Puccini, Alsogaray y nuestro próximo desafío
Seguimos distrayendo enormes energías políticas y periodísticas ocupándonos del acuerdo con el FMI, un papelito irrelevante desde el punto de vista de la realidad; hoy es más importante saber con cuánto gas contaremos y a qué precio porque están en duda el abastecimiento y el costo de importar el producto
En la primera mitad del primer acto de La Boheme, el protagonista es el frío. El que existe en las calles de París, por la época del año en el que desarrolla la acción, y el que existe dentro de la vivienda de los cuatro bohemios. Esto último se debe a que no tienen plata para comprar leña y, por eso, para darse algo de calor, aunque sea transitoriamente, queman el original de la obra que está escribiendo uno de ellos.
Sentado en una butaca de nuestro Primer Coliseo, pensaba qué relación existe entre lo que estaba viendo y escuchando, y lo que nos puede ocurrir a los argentinos en los próximos meses. Aclaro, para evitar malos entendidos, que cuando bajo la dirección de María Victoria Alcaraz el Teatro Colón decidió inaugurar su temporada 2022 con una de las célebres óperas de Giaccomo Puccini, no estaba pensando en enviarle un mensaje al gobierno nacional. También me acordé de Álvaro Carlos Alsogaray, quien a mediados de 1959 dijo: “hay que pasar el invierno”.
Escucho que en 2021 la Argentina importó alrededor de 50 barcos con gas y que, para 2022, en firme hay uno solo y en proceso de negociación, otros 9. No hay que ir a la facultad para advertir que estamos delante de un flor de problema.
Seguimos distrayendo enormes energías políticas y periodísticas ocupándonos del acuerdo con el FMI, un papelito irrelevante desde el punto de vista de la realidad, como acaba de admitir el directorio del organismo, cuando al tiempo que lo aprobó aclaró que enfrenta grandes chances de incumplimiento.
Argentinos a las cosas, nos aconsejó José Ortega y Gasset. Aquí y ahora esto significa saber con cuánto gas contaremos y a qué precio porque están en duda el abastecimiento y el costo de importar el producto. Las dos cosas son preocupantes, pero el desabastecimiento peor que los mayores costos, porque si me quieren vender, pero más caro, siempre tengo la alternativa de no comprar, mientras que si no me quieren vender, o no hay barcos para transportar, no tengo más remedio que utilizar sustitutos, que tampoco sé si habrá y siempre son más caros.
Que algún funcionario con autoridad e idoneidad aclare en dónde estamos parados frente a una cuestión que por razones estacionales se torna urgente. No basta decir “la situación está bajo control”. No sea cosa que tengamos que desempolvar las bufandas, los rompevientos y las polainas que teníamos guardados en el cofre de los recuerdos.
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