Peor que con el menemismo
La disminución del número de pobres en la Argentina, que según los anuncios efectuados por el Indec cayó al 31,4% de los habitantes del país, no puede dejar de causar alegría. Muy distinto, en cambio, es considerar satisfactorio el hecho de que casi un tercio de la población de un país con una de las mayores concentraciones de recursos naturales per cápita siga pobre después de cuatro años de crecimiento a ritmos chinos. Y aún más difícil es aceptar el discurso del Gobierno.
Durante la década del 90, el progresismo argentino explicó, con buenas razones, que la estabilidad macroeconómica y el rápido crecimiento de la producción impulsado por el neoliberalismo menemista se reflejaban insuficientemente en los índices sociales, primero de ellos: el porcentaje de ciudadanos por debajo de la línea de pobreza. Y bien, los resultados que hoy el Gobierno presenta como brillantes son superiores en términos macroeconómicos e inferiores en términos sociales que los que obtuvo la convertibilidad en el mismo lapso.
Si bien una comparación directa de las cifras nacionales es imposible pues la Encuesta Permanente de Hogares sólo se realizaba entonces en algunas provincias, los datos de la de Buenos Aires, la más poblada y gobernada hoy por un indiscutible adherente al kirchnerismo como Felipe Solá, pueden ser válidos para una comparación. En mayo de 2003, momento de la asunción de Kirchner, el 51,7% de los bonaerenses era pobre, cifra que tres años después ha sido reducida al 34,5%, un índice bien cercano al nacional, con una reducción porcentual del 33%. Esto es: uno de cada tres ciudadanos pobres dejaron de serlo durante la gestión Kirchner. Comparativamente, al inicio de la convertibilidad (abril 1991), los bonaerenses pobres eran 28,9%, y fueron reducidos al 16,1% en los siguientes tres años. El 44% de los pobres, casi la mitad del total, salió de la pobreza en los tres primeros años de la convertibilidad a pesar de que el punto de partida era mejor que en mayo de 2003, lo que hace más lento y dificultoso el progreso de cualquier índice.
Esta mejor performance social relativa de la convertibilidad uno a uno respecto de la actual convertibilidad tres a uno no se debió a un escenario de crecimiento macroeconómico más favorable, ya que el crecimiento del PBI en los tres primeros años de Cavallo fue del 29% en tanto en la era Kirchner fue del 28%, números perfectamente equivalentes. El guarismo nacional de pobreza actual (31,4%) es claramente superior al 24,3% alcanzado en el pico productivo de la era Menem (primer semestre de 1998, con un PBI de 301.208 millones de pesos), a pesar de que la actual producción nacional total ($ 338.872 millones) es 12,5% superior a la de esa época.
Los resultados de la reducción de la pobreza del gobierno Kirchner son peores en términos porcentuales que los obtenidos por una administración escasamente preocupada por los índices sociales como la de Menem. Y más sorprendentes aún son las declaraciones de sus panegiristas, como el encuestador oficial Artemio López. En su habitualmente desmedido elogio de los progresos del Gobierno, López pronosticó que hacia junio de 2009 podría alcanzarse el pleno empleo y que para entonces la pobreza sería del 23,7%. Si esto es así, sólo en este "mejor de los mundos posibles" y después de seis años de gobierno el kirchnerismo lograría aproximarse a los ya altos e inéditos índices de pobres que inauguró la década anterior: una media del 22,5% durante los diez años del menemismo y un 24,6% de la entera convertibilidad, incluidas su declinación en el segundo período de Menem y la espantosa recesión que caracterizó al período De la Rúa.
En cuanto se saca la vista del discurso oficial, se comprenden las bases de la recuperación iniciada con la gestión Lavagna y proseguida por la dupla Kirchner-Miceli: el trabajo sucio realizado por Duhalde y Remes Lenicov, es decir, la formidable licuación de los salarios y la apropiación de los recursos económicos de la parte más débil de la población producidas por la megadevaluación, la pesificación asimétrica, el corralito/corralón y el no pago de la "deuda externa" a los jubilados privados y los pequeños ahorristas argentinos.
Por donde se lo mire, el país es hoy más rico y sus habitantes más pobres que durante la ya suficientemente desigual década del 90. En qué sentido esto constituye una epopeya nacional y popular es lo que este pobre gobierno y sus más pobres apologistas tienen aún que explicar.El autor escribió el libro "Globalizar la Democracia"
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