Álter eco. Países ricos, países pobres: el libro fetiche de los economistas
Guillermo Cruces se compró ocho ejemplares y armó un grupo de discusión con académicos amigos para debatirlo. Walter Sosa Escudero se lo bajó en el Kindle hace meses, no bien salió, y desde entonces no para de recomendarlo. Nicolás Dujovne lo tiene ahí a mano, en su mesita de luz, pero todavía no empezó a leerlo: "No quiero deprimirme", explica.
Las tres personas citadas son economistas, y el libro del que todos están hablando es Why Nations Fail ("Por qué los países fracasan"), publicado en julio en los Estados Unidos por Daron Acemoglu (profesor de economía del MIT) y James Robinson, politólogo de Harvard. Y aunque el ensayo aún no se tradujo al castellano, el debate local por la posible reforma de la Constitución y la reelección de Cristina Kirchner lo convirtió en lectura obligada para los economistas argentinos. A tal punto que Acemoglu y especialmente Robinson (que está casado con una colombiana y habla perfecto castellano) son los nombres de moda entre organizadores de convenciones para invitar como oradores en 2013. Por ahora, traer a cada uno de ellos cuesta alrededor de 25.000 dólares, menos de la mitad que invitar a un Nobel como Joseph Stiglitz o Paul Krugman.
Pero hay que apurarse, porque es probable que la tarifa suba. Why nations… se convirtió en el libro de economía del momento, sobre la base de una investigación de 15 años y de un objetivo ambicioso: explicar por qué hay países tan pobres y otros tan ricos. Aun en la actual recesión de las economías más poderosas del planeta, un estadounidense promedio es siete veces más próspero que un mexicano, 10 veces más rico que un peruano y 40 veces más afortunado –en términos económicos– que un habitante de Mali. Acemoglu y Robinson se preguntan por qué hoy 1300 millones de personas luchan por sobrevivir con menos de 1,25 dólares al día.
La respuesta no viene por el lado de la cultura, ni de la geopolítica, ni de las riquezas naturales. La clave, según esta visión, está en el diseño institucional. Hay Estados "inclusivos", que favorecen las reglas de juego parejas y la innovación, y hay gobiernos "extractivos", que consolidan el poder de las elites y condenan a la pobreza.
La demostración viene en 500 páginas de ejemplos variopintos, que van desde el ascenso y la caída de Roma hasta la colonización de Australia, pasando por la increíble historia de Botswana, que en 1966, cuando se independizó, tenía 22 graduados universitarios y hoy está bien por encima del promedio de ingresos del resto de África. Gracias, según los autores, a un buen armado institucional que impidió, por ejemplo, que los gobernantes de quedaran con la renta de las minas de diamante que se descubrieron a posteriori.
"El libro, más allá de algunas simplificaciones, funciona como una buena metáfora de que las instituciones importan", marca Mariano Tomassi, profesor de San Andrés y uno de los principales especialistas locales en temas institucionales.
Acemoglu y Robinson aluden una y otra vez al concepto de "dependencia del sendero": a menos que haya una disrupción abrupta, el camino establecido de entrada condiciona todo el devenir futuro. En América latina, por caso, las instituciones formadas en la conquista para sacarle el máximo provecho a la extracción de recursos naturales explican la posterior historia de desigualdad.
Aquí, un kirchnerista incauto podría suponer que los argumentos de Why Nations… traen agua para el molino de la necesidad de una reforma constitucional en la Argentina. Después de todo, Ernesto Laclau, el filósofo favorito del oficialismo, sostiene que "las instituciones no son neutrales, son siempre la cristalización de la relación de fuerza entre los grupos, de modo que cuando hay un proyecto real de transformación, va a tener que llevar necesariamente a la revisión de las formas institucionales existentes".
Pero este entusiasmo va a durar poco: ya en el prólogo, Acemoglu y Robinson establecen que los Estados inclusivos son los que priorizan "el respeto a los derechos de propiedad, las reglas de juego claras y los incentivos a la innovación y a la inversión en tecnología". Las referencias de los autores a la Argentina son sumamente críticas. "Hasta líderes elegidos en forma democrática han actuado como si fueran dictadores rapaces", comentan en relación con el marco histórico local. En otro capítulo, afirman que "el sistema político [argentino] no es inclusivo" y que "hay una democracia no plural".
Por eso, está claro que los organizadores de convenciones de 2013 deberán tener en cuenta un costo adicional a los US$ 25.000 a la hora de invitar a Acemoglu (quien, dicho sea de paso, detesta viajar en avión) o Robinson: va a ser difícil que venga algún ministro a la misma reunión, y menos que menos Cristina. ¿Cuánto dijeron que costaba volver a traer a Stiglitz?
lanacionar