Nuevas medidas: la necesidad tiene cara de hereje
La semana pasada el mercado cambiario presentó fuertes turbulencias generadas, principalmente, por las negativas declaraciones del candidato más votado en las PASO, Alberto Fernández. El lunes -en un comunicado posterior a su reunión con el FMI- afirmó que la responsabilidad de la crisis ("una catástrofe social") no era solo del gobierno sino también de la entidad internacional a la que, incluso, acusó de estar violando sus propios estatutos. Lógicamente, la reacción del mercado fue negativa; y se profundizó la depreciación del peso y la suba del riesgo país.
La respuesta del Gobierno frente a tal escenario fue la de establecer medidas tendientes a "mejorar la liquidez de corto y mediano plazo para salvaguardar las reservas y defender el peso". Dicho de otro modo: buscaron lograr la tan necesaria estabilidad cambiaria. Las medidas en cuestión comprendieron el "reperfilamiento" del stock de Letras del Tesoro para personas jurídicas y el inicio de gestiones para reprogramar los vencimientos de deuda soberana del período 2020/2023.
Lamentablemente, ese jueves en que comenzaron a tener vigencia las nuevas normas, el importante diario The Wall Street Journal publicó una entrevista a Alberto Fernández quien -nuevamente- disparó con munición gruesa, y declaró que "la deuda está hoy en un default virtual, escondido (sic)" y que "el gobierno de Macri ha causado un daño similar al que la Argentina sufrió en el 2001: default de la deuda, pérdida de reservas, fuerte devaluación e incremento de la pobreza". Finalmente, concluyó: "Para revertir este ciclo, hay que lanzar un plan para alentar el consumo, y no le voy a pedir permiso al FMI". Una vez más, la incertidumbre generada por los comentarios negativos de quien tiene una alta probabilidad de ser electo, provocaron nuevas y fuertes caídas del peso y de los bonos argentinos.
A esta altura de los acontecimientos, el margen para alcanzar la estabilidad cambiaria se había reducido enormemente. En efecto, si no se lograba rápidamente un acuerdo político con la oposición, especialmente con el Frente de Todos, no quedaba más alternativa que tomar el toro por las astas e implementar medidas cada vez más heterodoxas. Como era de esperar, la oposición se mantuvo prescindente.
Claramente, entonces, la única opción era "renunciar aún más a los principios ortodoxos" e implementar medidas que coadyuvaran a restablecer un equilibrio entre la demanda y la oferta de dólares; dicho de otro modo: un control de cambios (palabra prohibida hasta entonces por Cambiemos) que permitiera disminuir la demanda y aumentar la oferta. Para lograr el primer objetivo se dejó de permitir que las personas físicas realicen compras por más de 10 mil dólares por mes y que las empresas adquieran moneda extranjera con el propósito de atesoramiento y/o giros al exterior. Respecto a la oferta, lo básico fue fijar a los exportadores plazos máximos para liquidar divisas. El primer día de operaciones, si bien limitado por el feriado en Estados Unidos, ha sido positivo. Se produjo una baja, tanto del dólar contado como del futuro.
Dos observaciones finales. ¿Han sido correctas las medidas de control? La pregunta es abstracta ya que eran necesarias y, a mi juicio, cualquier otra alternativa hubiera tenido peores consecuencias en cuanto a la devaluación, la inflación y el aumento de la pobreza. El mercado se pregunta cómo es posible que el actual gobierno, adalid del libre cambio y enemigo de las regulaciones, se haya decidido por implementar este tipo de control. La respuesta está en el párrafo anterior. Cuando no hay alternativa, frecuentemente "la necesidad tiene cara de hereje".
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