Un país con una amplia brecha de ingresos
La remuneración promedio declarada en la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) por las empresas es de $ 3389 (el salario de bolsillo sería de 2813), mientras el ingreso promedio de la totalidad de las personas con alguna ocupación, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) es de 1772. Una de las razones de la diferencia entre esas cifras es la alta incidencia del trabajo en negro: se estima que sólo entre el 40 y el 45% de la población activa hace aportes jubilatorios, ya sea como empleado, monotributista o autónomo.
No se puede dejar de lado que los datos citados se relevan en forma diferente, y eso cuenta a la hora de analizar la brecha, pero existen estudios que demuestran a las claras las desventajas de estar en negro: un informe reciente de SEL Consultores concluye que si se mide el ingreso por hora, la distancia entre el sueldo del sector formal y del informal es del 80%. A eso se suma que muchas personas consideradas ocupadas en la estadística tienen tareas precarias y, a veces, intermitentes.
Del total de ocupados, según el Indec, un tercio gana menos de $ 1000 por mes y la mitad percibe menos de 1500. Un 20% dijo que trabaja menos de 35 horas semanales, por lo que son considerados subocupados: en estos casos, el ingreso fue inferior a 650. En el otro extremo de la tabla, el 30% que más gana -entre 2000 y 100.000- declaró que trabaja 45 horas por semana, el umbral de la sobreocupación.
Entre los asalariados en blanco, quienes más perciben son los de las petroleras: el sueldo promedio declarado ante la AFIP llega a $ 11.522. Les siguen las farmacéuticas, con 7873. El trabajo en aserraderos o en la actividad agropecuaria es el que menos ingresos reporta, con algo menos de 2000. Con entre 2000 y 3000 de salario medio se encuentran hoteles y restaurantes, comercio, construcción y fábricas textiles. En este último rubro, el salario es algo más de la mitad del que registra toda la industria, de 4115.
La dispersión de ingresos, en parte, tiene que ver con el poder de negociación que en los últimos años tuvo cada sindicato. Puertas adentro de las empresas, la firma de convenios colectivos creó situaciones críticas porque en muchos casos se ajustaron los salarios del personal no convencionado -jerárquicos y profesionales- por debajo de lo dispuesto en esos acuerdos.
El resultado fue que algunos jefes terminaron cobrando menos que sus subordinados. Es una distorsión en el segmento más prolijo -por ser el registrado- de un mercado laboral con niveles inaceptables de inequidad, en el que muchos no logran acceder, por diferentes motivos, a prestaciones de salud, jubilación, seguros y otros esquemas de protección social.