Art business: pinceladas de buen gusto. ¿Para qué sirve una feria de arte?
Durante años, el mundo de las ferias se resumía en tres grandes universos: Colonia, en Alemania; FIAC, en París, y el Armory Show, de Nueva York. Escaparates globales, montados para mostrar arte y antigüedades en un marco de excelencia con la clásica fórmula: concentración de la oferta tracciona concentración de la demanda. ¿Cuándo comenzó a cambiar la tendencia y se multiplicaron las vidrieras? En 1970, cuando Ernst Beyeler funda el relojito suizo de Art Basel y a partir de ese momento se acelera la maquinaria de manera global. Hoy abre una feria cada dos días en algún lugar del planeta. En la agenda de los coleccionistas comienzan a superponerse las fechas. La 25ª edición de arteBA coincidirá con la primera de Art Lisboa, mientras que hace unos días abrió en Maastricht Tefaf (The European Art Fair), la feria europea por excelencia que explora con éxito el nicho de las antigüedades, las joyas, el arte oriental y la pintura antigua. Los coleccionistas de alfombra roja volaron de Nueva York al sur de Holanda para comprar bronces del siglo XIII o un dibujo de Miguel Ángel.
Las ventas de arte en 2015 totalizaron US$ 63.000 millones. El mercado creció en China (19% de la torta), pero Estados Unidos y el Reino Unido siguen siendo los más fuertes y ambos concentran más del 60% de las compras de obras de arte en el mundo. El mercado de arte genera 2,5 millones de puestos de trabajo, más un adicional de 353.000 empleados temporarios ligados a las más de 200 ferias anuales. Sólo en la región crecieron de manera exponencial pequeñas ferias "provinciales" que hoy tienen chapa internacional: ArBO (Colombia), Parc (Perú), ChAco (Chile), SP (Brasil) y Uruguay, que prepara una nueva edición de la Bienal de Montevideo.
El turning point lo fijó 46 años atrás el suizo Ernst Beyeler al fundar Art Basel en una ciudad pequeña, triple frontera (Suiza, Francia, Alemania), con pista de aterrizaje para los Learjets y un solo restaurante digno de la guía Michelin.
Basilea es la base de operaciones de los gigantes de la industria farmacéutica, como Novartis o Roche, de donde salieron cuatro de los diez coleccionistas más poderosos. El objetivo de Art Basel es vender, vender y vender. Liderar el mercado y tener colgados Picassos, Bacons y Giacomettis de 100 millones, para que Brad Pitt y Roman Abramovich puedan comprarlos. Una feria con el metro cuadrado más caro del mundo y un after business prácticamente nulo. No hay fiestas. La fiesta es vender. En 2001 abrieron la "sucursal" Art Basel Miami Beach para hacer exactamente lo contrario. La verdadera fiesta comienza cuando terminan las ventas, con el mismo socio de siempre: UBS. Consecuencia: el jolgorio se derramó sobre la ciudad y contagió el clima "cultural": abrieron museos como el Perez Art Miami Museum (PAMM), creció el barrio de diseño, Wynwood, y lo demás fue esperar que los compradores hicieran cola para pagar millones en el preview por el último Jeff Koons o una foto vintage de Man Ray.
Lo cierto es que una feria cambia una ciudad. La Arco de Madrid acaba de cerrar con récord de visitantes, buenas ventas y el entorno privilegiado de una ciudad trendy. Con terrazas, bares de tapas, negocios hiperdiseñados y esa capacidad única para hacer del patrimonio un anzuelo de turismo. En 2015, más de 68 millones de personas visitaron Madrid. La cultura no es un argumento anecdótico: es el argumento.
Para eso sirve una feria. Ese es el lado B: ser anzuelo de turismo y factor de cambio. La Feria Internacional de Turismo (Fitur) le deja a Madrid más de 200.000 euros sólo en concepto de salidas y hoteles. Por algo el predio ferial camino de Barajas Ifema tiene en la agenda una feria por semana, incluida Cibeles, la tradicional pasarela de la moda. Algo así estará imaginando el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta para el nuevo centro de exposiciones frente al triángulo de las artes: Palais de Glace, Centro Cultural Recoleta y Museo Nacional de Bellas Artes.
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