Escepticismo joven en el laboratorio de campaña: "No me pongas globos o un boludo tomando mate"
La coordinadora pide permiso porque, avisa, va a requerir algo íntimo. Y algo de eso hay: para un centennial, alguien nacido durante este siglo, nativo digital con todas las letras como los siete que participan de este focus group, puede que lo sea. "¿Me dejan ver en sus teléfonos el inicio de Instagram?", propone entonces. "¿Inicio o feed?", reacciona uno, y la pregunta pone a este cronista, que analiza la escena detrás de un vidrio de cámara Gesell, en el primer brete de la tarde: ¿de qué está hablando? Serán dos horas y media de esfuerzo para cualquier cerebro de configuración analógica. Durante la sesión, que organizó una consultora por encargo de un candidato para saber cómo piensan estos nuevos electores, habrá que prestarle atención a este tipo de precisiones: para un centennial la diferencia entre feed e inicio en Instagram es una obviedad. Ya lo sabemos.
Son las 15.30 del viernes 10 de mayo y los siete voluntarios, todos ellos estudiantes, tienen entre 17 y 23 años. El candidato, que aspira a gobernar un distrito importante y cuyo nombre se mantendrá aquí en reserva, quiere reorientar su campaña a partir de estos sondeos. No es fácil porque se trata de un segmento de votantes formado y numeroso, nada ingenuo, que tiene un alto desprecio por la clase política en general hasta el punto de que en ninguna de las pantallas auscultada por la moderadora aparecen temas alusivos. Todo lo contrario: deportes, comida, videos humorísticos, traperos. A cambio de sus opiniones, la consultora les dará un voucher de compra en una conocida tienda de ropa. "Los políticos de la Argentina no me interesan -dice uno de los participantes, vestido con buzo verde-. Me causan repulsión: ninguno persigue el interés de la gente sino el propio". A su izquierda, un estudiante de Medicina corrobora: "Me pasa con todos, no conozco a uno que sea distinto". Sentada a su derecha, una rubia de suéter rosa es todavía más hiriente al hablar de spots proselitistas. "No me pongas un boludo tomando mate o con globos en el balcón: decime mejor qué vas a hacer".
La conversación es animada. No se conocen, pero van entrando en confianza. Han sido convocados a través de las redes, y ordenados por los organizadores en una categoría nueva que ocupa casi el 45% del padrón: los "ni-ni" de la política, es decir, ni macristas ni kirchneristas, que en todo el país orillan los 11 millones. En octubre, más de un millón de argentinos irá a las urnas por primera vez. Son universos apetecibles para cualquier partido si se considera que Macri derrotó en 2015 a Scioli por 600.000 votos, que a los efectos de un ballottage deben contarse como 300.000 porque se pueden dar vuelta.
Casi todo lo que se diga en el focus group será relevante para el candidato. Primero porque seis de los siete voluntarios no le conocen la cara. La coordinadora muestra primero una foto en la que él aparece sonriente, con su mujer, y les pregunta qué les dice lo que están viendo. No demasiado. "¿La compatirían con sus seguidores?", insiste, pero nadie ve motivo alguno para hacerlo. "Si fuesen dos famosos, por ahí sí", agrega una chica. Faltan cuatro meses para octubre y, en la mesa, el nivel de conocimiento del protagonista de la tarde es nulo. A la tercera imagen expuesta, alguien cree haber hallado una coincidencia: "¿Éste no es el mismo de la foto anterior?"
Ahí empiezan a entender de qué va el asunto. Son un público despierto y crítico al que no le agrada, por ejemplo, un posteo pretendidamente gracioso que el político en cuestión acaba de hacer en las redes. Es una comparación entre dos fotos: "Yo", titula en la que aparece con su familia; "Otros", encabeza la de al lado, donde se ve a un hombre más joven que él, en traje de baño, rodeado de mujeres en una pileta. De la mesa no sale ni media sonrisa. "Yo soy hijo único, no me dice demasiado la situación de la derecha", se excusa uno. Es flaco, tiene el pelo corto peinado para arriba y la cara alargada: se parece algo a Ángel Di María, el rosarino. El argumento del vínculo personal será una constante durante toda la sesión: los nuevos votantes aprueban o desaprueban las piezas publicitarias o propuestas en la medida en que se sienten o no "representados". Ése es el concepto que usan, "No me representa", y el motivo del rechazo al posteo del candidato: ninguno está ni cerca de casarse, tener hijos y, por lo tanto, envidiar a solteros en piletas. Esos son chistes de casados. "¿No le gusta su familia?", objeta uno.
Las imágenes van pasando en una pantalla. Después de un rato largo, un centennial terminará reconociendo al candidato: dice que no recuerda su nombre, pero sí haberlo visto en "Intratables". En realidad, la mesa convocada casi no ve televisión y sigue en las redes a muy pocos políticos. A Macri, a Cristina Kirchner, a Rodríguez Larreta, a la demócrata norteamericana Alexandria Ocasio-Cortez, cuentan. Consultados sobre spots de campaña, dicen preferir en general videos selfies, "sin la intermediación de periodistas". Salvo que quieran interesarse en serio en las propuestas y, entonces sí, será necesario un entrevistador "que interpele al candidato".
¿Están informados? Se les pide que recuerden dos noticias recientes. Destacan dos del día anterior: la presentación del libro de Cristina Kirchner (la mayoría estaba al tanto, con excepción de uno que se acababa de enterar esa mañana por un amigo) y el atentado contra el diputado radical Héctor Olivares y su asesor Miguel Yadón (lo sabían todos menos uno, que se puso al día ahí). La fuente mayoritaria de información para ambos hechos, transmitidos con picos de rating por TV, fueron las redes. Ninguno fue siquiera a la página web de un diario: la relación con los medios es a través de plataformas no tradicionales. "Yo entro a veces a Infobae", dice una chica. "Yo veo TN", agrega otra. "A mí me avisa LN+ las noticias en YouTube", interviene un tercero. Siguen también el canal de Mario Pergolini en Instagram y son críticos con los periodistas, pero casi no están pendientes de ninguno. En realidad, en toda la conversación surgirán unos pocos nombres. "Rodolfo Barili y Cristina Pérez". "Novaresio". "Majul". "Fantino".
Porque la atención está en influencers de las redes. Darío Orsy, por ejemplo, cuya popularidad explotó con un video que satirizaba sobre las distintas etapas, desde la primera salida hasta los cinco años, de una relación sentimental. "La evolución de la pareja" se llama la pieza, que va de recurrentes expresiones de afecto a una cruda frialdad. Eso sí los representa. O Nicolás de Tracy, un exitoso emprendedor de stand-up que postea interacciones con pasajeros en paradas de colectivo o subterráneos. "Yo sigo traperos de Colombia y Ecuador", apunta el Flaco Di María. Habla de Eladio Carrión, un puertorriqueño que el resto ignora. Son nombres completamente desconocidos a este lado del vidrio, desde donde el cronista mira sin ser visto. Advertencia para nostálgicos: el humor centennial requiere de códigos propios para ser interpretado, y es muy probable que admiradores de Benny Hill, Saturday Night Live, Gila, Gómez Bolaños, Les Luthiers, Monty Phyton, Hiperhumor o Los hermanos Marx pasen de largo ante casi todos los chistes.
¿Qué temas debería solucionar la política?, se les pregunta, y citan tres: educación, salud y economía. El modo en que les gustaría que fueran abordados será todo un desafío para el candidato. "Éso es humo", reprueba uno de buzo Adidas al leer el eslogan de un afiche propuesto. "Se para demasiado canchero", acota otro. "Preferiría verlo haciendo algo", se apura la rubia de blanco. Algunas fotos les parecen altaneras: cuestionan que el dirigente no se ponga a la par de su equipo sino, al revés, en una posición de superioridad. "Parece autoritario", se oye en la mesa. "Que no se ponga como estrella", objeta el estudiante de Medicina. "Si tiene que armar todo ese show, es que en realidad no tiene cualidades de líder", insiste el de Adidas. La coordinadora sobreactúa impaciencia: "¿Pero cómo tendría que ser un líder para ustedes?". El más reflexivo de todos, alumno del colegio Nacional de Buenos Aires y vecino de Caballito, aporta algo de indulgencia: "Estaría bueno mostrarlo desinteresado, pero es difícil porque es político y tenés que hacer campaña. Se tiene que notar lo menos posible".
Conducir con humildad y hacer más que declarar: nada muy distante de lo que en su momento reclamaron los baby boomers o la generación X. El focus group no es más que eso: un pantallazo sobre el ser humano, trompadas de verdad durante dos horas y media.
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