surgiendo en el círculo artístico internacional”, prevé Elena Foster, editora, coleccionista y fundadora de Ivorypress. “Pero las ventas importantes -en la mayoría de las obras expuestas en ferias clave- ya han sido cerradas con anterioridad. Vía mail o Zoom”. Y zanja la cuestión: “También está ocurriendo con las bibliotecas”.
Eso sí, el casino seguirá abierto, la ruleta girará y los coleccionistas apostarán rojo o negro, falta o pasa contra artistas jóvenes emergentes en una competición planetaria. “Algunos serán una buena inversión, otros no”, pronostica el todopoderoso galerista Larry Gagosian en la revista Artnet. “Para mucha gente es casi un juego de especulación. Entrar pronto. Conseguirlo barato. Resulta igual que adquirir un billete de lotería. No me gusta vender arte de esta manera. Si pagas un millón de dólares, estás comprando consenso”. Pero existe prisa. El Becerro de Oro físico o digital refulge con toda la iridiscencia del final de una época. En 2020 el mercado del arte generó US$50.065 millones. Durante 2021 los expertos apuntan a un crecimiento de dos dígitos replicando los resultados de las casas de subasta. Sin embargo, la especulación se queda. “Que el sistema del arte parezca que juega al casino al ver cómo las modas se suceden es un problema de los medios de comunicación tradicionales, no del sistema. Las cosas cambian rápido y con ello, las preocupaciones de creadores e intelectuales, antes llamados críticos de arte. Somos muchos los profesionales que ignoramos esas modas”, observa el comisario Bartomeu Marí. Sin embargo, que un desconocido Beeple consiga en marzo pasado durante una subasta en Christie’s US$69 millones por un NFT (collage digital) titulado Everydays: The First 5000 Days o que las casas acepten criptomonedas a la hora de realizar los pagos anuncian la posibilidad de un cambio.
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