Ricardo López Murphy: "Damos pensiones extravagantes a los presidentes y el ajuste se concentra en los jubilados"
Estudió Economía en la Universidad Nacional de La Plata y realizó un Master of Arts en la Universidad de Chicago. Fue ministro de Defensa y de Economía y candidato a presidente en 2003 y 2007. Se desempeñó como consultor del FMI, el Banco Mundial, el BID y la Cepal. Es socio activo en la Asociación Civil Universidad del CEMA.
Ricardo López Murphy se postuló como candidato a presidente en dos oportunidades: en 2003 y en 2007. La primera vez logró el 16,37% de los votos, no muy lejos del 22,25% que había obtenido Néstor Kirchner, quien luego ganó la presidencia.
Para las legislativas del año próximo, el economista entrará en una nueva campaña electoral, para brindar una tercera opción entre el oficialismo y la coalición Cambiemos.
-¿Cuál es su intención para 2021?
-Tengo la intención de facilitarle a la sociedad un espacio que exprese a los que discrepan con la narrativa y la práctica de este Gobierno y a los que también tienen una evaluación muy negativa del período anterior. Hay una gran frustración por cómo funcionan el sistema político y las representaciones. En vez de estar criticando, lo mejor es proponer una salida. En la sociedad argentina hay un déficit de representación de los que generan valor, de los que producen. Eso es muy importante que tomen relevancia. La única cosa que piensa el Gobierno es subir los gastos y los impuestos. Hemos llegado a un punto donde ya no tenemos espacio ni para una cosa ni para la otra.
-¿La alternativa es bajar el gasto?
-El gran problema es no enervar la salida de la pandemia, no ponernos en un compromiso de gasto permanente que haga que no lo podamos afrontar. Ya veníamos con desequilibrios agudos antes de la pandemia. Lo peor que podemos hacer, y que se hizo en 2008 y 2009, es agregar gastos irreversibles y recurrentes que hagan inviable el financiamiento del sector público.
-¿Dónde hay margen para disminuirlo?
-Nosotros gastábamos alrededor de 25% del producto. Y hemos pasado a gastar cerca del 45%. Lo primero que haría es tomar el presupuesto del año 2000 y compararlo con el actual, para ir eliminando los subsidios e ir readecuando la cantidad de personal necesario. El Estado no puede ser un mecanismo de sobreempleo. Ese sobrecosto pide que el sector público tenga la competitividad adecuada y genere la inversión y la producción que se necesitan para competir en el mundo. Una buena forma de ver cuándo una política tributaria es inviable es cuando la inversión del sistema privado colapsa, su capacidad de ganar dinero colapsa. Eso, en la Argentina, lo teníamos antes de la pandemia.
-La inflación alta también funciona como un aliado para bajar el gasto, ya que ajustan salarios, jubilaciones y planes sociales por debajo de la variación de precios esperada. ¿Hay verdadera intención de bajar la inflación cuando el gasto es tan alto?
-A largo plazo, uno tiene que hacer que el gasto sea consistente con los recursos normales tributarios que se pueden recaudar. En general, hay que evitar bajar artificialmente el gasto con algún rezago en los ajustes. La forma correcta de hacerlo es con una reestructuración integral del Estado, que no debe ser necesariamente muy ambiciosa, debe volver a lo que era en tiempos normales, antes de la extraordinaria suba que vivimos entre 2008 y 2015, como dicen los informes que llevaron a los acreedores. Hay que hacer un programa estructural de vuelta a la normalidad. Eso no se logrará en un año, sino en varios años.
-En relación con la política monetaria, ¿cómo ve la situación de la emisión?
-Eso no es un fenómeno viable ni sostenible. Durante la pandemia, uno tiene circunstancias excepcionales que desaceleran la velocidad de circulación. Cuando volvamos a la normalidad, la velocidad de circulación volverá a lo que era y ahí habrá un problema muy serio. Por eso es prudente no depender de la emisión monetaria. Pero si me dicen que esto es transitorio y hay un programa para retirarla cuando salgamos de la pandemia, ahí tendría menos preocupación. Pero no veo que esté esbozado ese programa fiscal y monetario de normalización.
-Se está hablando de aplicar un ingreso universal. ¿Cómo ve esa medida?
-En alguna época se pensó en un impuesto a los ingresos negativos. Es decir que si usted tenía un ingreso menor que el que comenzaba a pagar impuestos, en lugar de pagar, recibía un ingreso. Era la idea original como una forma de combatir la pobreza, pero reemplazando todo lo otro. Si usted me dice que no van a reemplazar nada, sino que aumentarán los gastos de manera permanente, eso sería un inmenso error. No es financiable ni deseable. En general, en la Argentina el problema no es solo la alta carga tributaria, sino que no se tributa homogéneamente y hay mucha evasión. Pero si en esas condiciones se sube la carga tributaria, se va a cazar en el zoológico. Y entonces, se fomentan crecientemente la informalidad y la improductividad. Además, nuestra Constitución dice que la igualdad ante la ley es la base de los impuestos y de las carga públicas. He censurado fuertemente esta nueva norma del Banco Central que posibilita comprar al dólar oficial a los que han sido afectados por determinadas leyes. Creo que no habría que venderle a nadie el dólar oficial privilegiadamente, por este concepto de igualdad ante la ley. Tampoco vendería los US$200 a los dos millones de argentinos que los compran todos los meses. Tendríamos que ir rápidamente a un tipo de cambio realista. No deberíamos estar subsidiando a nadie ni vendiéndole dólares baratos.
-¿Cómo lo haría en la práctica?
-En vez de hacer lo que hizo el Gobierno, de ponerle trabas al contado con liquidación (CCL), yo hubiera liberado ese mercado. Son transacciones en las cuales no se pierden reservas, son entre particulares. Dejar que eso lo hagan libremente y sacar los privilegios del dólar oficial.
-¿Eso no haría aumentar la brecha cambiaria y el peligro de que se traslade a precios?
-No. Dejar que los precios alcancen el nivel que tienen que alcanzar es sano, porque eso revela las escaseces y se genera las ofertas adecuadas. Si usted reacciona e impide con uso de recursos gubernamentales que los precios alcancen su nivel adecuado, se asignan mal los recursos.
-¿Cómo ve la negociación de la deuda, que el Gobierno estimaba tener cerrada en abril?
-Ese proceso de dilación nos ha hecho daño. Yo recuerdo en la campaña electoral que el Presidente decía que iba a ser una negociación "a la uruguaya". Hubiera sido muy buena idea. Uruguay primero llegó a un acuerdo con los organismos multilaterales, presentó un programa de gobierno, buscó el apoyo de las tesorerías de los países desarrollados y, con eso, fue a la negociación con los acreedores privados. Si se hubiera hecho eso acá, nos habría ido mucho mejor de lo que nos fue ahora. Usted vio la cantidad de rondas de negociaciones que llevamos, ¿no? Eso da una prueba de cómo vamos.
-¿Por qué cree que el Gobierno no lo hizo de esa manera?
-Usted quiere que interprete a los otros. Lo que puedo decir, siguiendo las expresiones de ellos, es que si hubieran respetado lo que dijeron, con un plan económico, un presupuesto, plan monetario, financiero y si hubieran puesto las reglas claras a todo el mundo, habría sido mucho más sencillo llegar a una negociación exitosa. Dicho en otras palabras: no se juega al póquer con el Tesoro de la Nación.
-¿Pueden no acordar?
-Si se llega a un acuerdo, no será favorable para la normalización de la Argentina. Más allá de toda nuestra discrepancia, espero que el Gobierno sea exitoso en esa tarea, aunque hubiera seguido un camino distinto, el que dijeron en la campaña presidencial. Otra regla le digo: si con algo tienen que ser austeros y asépticos es con el gasto del Tesoro, donde se debe ser ejemplar. Qué mal estamos si creemos que tenemos que darles pensiones de montos extravagantes a los presidentes y ajustamos a los jubilados de menores ingresos. Hemos perdido el quicio. Eso está ocurriendo: acceso barato al dólar de los amigos y pensiones graciables extravagantes con retroactivo. Algunos pretenden cobrar dos, además del sueldo, y en ese contexto concentramos el ajuste en no pagar lo que corresponde a las jubilaciones. Es un esquema disparatado.
-¿Cree que en los últimos meses hay un gobierno más radicalizado, con la expropiación de Vicentin?
-Eso también es desafortunado para el principal problema que tiene la Argentina, que es cómo vigorizar la recuperación. Salir de la crisis vendrá de la iniciativa privada, del coraje de nuestras pymes, del esfuerzo y de la oportunidad que les demos al trabajo y a la producción. Eso requiere terminar con la batalla contra el trabajo, contra el empleo, generar un régimen que sea lo más amistoso y flexible para que las pymes se puedan recuperar. Pero seguramente no provendrá como dice el Gobierno de un gran programa de inversión pública. ¿Con qué lo van a financiar? Un Estado que ha quebrado nueve veces y que produce una negación monetaria. Ese no es un Estado que está en fuerza de hacer lo que ellos dicen. En los últimos tres años, el Estado se ha vuelto vulnerable, fofo, paquidérmico, inútil para poder cumplir la tarea que tiene que cumplir. En vez de meterse en el sector privado, de entrometerse en todas las actividades, de violar el debido proceso, de desconocer la ley de concursos, las contribuciones y el federalismo, tiene que llevar adelante con mucha claridad su programa de salud, sus reglas de juego, anunciarle al país cómo salimos de la cuarentena, cuál es el presupuesto y cuál es el programa económico.
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