Nuevas realidades, viejas consignas
Nada cambió en el discurso oficial. Siete años después de la crisis con el campo de 2008, fueron casi iguales las consignas del gobierno de Cristina Kirchner ante el paro light de comercialización agropecuaria de la última semana. A tal punto que el principal logro rescatado por el oficialismo fue haber quebrado la unidad de la Mesa de Enlace por conseguir que la Federación Agraria no adhiriera esta vez a la medida, a cambio de subsidios para pequeños tamberos y promesas de retenciones diferenciadas para la exportación de soja pendientes desde entonces.
Lo que sí cambió es la realidad. En aquella época, el conflicto se desató alrededor de la renta extraordinaria que generaba el precio récord de la soja (más de 600 dólares la tonelada), en medio del boom internacional de las commodities. Hoy, con un mundo que no ayuda como antes, reside en cómo compensar las pérdidas de rentabilidad y competitividad de la mayoría de las producciones agrícolas; con precios internacionales en baja; costos internos en alza; economías regionales en crisis; presión tributaria récord; trabas a la exportación y un retraso cambiario que se agrava a medida en que otras monedas se devalúan frente al dólar mucho más que el peso argentino.
El ministro de Agricultura, Carlos Casamiquela, prefirió desentenderse de este cuadro de situación y descalificar la medida de los productores. Dijo que era un paro político, sin temor a ser acusado de "estigmatización" por Diana Conti, ni por la propia Presidenta. Por definición, todo paro es político; sobre todo, cuando no hay diálogo. Pero ahora no estuvo dirigido sólo a llamar la atención del gobierno de CFK, del que las entidades agropecuarias esperan poco y nada, sino de los presidenciables. Los productores de trigo, por caso, deberán sembrar con este gobierno y cosechar con el próximo. No es indiferente que deban tributar o no 21% de retenciones, que en 2014 representaron apenas 0,1% de la recaudación total de la AFIP.
Si bien descuentan cambios para 2016, la incertidumbre predomina en esta campaña. Aunque la cosecha se estima en 14 millones de toneladas (después de haber tocado el nivel más bajo en un siglo), los productores no pueden vender o deben hacerlo a precios internos que se desplomaron. La razón es que el Gobierno libera con cuentagotas los permisos de exportación (hasta ahora autorizó ROE por la mitad del saldo exportable, de unos 7,5 millones) y el trigo no es un grano que se pueda almacenar mucho tiempo sin perder calidad. También hay excedentes de maíz, con tres millones de toneladas sin vender de la cosecha anterior y una nueva que apunta a 22 o 23 millones de toneladas, de los cuales sólo ocho millones van al consumo interno (lo mismo que se autorizó a exportar).
Casamiquela sostuvo además que no se justifican los reclamos del sector cuando la cosecha total de este año alcanzará un récord de 110 millones de toneladas, de los cuales 58 millones corresponderán a la soja. Pero este diagnóstico optimista también está sesgado.
El aumento de la producción sojera responde a los mayores rindes debido a una situación climática excepcional (que se alteró en las últimas semanas por las graves inundaciones en la región centro del país y podrían restar unas dos millones de toneladas). Pero el repunte (de 8%) resulta inferior a la caída del 30% en los precios internacionales, con lo cual el valor de las exportaciones se reduciría en unos 4000 millones de dólares con respecto a la cosecha anterior.
Ésta es una mala noticia compartida. Tanto para el gobierno de CFK -que espera la liquidación de los "soja-dólares" para llegar a las elecciones sin apremios de divisas-, como para los productores -que lo harán a un tipo de cambio equivalente hoy a 5,71 pesos por dólar- y todas las actividades conexas. Aún así, la Casa Rosada los acusa de retener unos 10 millones de toneladas de la cosecha anterior, que en el sector reducen a la mitad por considerarlo un saldo técnico normal para empalmar una y otra campaña, pese a la baja de las cotizaciones a futuro. Argumentan que para retener 10 millones de toneladas se necesitarían 50.000 silos bolsa, que equivaldrían a una "muralla" de 3000 kilómetros.
La caída de precios combinada con los mayores costos internos hace que la producción de soja sea rentable actualmente solo para quienes disponen de campos propios, a diferencia de los arrendamientos y zonas ubicadas lejos de los puertos, castigadas por el mayor costo de los fletes y el deterioro de rutas.
A ello se agrega el impacto de la presión tributaria (a nivel nacional, provincial y municipal) que afecta a todas las explotaciones agropecuarias de la pampa húmeda. Según un estudio elaborado por Aacrea, la suma de impuestos y descuentos que sufre un productor lo obligan a trabajar 327 días del año para cumplir sus compromisos fiscales en la provincia de Buenos Aires; 333 en el sur de Córdoba y 298 en el sur de Santa Fe.
Producciones en crisis
El panorama es más crítico en las producciones regionales. Según CREA, el precio de la uva recibido por los productores subió entre 10 y 15% en 2014, mientras que los costos aumentaron 80% en promedio. Como consecuencia, Perú desplazó a la Argentina como exportador de uva de mesa. A su vez, las bodegas no pueden colocar vinos en el mercado externo y acumulan crecientes stocks, mientras está a punto de ingresar la nueva cosecha con precios que tenderán a deprimirse.
La brecha entre precios y costos también amenaza la cosecha frutícola en el Alto Valle del Río Negro y de cítricos en el Litoral. Mientras la producción de aceitunas y de aceite de oliva en la región cordillerana se ve afectada por la baja de precios internacionales por exceso de stocks de productores tradicionales (Portugal, España), que frena el acceso a terceros mercados, al igual que la devaluación de sus monedas frente al dólar. Dentro de las producciones regionales, sólo las nueces y almendras tienen hoy buenas perspectivas en el exterior; en este caso debido a la suba de precios internacionales.
Otra prueba de estos problemas es que la Argentina aprovechó la posibilidad de exportar más alimentos a Rusia, pese a las sanciones comerciales aplicadas a ese país por los Estados Unidos y la Unión Europea por la crisis de Ucrania, a raíz de la pérdida de competitividad y de escasez de volúmenes frente a otros países productores de la región.
Así, ya huele a naftalina otra vieja consigna de la era K, como fue "defender la mesa de los argentinos". En los primeros años, el divorcio de los precios internos de los internacionales a través de las retenciones, más las trabas a la exportación, controles y subsidios para alentar el consumo a corto plazo, desalentaron el aumento de la producción de alimentos a largo plazo. También transformaron a la soja (que se exporta en un 97%) en un refugio obligado para muchos productores, a riesgo de deteriorar la calidad del suelo. En los últimos, el resultado fue precios bajos para el trigo y altos para el pan, más la pérdida de mercados para las carnes. La salida está a la vista: alentar una mayor producción agroindustrial, que además ayudará al ingreso genuino de divisas.
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