Taylor: el Fondo no debe reclamar más superávit
WASHINGTON.- El subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, John Taylor, aconsejó de manera sutil al Fondo Monetario Internacional que no intervenga en la definición de un aumento del superávit fiscal primario de la Argentina entre 2005 y 2006, ya que el alza por encima del 3% actual -dijo- surgirá de la negociación con los acreedores privados.
Taylor, uno de los funcionarios de la administración de George W. Bush que ha seguido más de cerca la evolución de la economía argentina desde el colapso de 2001, insistió en una charla pública en Nueva York que la Argentina tendrá que fijar una meta más alta de superávit fiscal primario -ingresos menos gastos, antes del pago de la deuda- para poder abonarles a los acreedores privados.
La titular interina del FMI, Anne Krueger, ha sido hasta ahora quien con mayor vehemencia ha sostenido que el Gobierno debe aumentar la meta de superávit para los próximos años, agitando el ejemplo de Turquía, que tras la crisis obtuvo un ahorro antes del pago de su deuda del 6,5% del PBI. Taylor recordó también que la negociación con los acreedores privados "debe ser transparente y tener el toma y daca necesario para alentar a los acreedores a participar en el canje de la deuda".
"El programa con el FMI fue diseñado específicamente para dar a la Argentina la flexibilidad que necesita para negociar la reestructuración de la deuda con sus acreedores", sostuvo el subsecretario para Asuntos Internacionales del Tesoro. El programa -destacó Taylor- "deja los objetivos de superávit fiscal primario para 2005 y más adelante sin especificar, pero por encima de un piso del 3%, de modo tal que el aumento de ese piso pueda ser decidido una vez que la Argentina determine el nivel que será necesario para lograr un canje de deuda con un amplio apoyo de los acreedores".
Taylor consideró que una vez que los recursos de los organismos financieros internacionales están fijados (por el acuerdo a tres años con el Fondo), "la especificación de la trayectoria del superávit fiscal primario en el programa con el FMI habrá determinado largamente el monto pagado a los acreedores privados".
Allí es donde sugiere que el FMI quede afuera de la definición de esa meta. "No sería apropiado para el Fondo estar en medio de las negociaciones entre la Argentina y sus acreedores de esta forma", señaló el funcionario del Tesoro, reflejando una postura que recoge el pensamiento del ministro Roberto Lavagna, de que primero hay que negociar con los acreedores y luego establecer la meta.
Esa apreciación de Taylor significa también que está seguro que la Argentina llegará a fin de año con el acuerdo de reestructuración de la deuda cerrado, ya que la meta de superávit fiscal deberá ser avalada por el Congreso con la sanción de la ley del presupuesto. Para Taylor hay diferencias entre la situación de la Argentina y Brasil para la fijación del nivel del superávit. La forma en que fue establecido en el programa con el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva "refleja que la deuda de Brasil no es la materia de la actual negociación. Más aún, en Brasil, donde la deuda no está en default y los pagos a los acreedores privados están claramente definidos, uno puede calcular el objetivo de superávit primario necesario para la sustentabilidad de la deuda", expresó el funcionario.
La política del gobierno de Lula de tener un superávit primario del 4,25% del PBI "le ha permitido a Brasil honrar sus obligaciones de deuda, mantener el acceso al mercado internacional de capitales y evitar una profunda contracción de la producción", indicó Taylor. El subsecretario del Tesoro, que la semana pasada estuvo en Buenos Aires y se reunió con Kirchner y con Lavagna, dijo en Nueva York que la exposición del Fondo con la Argentina deberá ser mantenida en forma constante en los tres años que dura el programa, pero luego "debería declinar significativamente".
Esto puede preocupar al Gobierno, que proyecta que la exposición del Fondo comenzaría a caer a partir de 2015. Respecto de la exposición del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, con los que la Argentina tiene una deuda conjunta de poco más de US$ 15.000 millones, Taylor consideró que no debería reducirse del mismo modo que con la del FMI si hay proyectos viables.
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