Se discute si Alberto Fernández puede evitar que se profundice más la crisis
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Los mercados y el mundo económico en general tratan de responder a una pregunta que se viene generalizando a partir del resultado de las PASO en agosto, y que parece acentuada desde la confirmación de Alberto Fernández como ganador en primera vuelta el pasado 27 de octubre. Básicamente, lo que necesitan saber es si el presidente electo y su heterogénea coalición política estarán en condiciones de evitar una catástrofe económica aún mayor a la que se instaló en el final de la administración de Macri.
Dicho sin eufemismos, evitar una nueva experiencia dramática de hiperinflación en la Argentina o la salvajada que se cometió en 2002 cuando se pesificaron los depósitos en dólares de los ahorristas.
Sería definitivamente caer otra vez al precipicio, repetir innecesariamente los graves errores que la Argentina cometió a fin de la década del 80 y tras el estallido de la convertibilidad, con las gravísimas consecuencias sociales que semejante escenario significó. De modo que la primera obligación y tarea del nuevo elenco de gobierno será justamente evitar una catástrofe de esa magnitud.
¿Podrá lograrlo? Las opiniones de consultores, economistas, bancos de inversión internacionales y demás gurúes de la economía en general están divididas entre los muy y los menos pesimistas.
De todas formas, no hay muchos optimistas, por ahora, dado la complicadísima herencia que recibe quien se sentará en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre. Los pesimistas opinan que así como a Mauricio Macri le estalló parte del plan bomba que le había dejado Cristina a fin de 2015, ahora esa misma situación le tocará a Fernández. Con el riesgo de que debilitado, si no logra estabilizar la economía, abra las puertas al regreso de la radicalización de Cristina.
En tanto, los menos pesimistas opinan que el presidente electo tiene las condiciones para evitar una catástrofe, incluso de recomponer cierta confianza a medida que se vaya acercando a un acuerdo con los acreedores.
Sin embargo, el tema de la deuda es crucial. Si la Argentina ingresa a una batalla contra el fondo y los bonistas al estilo de la renegociación liderada por Néstor Kirchner después del default de Fernando de la Rúa/ Rodríguez Saá/ Eduardo Duhalde, que mantuvo al país en cesación de pagos casi por 5 años, se reducen las chances de estabilizar la inflación y la corrida contra el peso. Sin crédito en dólares y sin crédito en pesos el riesgo de la superemisión estará muy presente.
Distinto podría ser si la Argentina con el nuevo gobierno logra renegociar la deuda con los privados que aceptarían más plazo y quita de intereses, lo cual seguramente sería respaldado por el FMI con una prórroga de los vencimientos de 2021 y 2022.
Todo ello sabrá en los próximos meses. Por lo pronto, a fin de enero vence un bono de la provincia de Buenos Aires por unos 230 millones de dólares. ¿Lo pagará el futuro gobernador Axel Kicillof o mandará la provincia al default? También hacia fines de abril y principios de mayo, la Argentina tiene vencimientos por unos u$s 7000 millones de bonos con ley extranjera que no se pueden defaultear.
Esa parecería ser la fecha límite para lograr un acuerdo con el FMI que financie esos compromisos, lo que permitirá saber si la Argentina se encamina a lograr un acuerdo amigable con los acreedores, o si se viene otra vez la guerra financiera contra el neoliberalismo, esta vez no solo retórica, sino ya en la práctica del default.
Probablemente la verdad, como en tantos órdenes de la vida, esté en el medio. Ni Alberto Fernández se va a arriesgar a una emisión de pesos alocada y sin respaldo, ni la negociación de la deuda será tan amigable, aunque sin necesidad de quedar 5 años en cesación de pagos como ocurrió entre 2002 y 2007.
Hay dos elementos alentadores en medio del disgusto económico de la hora: de izquierda a derecha, de Daniel Artana hasta Roberto Felletti, todos los economistas alertan y son conscientes de que en momentos en que está cayendo la demanda de dinero, con una inflación anualizada cerca de 60%, sería una locura largarse a emitir pesos en forma descontrolada.
El otro acuerdo sustancial es que los depósitos en dólares de la gente son sagrados. Se demostró que estaban los dólares en los bancos para los miles y miles que fueron a retirarlos, se puso el cepo para resguardar precisamente esos dólares, y efectivamente los bancos solo prestaron los dólares de la gente a quienes los podían devolver porque vendían en dólares, cosa que efectivamente ocurrió.
Es un buen principio. Están dadas todas las condiciones para evitar una catástrofe. Ayudaría mucho despejar la incertidumbre de la deuda, ya que cuanto más lejos se vislumbre el default, más se podrá aplicar el plan Fernández. No el de Alberto, sino el de Roberto Fernández, líder del gremio de choferes de micros y colectivos, que en estas horas sintetizó como nadie la penosa historia económica de la Argentina que parece llamada a repetirse: cepo, emisión y devaluación. Se olvidó de lo que podría venir después si no hay inversión: la inflación y más pobreza.
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