Al margen de la semana. Un horizonte tan largo como incierto
Por Néstor O. Scibona
En medio de una grave crisis económica, como la que atraviesa el mundo, se acorta el horizonte para las empresas. Pero el gobierno kirchnerista acaba de hacer su aporte con el cambio de fecha de las elecciones legislativas para anticiparse a tiempos peores: el domingo 28 de junio se convirtió en la línea divisoria de un hipotético antes y después para el manejo de la economía. Casi todos los planes empresarios para la segunda mitad del año están supeditados al resultado electoral y, más que nada, a la reacción del oficialismo según mantenga o pierda su mayoría en las dos cámaras del Congreso.
A partir de esta realidad, los senderos se ramifican. No ayuda que el matrimonio Kirchner busque convertir estos comicios de medio término en un plebiscito a su gestión y a un jaqueado "modelo" al que ya no se le pueden pedir los resultados del pasado. Con este planteo la incertidumbre económica aumenta para los próximos tres meses y se multiplica para los siguientes. En otras palabras, puede haber nuevas sorpresas oficiales de aquí a fin de junio para mejorar las chances electorales del oficialismo; pero aun si no las hubiera, crecen las expectativas sobre lo que vendrá después. De ahí que desensillar hasta que aclare se convirtió en la consigna del ambiente empresario y el dólar, como es costumbre, en el refugio de la desconfianza. La suma de estas reacciones individuales resta impulso a una actividad económica que viene debilitándose mes tras mes.
Tras este cauteloso comportamiento hay un interrogante sin respuesta. Con el monocomando económico K resulta imposible aventurar si después de las elecciones el Gobierno irá por una política más ortodoxa o más heterodoxa, o por una mezcla de ambas. Todo es posible en la dimensión desconocida.
La consultora Econométrica, que dirige el ex secretario de Hacienda Mario Brodersohn, apuesta a la primera opción. Su escenario es que un kirchnerismo debilitado electoralmente deberá desacelerar el crecimiento del gasto ante la caída de ingresos fiscales, seguir desmontando subsidios a las tarifas energéticas, recurrir al FMI (previa normalización del Indec) para no sacrificar reservas y dejar flotar el dólar con el mismo objetivo, todo lo cual puede agudizar las tendencias recesivas y realimentar la puja distributiva. Pero otra mitad de la biblioteca opina que ante esa alternativa el oficialismo podría radicalizarse y recurrir a mayores controles cambiarios o a un desdoblamiento del mercado, a crédito dirigido, estatización del comercio de granos, canjes de deuda, mayor intervencionismo sobre precios y salarios y participación del Estado en compañías cuyas acciones heredó la Anses de las AFJP.
A estas incógnitas debe sumarse un factor extra de incertidumbre. Cualquiera que sea el resultado electoral, habrá casi medio año -hasta el 10 de diciembre- en el que el Gobierno dispondrá de su actual mayoría legislativa para sancionar o modificar leyes en tiempo récord, como ya ocurrió con la jubilación privada o el mismo acortamiento del calendario electoral. Este escenario es funcional al temerario tono de "nosotros o el caos" que suele impregnar los discursos oficialistas de campaña; o a su variante más extrema, como fue deslizar irresponsablemente la amenaza de abandono del poder en caso de un traspié electoral, que implicaría un serio problema de gobernabilidad. Con planteos épicos de esta naturaleza, la oposición queda confinada invariablemente a un papel de enemigo, al igual que los productores agropecuarios y todos los que no comulgan con la distorsionada visión oficial de la realidad.
Estadísticas irreales
La realidad indica que la economía ingresó en una etapa recesiva que las estadísticas oficiales se empeñan en negar. Para el Indec, la actividad económica creció 2,3% en enero respecto del mismo mes de 2008, cuando el agro aún disfrutaba de altos precios internacionales y no había sequía; la industria aumentaba la producción para prevenir problemas energéticos y la construcción mantenía buen ritmo. De paso, rebajó en más de medio punto (a 6,4%) la suba del PBI de 2008, después de haberla inflado (hasta 7%) con una inverosímil suba en el cuarto trimestre del año pasado.
Es tal la falta de credibilidad en los datos del Indec, que el Gobierno está promoviendo paradójicamente una privatización de las estadísticas: grandes empresas recurren a consultoras privadas, que no cuentan con las mismas herramientas de medición del organismo estatal, pero al menos no alteran su metodología. Otras compañías han tomado el hábito de reunirse periódicamente con sus competidores para intercambiar datos sobre la actividad de cada sector. De estos cruces de información surge que, si bien el impacto de la crisis interna y externa aún resulta heterogéneo, nadie habla de crecimiento de la producción y menos aún para la segunda mitad del año.
En la industria, un extremo está en el sector de alimentación y bebidas, cuyas ventas se mantuvieron estables en el primer bimestre, especialmente en los rubros básicos de consumo (aceite, harinas, yerba, fideos, arroz, café), aunque hubo bajas en otras líneas. Tampoco hubo suspensiones ni despidos de personal, aunque por lo general las empresas optan por no cubrir vacantes.
En el otro extremo se ubica la industria automotriz, donde se prevé una caída anual de producción de 20 a 30%. La caída de ventas internas y de exportaciones castiga principalmente a las terminales que en 2008 agregaron turnos y a cuyos trabajadores el Ministerio de Trabajo socorrió silenciosamente con subsidios individuales de 600 pesos mensuales para evitar despidos hasta fin de año. Este programa, denominado de Recuperación Productiva (RePro), se aplica ya en General Motors y Peugeot y también en algunas grandes autopartistas, donde eventuales conflictos pueden saltar a la primera plana de los diarios como ocurrió con Paraná Metal, que fue la experiencia piloto. Se estima que unos 35.000 trabajadores industriales estarían comprendidos en este procedimiento preventivo de crisis, que se financia, cuándo no, con recursos de la Anses.
Otros sectores afectados por la menor demanda (siderurgia, metalurgia, maquinaria agrícola, línea blanca, electrodomésticos, construcción privada) tampoco avalan las cifras del Indec, ni son tan optimistas sobre los planes oficiales para reactivar el consumo, con más impacto mediático que real. Y hasta los constructores de obras públicas comenzaron a preocuparse por los pagos de certificados en el segundo semestre, si los ingresos fiscales no se recuperan. El anticipo de las elecciones corta el año económico por la mitad, pero está lejos de despejar incertidumbres.
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