Pusieron todos sus ahorros para abrir la primera panadería argentina y encontraron un éxito
Invirtieron los 20.000 euros que tenían ahorrados; fabricaban tortas y facturas en su casa, hasta que la demanda los superó
Florencia Matan estudiaba Publicidad y Marketing y trabajaba en una agencia de su familia, cuando decidió irse a Dublin, Irlanda, a “probar”. Terminó casándose, tiene tres hijos; con el embarazo del primero empezó a cocinar tortas para que vendiera el bar donde trabajaba su pareja. Los pedidos fueron creciendo, con la pandemia decidió sumar facturas y, empujado por la demanda, el matrimonio terminó abriendo la primera panadería argentina de la ciudad, Bakeology, en la que invirtieron todos sus ahorros (20.000 euros). Resultó un éxito.
Cuando se fue, en 2012, su familia y sus amigos le preguntaban “qué vas a hacer, lavar vasos”. “Yo contestaba sí, voy a probar, después vuelvo y sigo con mi vida -cuenta a LA NACION-. Trabajé en restaurantes y bares, hasta que entré a una agencia de walking tours. Hacía tortas bien argentinas para el café donde trabajaba. En 2016 empecé con las tortas para tener más recursos, fueron funcionando y cada vez más”.
Matan sabía algo de pastelería porque sus abuelos eran pasteleros y en su casa aprendió también con su mamá: “Me gustó siempre, pero acá tenía que hacer hasta el dulce de leche casero, 20 horas haciéndolo para tortas y alfajores; todos se enloquecían con el dulce de leche y las tortas; con la cuarentena por el coronavirus todo se complicó, así que empecé a hacer más por encargo”.
La necesidad de sumar ingresos -cobraban los subsidios por el coronavirus que el Gobierno dio a sus empleadores- la empujó a fabricar facturas y alfajores con la idea de productos “que se comiera a diario, que no fuera como las tortas”. Primero fueron medias lunas -hoy cuentan con 13 variedades-, pero a la distancia dice que fue “complicado porque la harina no es la misma, la levadura tampoco, el clima tampoco”.
Las entregas empezaron a ser cada vez a más distancia porque los pedidos se multiplicaban; amasaban hasta la madrugada y después arrancaban a las 5 a hornear; contrató a una amiga por horas para que la ayudara. A los meses terminaron decidiéndose por un local.
“Arrancamos con tres docenas por día pero saltamos a 13 y ya no podíamos seguir en la casa; a mí me salió un puesto en una empresa a donde siempre quise estar así que le enseñé a mi marido todo, hicimos cursos juntos que compramos porque son de argentinos, esa es la clave”, agrega Matan.
Alquilaron un local en un barrio “bien irlandés, tradicional, cerca de la iglesia de San Patricio. Dudábamos de si nos iban a aceptar, pero nada que ver, están fascinados”. Como no decían a dónde se instalarían sus clientes en las redes -a donde ellos iban subiendo algunas imágenes- jugaron a buscarlos. “Se armó como una comunidad, con una dinámica muy linda”, agrega.
En Bakeology hay facturas, alfajores del tipo marplatense, tortas y empanadas. La emprendedora cuenta que se convirtieron en un “boom”; ofrecen de carne, de cebolla y queso, de humita, de jamón y queso; de espinaca y de ciruela, panceta y queso. Empezaron a importar discos de empanadas de Barcelona porque ya no llegan a amasarlos; venden un piso de 2000 al mes.
“Empezamos con 20.000 euros, eran todos nuestros ahorros -describe Matan-. No nos alcanzaba para sacar una hipoteca (se requieren unos 50.000 base) para una casa, así que nos decidimos por el local, armado bien argentino, como esas panaderías de barrio. Contratamos a argentinos, ya sumamos a una pastelera correntina y ahora buscamos a un experto en facturas”.
Mientras dura su licencia por maternidad -Aurora tiene dos meses; Lian, cinco y Gael, dos- Matan trabaja en la panadería que ya comanda Benjamín Pugliese, su esposo oriundo de Bariloche.