Sin límites
El Gobierno comienza 2011 con la convicción de que su accionar no tiene límites. Sin embargo, en el campo económico, las inconsistencias mostradas el año anterior comienzan a dejar su huella.
En efecto, 2010 marca el primer año desde la salida de la convertibilidad en el que los incrementos de precios de alimentos van por delante de los aumentos salariales.
Esto revela la fragilidad de la estrategia oficial: creer que con políticas fiscales y monetarias súper expansivas en un contexto de crecimiento económico se ganan elecciones.
La obsesión por recuperar el favor electoral del segundo cordón del conurbano le provoca al oficialismo cometer un error de diagnóstico: creer que la inflación es culpa de los otros, en lugar de mirarse a sí mismo y generar un programa económico con un horizonte de cuatro años basado en la convergencia y predictibilidad de la política fiscal, salarial, de ingresos junto a la monetaria y cambiaria. Y por sobre todas las cosas, un equipo solvente y creíble que lo implemente.
Gasto creciente
En este año de elecciones presidenciales el ritmo de crecimiento del gasto público se ubicará en el rango del 40 al 45 por ciento.
En esta misma línea, la política monetaria continuará supeditada a las necesidades del Tesoro, en una clara consolidación de la dominancia fiscal que se exhibe desde el año pasado, pues el sector público dejó de ser un factor de absorción de pesos excedentes.
En efecto, el Banco Central avalará este año una expansión de los agregados monetarios en un intervalo del 35 al 40 por ciento.
De esta forma, el set actual de políticas económicas retroalimenta la dinámica inflacionaria y los diques de contención pacientemente construidos han desaparecido, generando distorsiones que serán de difícil resolución futura. Me refiero a mantener el dólar quieto y las tarifas de servicios públicos virtualmente congeladas.
Inconsistencias cambiarias
En el primer caso, mantener la paridad cambiaria anclada en el marco de una inflación elevada genera inconsistencias cambiarias, con un fuerte impacto en la inversión, la producción y el empleo. En este sentido, el tipo de cambio real bilateral con la moneda estadounidense se situará hacia fines de año en valores similares a los experimentados en la convertibilidad, mientras que el multilateral refleja la misma tendencia apreciatoria, pero más suavizada, apoyado hasta ahora, en la evolución del euro y el real.
Dada esta dinámica de precios, en los próximos dos años deberá corregirse la inconsistencia entre la evolución de los precios y el tipo de cambio, por las buenas o por las malas.
Subsidios distorsivos
En el caso de los subsidios, las distorsiones se ubican en un nivel de 48.000 millones de pesos, fuertemente orientados a la asistencia al sector energético, de transporte y a sostener el funcionamiento de algunas empresas públicas. Este esquema de asistencia está orientado a la oferta y termina financiando a la clase media, cuando debería estar centrado en al demanda, en los sectores más desprotegidos de nuestra sociedad.
La inacción en este frente con el paso del tiempo no sólo complica este entramado, sino que malgasta este volumen de dinero cuando podría destinarse a recursos más urgentes (permitiría cuadriplicar el programa de la asistencia universal por hijo) o alternativamente mejorar el superávit primario fiscal.
Lo anterior demuestra una acumulación de problemas que se manifiestan desafiantes para resolver en un futuro cercano, en un marco donde los pilares del modelo se han esfumado. En efecto en estos últimos años, el Gobierno se ha ido gastando sus alcancías.
Primero se fagocitó el superávit primario desde un pico en 2004 del 5% del PBI hasta su desaparición en los cuatro años posteriores. Así llegó hasta 2008, cuando absorbió las AFJP y el manotazo final llegó en 2010 con la apropiación de los recursos del Banco Central.
Habría que repensar si esta estrategia en términos de bienestar no resulta ilusoria. Se debe dejar de tener el sesgo cortoplacista que nos caracteriza como sociedad: los costos que no se pagan ahora serán solventados en el futuro y con creces.
La factura inflacionaria
El problema inflacionario puede ponerse debajo de la alfombra por un tiempo limitado, pero termina pasando factura. Los instrumentos para trabajar en esta problemática están disponibles, pero se necesita entender que en economía, como en la vida misma, los límites existen.
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