Todos mienten: el economista que devela los intereses ocultos
Analizar qué buscan las personas en internet permite saber cuáles son sus preferencias y sus preocupaciones, con mayor fidelidad que los resultados que pueden aportar las encuestas
Todos mentimos, al parecer, todo el tiempo: a nuestros amigos, parientes, conocidos, jefes, compañeros de trabajo; y hasta -y especialmente- a nosotros mismos. Hay una instancia, sin embargo, en la que somos más trasparentes, y decimos algo más parecido a la verdad, en línea con nuestro verdadero ser: cuando estamos a solas con una computadora (pero no interactuando en redes sociales).
Con esta premisa, el economista y científico de datos Seth Stephens-Davidowitz publicó lo que muchos consideran el libro del año de no ficción: Everybody Lies (Todos mienten), donde aprovecha la mayor fuente de información de la historia del comportamiento humano (el océano de big data de internet) para contestar una serie de preguntas que por décadas tuvieron una respuesta elusiva para psicólogos y cientistas sociales.
Los resultados fueron sorprendentes, y en algunos casos inquietantes y perturbadores. "La gente miente consistentemente en todas sus interacciones pero, por algún motivo, tiende a ser muy honesta con Google. Es como una instancia en la que las personas se sienten cómodas, buscan lo que realmente les interesa, lo que realmente desean y lo que realmente piensan", cuenta el autor.
Stephens-Davidowitz completó un doctorado en Economía en Harvard (allí tuvo de compañeros a varios economistas argentinos), trabajó en Google como experto en datos y escribe columnas para el New York Times. El año pasado renunció a la segunda empresa más grande del mundo para dedicarse full time a la investigación independiente y a escribir libros. "En estos momentos estoy enfocado a entender mejor los fenómenos de ansiedad y depresión, cuáles son sus verdaderas causas", explica a LA NACION por correo electrónico.
Millones de usuarios usan los buscadores como una suerte de "confesionario": se conectan a deshoras y escriben "estoy triste" o "mi hijo es horrible". Al contrario que la creencia general de que los trastornos mentales están más asociados a las exigencias de los grandes centros urbanos, el autor de Todos mienten descubrió que las búsquedas que tienen que ver con un estado de angustia o ansiedad más marcado están mucho más acentuadas en áreas rurales y pueblos pequeños. North Dakota tiene el récord de depresivos. Y la gente con más recorrido académico se deprime menos, contrariando el clisé de que este flagelo está más extendido entre personas cultas y analizadas.
El mar de información se acerca más a la verdad en buscadores que en las redes sociales donde, plantea Stephens-Davisowitz, "todos tratamos de impresionar a nuestros amigos". El gap aquí es impresionante. Mientras que en las redes públicas los maridos suelen estar etiquetados como "el mejor" o "mi mejor amigo", en las búsquedas están en cambio asociados a términos negativos como "imbécil" ("jerk") o "irritante" ("annoying").
El economista cree que esta "mina de oro" de información digital todavía está siendo subutilizada por los cientistas sociales, que en muchos casos siguen publicando investigaciones basadas en encuestas de muestras pequeñas, con menos poder predictivo. Por ejemplo, en sus estudios descubrió una sociedad norteamericana es más racista de lo que muestran las encuestas tradicionales.
Las búsquedas sobre Obama muy frecuentemente están relacionadas a los términos "KKK" (por el Ku Klux Klan) y "negro", y la división en este aspecto no se da -como podría suponerse- entre Norte y Sur, sino entre Este y Oeste. Cuando la gente busca "Trump Clinton Impuestos", es casi seguro que votará al candidato que pone en primer término. Y en las últimas elecciones, los chistes sobre los aspirantes a la presidencia tuvieron un altísimo poder predictivo sobre el resultado final.
La lista de elogios al libro Todos mienten es envidiable. Para Lawrence Summers, profesor de Harvard y ex secretario del Tesoro, el libro "es la mejor demostración de cómo el big data, abordado con inteligencia, puede iluminar y mover el mundo". Raj Chetty, de Sranford y uno de los economistas del momento, lo llamó "Freaknomics con esteroides". Y Hal Varian, el economista jefe de Google, escribió: "Búsquedas, sexo y deportes, ¿Qué más se puede pedir?".
Stephens-Davidowits cuenta que mientras la mayor parte de sus descubrimientos le revelaron una sociedad mucho más oscura de lo que él presuponía, con la temática sexual le pasó algo distinto: "La información me hizo sentir menos solo en este aspecto, porque los datos sugieren que los hombres y mujeres se sienten mucho más inseguros y confusos con respecto al sexo de lo que suelen comunicar".
En la intimidad de un hogar, las preferencias que revela el patrón de navegación por Internet resultan más transparentes que las respuestas que se dan en encuestas o grupos focales. Stephens-Davidowitz usó las muestras de búsquedas para determinar que la proporción de personas con preferencias homosexuales en EE.UU. es mayor a la que se pensaba. También descubrió una mentira: la evidencia parece sugerir que hay menos cantidad de actos sexuales que los que indican las personas cuando se les pregunta. Si es por lo que reportan los varones heterosexuales mayores de 18 años, habría un promedio de 63 actos sexuales al año por persona; que baja a 55 cuando las que responden son mujeres. Un cuarto de estas experiencias son calificadas como "seguras" (con preservativo), pero si es así se deberían vender unos 1100 millones de profilácticos al año en EE.UU. y sólo se venden 600 millones.
En las búsquedas en internet, este panorama se reafirma. En Google, la principal queja o preocupación que hay sobre el matrimonio es la falta de sexo. El término "matrimonio sin sexo" se tipea el triple de veces que "matrimonio sin felicidad", y ocho veces más que "matrimonio sin amor". Hay 16 veces más quejas por una pareja que no quiere tener relaciones que por una que se niega a hablar. En términos de género, las novias se quejan más de que sus novios no quieren acostarse con ellas que la situación inversa; en tanto que en los matrimonios la balanza de las preocupaciones está más equilibrada.
"El sexo puede ser muy divertido. ¿Por qué no tenemos más?", se pregunta el científico de datos. La razón principal, según las bases de búsqueda analizadas, es una enorme ansiedad, sostiene, el tema que ahora ocupa su principal investigación. Por ejemplo, no es una novedad que los hombres están preocupados por sus genitales, "pero el grado de esta obsesión es muy profundo", sostiene. Un dato: los hombres googlean más preguntas sobre su pene que la suma de sus dudas sobre garganta, pies, oídos, nariz, pulmones, intestinos y cerebro combinadas.
sebacampanario@gmail.com
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