Obligados a cambiar la historia
La historia reciente muestra que cada vez que el desfase entre la recaudación prevista y la lograda fue tan grande como hoy, los ministros de Economía bajaron el gasto, recortaron donde pudieron y terminaron con más déficit que el calculado.
De la Rúa y Machinea confían en que esta vez sea diferente o más bien están obligados a que así sea. Cuando no se cumple con un acuerdo, el FMI puede decir que el país en cuestión no hizo lo que de él se esperaba y por ello fracasó. Niega un desembolso, exige la reformulación del programa y -en general- cae el ministro de Economía.
No es ésa la situación hoy. Seguramente el FMI podría aceptar que se hizo todo lo posible para mejorar las cuentas públicas, pero no ayudaron las circunstancias locales e internacionales que están fuera de la decisión de las autoridades. Sería reformular las metas para aceptar un déficit mayor al calculado, sin que siquiera hiciera falta un "perdón".
Este último horizonte parece el más probable. Pero ocurre que más déficit quiere decir más préstamos para el Estado. Y como en los EE.UU. acaban de aumentar las tasas, los capitales prefieren dirigirse allí. El destino es más seguro.
Para ser atractiva, la Argentina debe pagar más intereses todavía para que valga la pena correr el riesgo. Más déficit, aunque el Fondo Monetario lo acepte, significa pagar más intereses todavía. Eso incrementa el gasto público.
Y como el Estado paga tasas más altas, también lo hacen las empresas y los bancos. En poco tiempo, toda la economía tiene costos financieros mayores. Para construir una central termoeléctrica, pagar una hipoteca o financiarse con la tarjeta de crédito.
El ciclo se realimente. La economía se enfría más y la recaudación se sigue debilitando. Por algo están tan nerviosos Machinea y Santibañes.
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